El 10 de diciembre de 2019, Telmo Castro Donoso aparecía asesinado en la cárcel de alta seguridad de Guayaquil, en Ecuador. No parecía aquello algo accidental o propio de un descuido de los funcionarios: el cuerpo de Castro yacía boca abajo en el suelo de su celda, desnudo y con 15 puñaladas atestadas. Los pies y las manos, bien atadas a la espalda. Si aquello no era un ajuste de cuentas, lo parecía: Telmo Castro, alias ‘El Capi’, por su pasado como capitán del ejército ecuatoriano hasta su primera detención por vínculos con la droga en 2009, pasaba por ser una de las manos derechas del ‘Chapo’ Guzmán y el cartel de Sinaloa en Ecuador. Su violento y mediático asesinato parecía introducir al país en una nueva fase de su relación con el tráfico de drogas.
Situado entre Perú -gran productor de hoja de coca- y Colombia -gran exportador de cocaína-, es lógico que Ecuador se haya convertido en los últimos 30 años en el lugar clave para el reparto de esta sustancia no sólo hacia México, sino, sobre todo, hacia Estados Unidos (EEUU), principal país consumidor. El encanto de Ecuador hasta ahora ha sido precisamente el hecho de que se trate de un país en apariencia tranquilo y que no despierta sospechas. Desde hace décadas, se conoce la presencia de responsables de cárteles mexicanos y colombianos en el país, pero su trabajo, hasta hace muy poco, se hacía en silencio, sin llamar la atención de la DEA y sus tentáculos por todo América del Sur.
Por supuesto, durante todo este tiempo, en Ecuador ha habido corrupción y ha habido intervenciones policiales. Las ha habido con Rafael Correa, cuya administración mucho tuvo que ver en los tejemanejes con las FARC y todo lo que eso conlleva, las ha habido con Lenín Moreno y las hay ahora con Guillermo Lasso. El narco, sobre todo mexicano, está muy metido en las instituciones clave del país. Lo que ha cambiado es que ahora hay violencia. Una violencia brutal y preocupante, que recuerda a la de sus países vecinos. Una violencia que ha obligado al presidente Lasso a decretar el estado de excepción durante los próximos 60 días.
Apunta el portal InsightCrime, una auténtica referencia en temas de delincuencia provocada por el narco en América Latina, la posibilidad de que, en realidad, todo cambiara un poco antes del ajusticiamiento de Telmo Castro. En Sucumbíos, provincia fronteriza con Colombia, se produjeron de 2017 a 2019 algunos movimientos extraños. Para empezar, hay que aclarar que, en Sucumbíos, el estado apenas existe. No se atreve a entrar. Desde los años noventa, ha sido un territorio donde la gran autoridad han sido las FARC. De los guerrilleros colombianos dependía buena parte del orden y de la seguridad.
Eso no era necesariamente una buena noticia, pues Sucumbíos fue durante todos esos años la provincia más peligrosa y con más asesinatos de todo el país… pero, digamos, que mantenía esa violencia fuera de las manos de los cárteles, en clara connivencia con las fuerzas armadas ecuatorianas. El pacto no escrito estaba claro: ahí se movían muchos millones de dólares, las FARC decidían con quién hacían negocio y con quién no y alejaban al cártel de Sinaloa y a sus competidores de la tentación de iniciar una guerra con civiles de por medio.
Pese a la pandemia y los distintos confinamientos, 2020 fue un año horrible para la seguridad ciudadana en Ecuador, con 1.369 muertes violentas
Los acuerdos de paz entre los guerrilleros y el gobierno de Juan Manuel Santos en 2016 cambiaron por completo este tenso equilibrio. Poco a poco, se procedió al desmantelamiento de los cuarteles, al desarme de los guerrilleros y a su vuelta al mundo civil. ¿Qué implicó eso en Sucumbíos? Por un lado, algunos exguerrilleros siguieron con el negocio de la droga y la seguridad impuesta. Por otro lado, los cárteles vieron la oportunidad de controlar ellos los suministros y de tejer sus propias redes clientelares de amigos y enemigos, a los que premiar o castigar según el caso.
Las fuerzas de seguridad del Estado se vieron sin el apoyo implícito de los paramilitares y se tuvieron que enfrentar directamente con los narcos, cuando no aceptar mordidas y mirar a otro lado. Sucumbíos se convirtió en un paraíso para el hampa. Se acabaron los diques. En 2019 y 2020 se han visto multitud de asesinatos, emboscadas a comandos policiales, ajustes de cuentas y todo ese largo etcétera que acompaña siempre a la dictadura del narco. El verdadero miedo era que la violencia de Sucumbíos se extendiera al resto del país. Parece claro que así está siendo.
