Emanuele Sibillo tenía 15 años cuando lo arrestaron por primera vez. La policía entró en su casa en el barrio napolitano de Forcella mientras él trataba de deshacerse de dos armas.
Los años que siguieron los pasó entrando y saliendo de la cárcel. Entre los jóvenes presos, se destacó por leer libros y periódicos y porque sabía hacerse respetar. En 2013, cuando cumplió los 18, se preparó para dar un gran paso: rebelarse contra los viejos clanes de la Camorra napolitana para controlar toda la ciudad.
Las autoridades italianas han detenido a cientos de antiguos jefes de la Camorra desde principios de los años 2000. Con los mafiosos más viejos entre rejas o asesinados, son adolescentes y jóvenes como Sibillo los que están tomando el relevo.
Con escolta policial desde que en 2006 escribió sobre la Camorra en su libro periodístico Gomorra, el escritor Roberto Saviano le ha dedicado al tema del relevo generacional a su novela ‘La paranza dei bambini’. Paranza es el nombre que se le da en la zona a una pequeña embarcación de pesca. En la jerga de la Camorra, paranza es un grupo criminal liderado por jóvenes. Muchos de esos niños llevan revólveres de 9 milímetros desde los 15 y los 16. Saviano los llama pirañas.
‘La paranza dei bambini’ (publicada por Anagrama como ‘La banda de los niños’), ha sido adaptada al cine por Claudio Giovannesi. Titulada ‘Pirañas’ en España, este año ganó el Oso de Plata al mejor guión en Berlín. El libro y la película cuentan la historia de Nicola, un niño del humilde barrio napolitano de Rione Sanità que decide entrar en el “sistema”, como también se conoce a la Camorra.
En barrios como Rione Sanità, dice Saviano, “el crimen es la única forma de avanzar, la única forma de conseguir dinero, poder, respeto… No es que les falte paciencia para esperar a que llegue su momento, esta gente sabe que su momento nunca va a llegar”. Según Saviano, “las organizaciones criminales parecen ser las únicas, siempre, que se dan cuenta de que estos niños existen y los contratan”.
El fenómeno es especialmente preocupante en Nápoles porque, a diferencia de la Cosa Nostra y de la ‘Ndrangheta, la estructura de la Camorra es horizontal, poco jerárquica. De ahí que los clanes vivan en un estado de guerra permanente, ahora en manos de las ‘paranzas’, para asegurarse el control del territorio.
Con el cambio generacional también ha habido un cambio de estilo. Los anteriores jefes mafiosos trataban de pasar desapercibidos y respetaban el código de silencio de la omertà. Los delincuentes de hoy publicitan sus hazañas en las redes, posando con ropa de diseñador y enarbolando botellas de champán de 200 euros. Se dejan barba al estilo hipster, pasan con sus ciclomotores como manadas de perros salvajes por los callejones de Nápoles y disparan.
En 2014 dispararon a un hombre por pedir un cigarrillo y en 2013, un señor de India recibió un balazo en el pecho porque dos niños estaban “probando el arma”. “Tengo un Magnum 357 cromado con empuñadura de goma, ¡igual que el de Al Capone!”, se le escuchó gritar de alegría a un joven mafioso con la línea telefónica pinchada.
El verano pasado, el tribunal de apelación de Nápoles condenó a 42 miembros de dos ‘paranzas’ de Forcella y Decumani a una pena combinada de 500 años de cárcel.
Según Giovannesi, el propósito de la película es “contar la historia de esas vidas”. “No podemos olvidar que se trata de meros adolescentes”. Dice que para el guión buscó la influencia de grandes obras literarias sobre la adolescencia, como ‘El señor de las moscas’. “Son libros que hablan de la sutil contradicción que hay entre un juego y una guerra atroz”. Saviano cree que las ‘paranzas’ son fruto, en parte, de las malas políticas sociales y del fracaso de instituciones estatales como el colegio.