Ver un partido de fútbol va a dejar de ser una experiencia plana. Ni siquiera habrá televisor. Gracias a unas gafas de realidad virtual, el telespectador entrará en los vestuarios y saldrá al campo junto a los jugadores, y podrá seguir el juego desde la parte del campo que elija, en tiempo real. Si en un viaje el viajero recae de su vieja dolencia cardiaca no tendrá que esperar al regreso. Su cirujano de confianza le operará en remoto gracias a unos robots quirúrgicos que obedecerán sus órdenes al instante, aunque haya miles de kilómetros de por medio. Los campos se sembrarán no solo de trigo, sino de pequeños chips que controlarán todas las faenas, desde el riego a la recolección con tractores automatizados. Los hogares, las fábricas, los coches autónomos y, también lamentablemente, los arsenales de armas serán controlados también a distancia sin el riesgo del retardo porque cuando se apriete el botón, la máquina o el dispositivo responderá en un milisegundo, lo que tarda el cerebro humano en accionar una mano o cualquier músculo.
La nueva guerra fría del 5G
La batalla desatada por EE UU por el control de la quinta generación del móvil provoca un conflicto geopolítico que deja indefensas a las empresas y Gobiernos europeos