Incremento de muertes violentas
Pese a la pandemia y los distintos confinamientos, 2020 fue un año horrible para la seguridad ciudadana en Ecuador, con 1.369 muertes violentas, casi un 20% más que en 2019, que, a su vez, había visto un aumento de otro 20% respecto a 2018. Si en Sucumbíos se registraban 33 muertes violentas a lo largo del año, en la provincia de Guayas -donde se ubica Guayaquil- se llegaba a 533, un auténtico disparate.
Con todo, 2021 está siendo mucho peor: sólo en cárceles, han muerto 238 reclusos, la mayoría de ellos en enfrentamientos con miembros de otros cárteles. El más reciente, en la misma prisión de Guayaquil donde muriera Telmo Castro hace dos años, dejó 119 fallecidos en distintos tiroteos. En total, y a falta de ajustar los números, en estos casi diez meses de 2021, han muerto ya en Ecuador 1.900 personas de forma violenta. La subida ya no es de un preocupante 20% sino que ronda un desproporcionado 40%. El estado de excepción permitirá al Ejército patrullar las calles del país día y noche, pero está por ver si la medida no ha llegado demasiado tarde.
El Ejército cachea a ciudadanos durante el estado de excepción decretado por Lasso en Ecuador. Reuters
En su alocución del pasado lunes, Lasso apuntaba también al aumento de consumo de drogas en el país, asociándolo al aumento de incautaciones. Es complicado vincular sin más ambos datos y tampoco está claro en qué medida dicho aumento en el consumo podría derivar en un aumento en la violencia. Como quedó dicho antes, las dos costas de EEUU son los paraísos del consumo de drogas y apenas se registran incidentes relevantes. El problema, casi siempre, está en las fronteras.
Puede que Lasso y su administración quieran buscar en el consumo de drogas una explicación al aumento general de la violencia en el país, más allá de la lucha contra el narco. Recientemente, el gobierno puso en marcha una campaña en la que se explicaba a niños y mayores “cómo comportarse durante un tiroteo”. La misma noche del anuncio de Lasso, en un parque de Guayaquil, una mujer moría tras recibir 12 tiros por parte de un desconocido que huyó en motocicleta. La mujer iba acompañada de su hijo. En un centro comercial de la misma ciudad se había registrado días antes un tiroteo entre ladrones de una sucursal bancaria y el agente de seguridad de la misma. Estas noticias son constantes en la prensa ecuatoriana.
Apoyo de la administración Biden
Y el asunto es que no lo han sido durante décadas. Ecuador presumía, con razón, de tener una tasa de muertes violentas bajísima. Frente al promedio del continente -17,2 muertes violentas al año por cada cien mil habitantes-, Ecuador registró 5,79 apenas hace cuatro años. Tres veces menos de la media. Aunque incluso hoy en día se mantiene por debajo del promedio de sus vecinos, dicha tasa ha subido hasta los 11 por cada cien mil habitantes. Las muertes violentas se han doblado en este período y nada indica que vaya a quedarse aquí la cosa. Meter más armas en la calle, también tiene su lógico riesgo, obviamente.
El secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, durante su visita a Ecuador. Reuters
Esta decisión del gobierno de Lasso fue inmediatamente apoyada por el Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, de gira por la región. Blinken condicionó dicho apoyo, obviamente, al respeto a las garantías legales de los ciudadanos y a la defensa de los valores democráticos. A continuación, se puso a hablar del medio ambiente y el compromiso con la sostenibilidad. El alza del precio de los combustibles es otro motivo de insatisfacción entre los ecuatorianos y se teme que pueda provocar a su vez otro aumento en la delincuencia.
Este apoyo de la administración Biden se antoja imprescindible. Recordemos que, durante ocho años, coincidiendo con el final de la administración Correa y el principio del mandato de Moreno, las relaciones entre Ecuador y EEUU estuvieron totalmente rotas. Todo esto, hasta 2016, al menos, con Joe Biden como vicepresidente del país norteamericano. El inicio de conversaciones ya durante la administración Trump ha derivado en una serie de acuerdos comerciales que habrán de ampliarse a la seguridad y protección de los ecuatorianos. Aunque los muertos se cuentan en Ecuador, en Colombia o en México, la droga se consume mayoritariamente en EEUU. El interés mutuo es obvio y la colaboración haría bien en empezar lo antes posible.