El verano pasado, Mamadou Ba, responsable de una organización contra el racismo en Lisboa, recibió una carta. “Nuestro objetivo es matar a todos los extranjeros y antifascistas y usted está en nuestro punto de mira”, decía. Unas semanas más tarde, recibió un mensaje en el que se le pedía que se fuera de Portugal o, de lo contrario, su familia sufriría las consecuencias. Ese mensaje iba acompañado de un cartucho de bala.
El relato de Ba es uno de los cada vez más numerosos incidentes racistas registrados en Portugal que han llevado a la Red Europea contra el Racismo (ENAR) a pedir “una respuesta urgente de las instituciones del país”.
En enero de este año, una mujer negra y su hija fueron agredidas porque no tenían un billete de autobús. En febrero, la policía agredió a dos mujeres brasileñas frente a un club de Cabo Verde y, en el mismo mes, el futbolista del Oporto Moussa Marega, nacido en Malí, abandonó un partido después de que los aficionados gritaran insultos racistas.
El peor ataque tuvo lugar en julio un sábado por la tarde cuando un actor negro, Bruno Candé, fue asesinado después de que un hombre le disparara seis veces en la espalda con un rifle en lo que el ENAR ha descrito como “un crimen racista explícito”.
“En los últimos meses se ha registrado un aumento muy preocupante de los ataques racistas de extrema derecha en Portugal, lo que confirma que los mensajes de odio están avivando tácticas más agresivas dirigidas contra defensores de los derechos humanos de las minorías raciales”, sostiene la organización.
Ba, que dirige la ONG SOS Racismo, está de acuerdo con esta afirmación: “Es evidente que la violencia ha escalado y que es una consecuencia del desarrollo del terrorismo de extrema derecha en Portugal en los últimos años”.
El año pasado, la comisión portuguesa para la igualdad y contra la discriminación recibió 436 quejas de incidentes racistas. Un aumento del 26% respecto a 2018.
ENAR vincula este incremento con las elecciones generales del pasado mes de octubre. En Portugal, como en muchos otros países europeos, incluida España, se ha producido un resurgimiento de la extrema derecha. En el caso de España fue Vox (52 diputados); en el de Portugal, el partido Chega (Basta), cuyo líder, André Ventura, obtuvo un escaño en el Parlamento.
Desde entonces, según ENAR, “los activistas de extrema derecha se han envalentonado para cometer ataques racistas que constituyen delitos contra personas racializadas”.
Ventura, de quien se sabe que tiene vínculos con otros grupos radicales de extrema derecha, ha nombrado a antiguos miembros de grupos neonazis para ocupar puestos de dirección en su partido, aunque tras los nombramientos ha negado conocer el pasado de estas personas. Por otra parte, no dudó en llamar “candidata gitana” a una política que que se presentaba a las elecciones y también se ha mostrado partidario de la “reducción drástica” de las comunidades musulmanas en Europa.
“Ventura está ganando terreno porque dice en público lo que muchos portugueses piensan en privado, pero no se atreven a verbalizar”, afirma el politólogo António Costa Pinto. Añade que si bien el sistema electoral portugués permitió que Ventura ocupara un escaño con sólo el 1,29% de los votos, “está dando voz a mucha gente”.
Costa Pinto señala que la agenda política de Ventura es similar a la de muchos otros líderes de extrema derecha en todo el mundo, sobre todo en sus denuncias contra las “élites políticas y la corrupción”. El politólogo puntualiza que el programa de Ventura también se centra en gran medida en la lucha contra la delincuencia, “con los romaníes o los afroportugueses” como chivo expiatorio.
En contraste con la dureza de su discurso, que recuerda a la retórica del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, los datos del Gobierno muestran que la delincuencia en Portugal ha disminuido de forma constante en un 20% en los últimos 12 años.
Chega no ha respondido a una solicitud de The Guardian para comentar la situación, pero Ba afirma que ya se puede apreciar el impacto del auge del partido: “Siempre hemos dicho que Portugal tiene muchos simpatizantes de la extrema derecha, pero ningún líder de la extrema derecha. Ahora André Ventura se ha convertido en un megáfono institucional del racismo en el Parlamento”.
El movimiento Black Lives Matter intenta propiciar un debate sobre el racismo en Portugal, un tema que nunca se abordó durante el período de descolonización que siguió a la Revolución de los Claveles en 1974. Ventura lidera la oposición a esta iniciativa.
Este año, la comunidad negra de Portugal organizó la que según Ba fue la mayor marcha antirracista jamás vista en el país. El líder de Chega respondió con una contramanifestación bajo el lema “Portugal no es racista”
Cuando los manifestantes trataron de quitar algunas estatuas de personalidades históricas vinculadas con el pasado colonial del país, SOS Racismo denuncia que se organizó una marcha al estilo “Ku Klux Klan” frente a la sede de la ONG, donde pintaron graffitis con esvásticas y comentarios ofensivos racistas. Por otra parte, activistas como Ba, así como académicos y parlamentarios [que se habían posicionado a favor de este debate], recibieron amenazas de muerte.
“Si alguien me lo hubiera dicho, nunca me habría presentado a las elecciones”
“Nunca imaginé este nivel de violencia”, lamenta Joacine Katar Moreira, una de las tres diputadas negras que tienen escaño en el Parlamento desde hace casi un año. “Creo que si alguien me hubiera dicho que iba a tener que lidiar con una situación como esta, nunca me habría presentado a las elecciones”.
La diputada, que nació en Guinea-Bissau, ha sido objeto de acoso y ha recibido comentarios denigrantes desde que asumió el cargo. De hecho, cuando la política tomó posesión, Ventura la invitó “a regresar a su país”.
“Estamos viendo que ha empezado a verse como normal el discurso de odio racista. Hay una normalización de los ataques racistas e incluso una legitimación político-institucional [de estos comportamientos]”, denuncia Katar Moreira. “Entré en el Parlamento al mismo tiempo que un diputado antidemocrático y el blanco de los ataques a nivel nacional durante varios meses no fue el diputado fascista y antidemocrático sino la diputada negra de origen humilde”.
A pesar del creciente número de denuncias por discriminación, casi ninguna ha dado lugar a una condena. Entre 2014 y 2018, la cifra de condenas por los “delitos de discriminación e incitación al odio y la violencia es inferior a 3”, según los datos estadísticos de la policía proporcionados a The Guardian.
ENAR señala que “la falta de respuesta institucional no hace sino reafirmar el sentimiento histórico de impunidad de los responsables de actos de violencia racista y negar la necesidad urgente de abordar el problema de racismo en Portugal”.
Katar Moreira considera que el país “se resiste enérgicamente” a hablar de racismo porque los ciudadanos “se ofenden profundamente cuando se afirma que el racismo de la sociedad portuguesa es estructural”. “Piensan que les estamos ofendiendo a título personal”, señala. Ba lo llama “estado de negación” y argumenta que las leyes actuales son insuficientes para combatir la discriminación.
“Hay una especie de letargo”, subraya. “O reformamos las leyes para hacerlas más efectivas o tendremos problemas porque la facilidad con la que André Ventura se ha apropiado de los sentimientos más nefastos y oscuros del antiguo régimen podría ser la gasolina que impulse el crecimiento de la extrema derecha”.
Traducido por Emma Reverter