Casi 40 años han transcurrido desde la última vez que líderes indígenas de Brasil se reunieron en una cumbre de esta magnitud. Fue en los ochenta para asegurarse de que eran incluidos en el proceso constituyente tras la dictadura. Ahora más de 500 representantes de los diversos pueblos que viven en la selva tropical se han reunido durante cuatro días en una reserva de la Amazonia para acordar estrategias y organizar un movimiento de resistencia a los planes del Gobierno de Jair Bolsonaro de asimilarlos y autorizar la explotación comercial de sus tierras.

“Este encuentro no es para planear una guerra, un conflicto. Estamos aquí para defender a nuestro pueblo, nuestra causa y nuestra tierra”, proclamó en la apertura el veterano Raoni Metuktire, de unos 89 años, convocante del encuentro y quien popularizó en los noventa de la mano de Sting la necesidad de preservar la Amazonia.

Los indígenas buscan unidad porque el desafío que afrontan es mayúsculo. A los estragos de la crisis climática, que se siente en sus tierras como en otros rincones del mundo, se une un presidente que, por encima de consideraciones ambientales para asegurar la preservación de la Amazonia, quiere promover el desarrollo económico en reservas indígenas. El Gobierno que dirige ultima un proyecto de ley para autorizar en ellas la minería, la extracción de petróleo y gas y la construcción de hidroeléctricas, según un borrador publicado por el diario O’Globo.

Bolsonaro considera a estas comunidades rehenes de ONG que los mantienen anclados en la pobreza, sin aprovechar las inmensas riquezas naturales que atesoran sus tierras. El ultraderechista declaró hace seis años que los indígenas brasileños –unos 800.000 (el 0,6% de la población), repartidos en 225 grupos– “tienen que ser integrados en la sociedad, no criados en zoológicos millonarios”, dijo, en referencia quizá a las reservas indígenas que hoy suman más de 400.

La reunión pretende relanzar la alianza de los pueblos de la selva tropical que el activista Chico Mendes ideó en los ochenta para promover el desarrollo sostenible de la región. Mendes, que se dedicaba a la extracción de caucho, fue asesinado en 1988 tras sobrevivir a varios atentados. Se convirtió en uno de los mártires ecologistas más conocidos del mundo.