*Por:Ana Soteras
“Aunque todavía es pronto para tener una estimación certera de cuáles pueden ser las secuelas y a cuántos pacientes puede afectar, debemos estar prevenidos ante dos de tipo respiratorio: fibrosis y embolias pulmonares”, explica a Efe el jefe de Servicio de Neumología del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid.
La fase grave de COVID-19 supone el desarrollo de una neumonía y si el sistema inmunitario no es capaz de frenar al virus se puede producir una respuesta inmune desmedida, mediante la producción de unas sustancias denominadas citoquinas, las causantes de una inflamación de las vías respiratorias que se puede extender por el organismo en los casos críticos.
“Una de las consecuencias de esa respuesta inmunológica desproporcionada es que pone en marcha todos los mecanismos de reparación que tiene el pulmón y uno de ellos es la fibrosis”, señala el neumólogo.
LA FIBROSIS ES UNA ESPECIE DE CICATRIZ EN EL PULMÓN QUE DIFICULTA LA FUNCIÓN DE ESTE ÓRGANO, CONSEGUIR OXÍGENO Y ELIMINAR ANHÍDRIDO CARBÓNICO.
“Nos preocupan esas cicatrices pero en este momento -apunta- no sabemos a cuántos pacientes que han superado la enfermedad y en qué grado van a tener fibrosis y esa es una de las razones que nos obliga a seguir con cierto detalle a los pacientes con radiografías de tórax todavía no normalizadas”.
Otra de las consecuencias de la neumonía por COVID-19 podría ser la embolia pulmonar, cuando se forman coágulos en las arterias de los pulmones.
“Estos pacientes requerirán un tratamiento de anticoagulación durante un mínimo de tres meses y puede que algunos de forma indefinida por lo que necesitarán un seguimiento a largo plazo”, señala el experto.
Tanto la fibrosis como la embolia pulmonar no son solo secuelas derivadas solo del COVID-19 sino que también se presentan en neumonías de otro origen.
Tampoco se conoce, de momento, si por edad o por otras características clínicas, hay grupos con más riesgo de desarrollar estas secuelas, aunque en el caso de la embolia pulmonar, en general, es más frecuente en personas mayores.
UNA DE LAS PREOCUPACIONES ERA LA VULNERABILIDAD QUE ANTE EL CORONAVIRUS PODRÍAN TENER LOS PACIENTES CON ENFERMEDAD PULMONAR OBSTRUCTIVA CRÓNICA, EPOC, SIN EMBARGO HA SORPRENDIDO QUE NO SEA ASÍ.
“Algunos datos indirectos nos hacen pensar que quizá estén más protegidos que otros pacientes por algunos de los fármacos que se utilizan contra la EPOC, que podrían hacer que la respuesta inflamatoria en el pulmón sea menos intensa”.
Aunque ya se ha pasado la fase más aguda de asistencia clínica de pacientes con COVID-19, el Hospital Ramón y Cajal todavía tiene más de cuatrocientos enfermos ingresados.
Las programación para hacer las revisiones a los que han recibido el alta todavía no está definida y comenzará en el momento en el que se reabran las consultas ambulatorias.
“Pacientes con radiografías de tórax alteradas en el momento del alta y pacientes con insuficiencia respiratoria de forma obligada tienen que ser revisados en un plazo prudencial, entre 4 y 6 semanas”, indica el especialista.
Desajustes de coagulación, otra de las secuelas del coronavirus
El doctor Fernando de la Calle, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), destaca que la cascada inflamatoria descontrolada que el virus desencadena en los pacientes más graves, además de afectar al pulmón, “produce desajustes en los sistemas de coagulación”.
Y así lo ha podido ver en pacientes de COVID-19 como adjunto en la Unidad de Enfermedades Infecciosas y Medicina Tropical del Hospital Universitario La Paz de Madrid.
“Hemos tenido varios pacientes con infartos cerebrales, cuadros neurológicos por minitrombos a nivel cerebral, encefalitis leves e incluso anemias, todo ello causado por la inflamación en una fase aguda” de la enfermedad, indica.
Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), las manifestaciones neurológicas relacionadas con COVID-19 más frecuentes detectadas hasta la fecha son encefalopatía leve-moderada (28,3 %), ictus (22,8 %), pérdida de olfato (19,6 %) y cefaleas (14,1 %) como reflejan los casos incluidos en un registro de manifestaciones neurológicas por coronavirus.
“Estas alteraciones conllevan secuelas durante la convalecencia, un trombo pulmonar puede hacer que la capacidad pulmonar sea menor o que sea necesario que el paciente siga temporalmente un tratamiento anticoagulante”, apunta De la Calle.
En el Hospital La Paz hay ahora ingresados unos 600 pacientes, pero llegaron a los mil en los días álgidos de la epidemia . A partir de ahora se empezarán a programar las revisiones de las personas con el alta médica.
Todavía, comenta, no han visto en este centro hospitalario casos de “reinfección” del virus, pero sí recaída por los síntomas de la propia enfermedad.
“Los 5-7 primeros días los síntomas son más parecidos a la gripe, pero después comienzan las complicaciones respiratorias. Más que una recaída es una segunda oleada derivada del proceso de inflamación”, precisa.
El doctor Fernando de la Calle fue uno de los especialista que estuvo también en primer fila durante la crisis del ébola, en 2014, con los casos de los misioneros repatriados de África y la auxiliar de enfermería Teresa Romero contagiada mientras realizaba su trabajo con uno de ellos.
“EL ÉBOLA NOS HA DADO, EN NUESTRO HOSPITAL, EL BAGAJE PARA PODER ENFRENTARNOS EN UN PRIMER MOMENTO A ESTE VIRUS, AUNQUE LUEGO SE DESBORDÓ. ES ÚTIL ESTAR PREPARADOS Y A NUESTROS DIRIGENTES Y GERENTES LES DIGO QUE DEJEN DE PENSAR QUE ESTO SOLO PASA EN SIERRA LEONA O EN CHINA, QUE MERECE LA PENA INVERTIR EN PERSONAL Y EN FORMACIÓN”, APUNTA.
Se lamenta del alto índice de contagios por coronavirus entre el personal sanitario, más de 34.000 profesionales, y comenta que, aunque “hemos vivido situaciones de sentirnos en una trinchera de guerra”, ahora el cansancio de “más anímico o mental, más que físico”.
El síndrome post-UCI
Si además estos pacientes críticos han pasado estancias largas en las unidades de cuidados intensivos también podrían padecer las secuelas de la inmovilización.
Según la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC), el síndrome post UCI supone secuelas físicas, principalmente respiratorias y neuromusculares, con una importante pérdida muscular y funcional.
También registran problemas cognitivos como alteración de la memoria y de la atención y psíquicas depresión, ansiedad, estrés y síndrome de estrés postraumático.
¿Qué pasará en otoño?
El miedo a un rebrote del virus a partir de otoño planea en todos los ámbitos. Sin embargo, los profesionales sanitarios lo ven ya con perspectiva.
Para el neumólogo David Jiménez, del Hospital Ramón y Cajal: “Tenemos la esperanza de que si hay una segunda ola probablemente sea menos intensa y, ademas, estaríamos más preparados tanto desde el punto de vista organizativo, como desde el punto de vista del conocimiento científico a la hora de manejar a estos pacientes”.
Opinión que comparte el especialista en enfermedades infecciosa, Fernando de la Calle quien no obstante apunta: “mientras no haya inmunidad podemos ser carne de cañón del virus”.