Para Estados Unidos la lucha contra el terrorismo ya no es su principal preocupación sino el crecimiento de Rusia y China, como principales potencias.
Al estilo de la Guerra Fría, la administración de Donald Trump recupera el conflicto entre superpotencias, como eje principal. A la vez, se aleja de la llamada “guerra contra el terror”, patrocinada por la gestión de George. W Bush, a partir del ataque a las torren gemelas el 11 de Septiembre de 2001 cuya prioridad era terminar con el terrorismo yihadista. “Continuaremos nuestra lucha contra el terrorismo pero la competencia entre grandes poderes será ahora el principal objetivo de la seguridad nacional estadounidense” anunció el ministro de Defensa, James Mattis.
Rusia y China son dos claros destinatarios de esta nueva política norteamericana. El informe los caracteriza como “regímenes revisionistas” que “buscan crear un mundo consistente con sus modelos autoritarios”y “ampliar su capacidad de veto, frente a las decisiones de otras naciones. Además, advierte sobre el peligro que representan Irán y Corea del Norte, a las que responsabilizan de llevar adelante “acciones ilegales que amenazan la estabilidad regional y global”.
El documento acusa a China de utilizar una “economía depredadora” para “intimidar” a sus vecinos mientras “militariza” la infraestructura del Mar de China Meridional”, y agrega que “Rusia ha violado las fronteras de las naciones cercanas y persigue el poder de veto sobre las decisiones económicas, diplomáticas y de seguridad de sus vecinos”.
Los ejes principales de este nuevo paradigma ya habían sido adelantados por la Casa Blanca, a finales de diciembre de 2017, cuando presentó su nueva doctrina de seguridad nacional. El aislacionismo diplomático, el fortalecimiento militar, el proteccionismo económico y la caracterización del calentamiento global como un “engaño”, reafirman que en política exterior también predomina el principio de la era Trump, “Estados Unidos primero” (America First).
La Casa Blanca, busca utilizar la disuasión mediante el poderío militar, como herramienta de las relaciones internacionales, es por eso que tiene como objetivo la formación de “tropas más letales”, mejor equipadas y preparadas y la “reforma administrativa” del Pentágono para mejorar su capacidad de intervención.
Gran parte de la construcción de una fuerza más eficiente se centra en la modernización de armas y equipos. Sin embargo, el documento no solo hace referencia al equipamiento en el campo de batalla. Sino también, en la “modernización de la fuerza nuclear” y en la capacidad de defensa frente a los ataques cibernéticos.
En su discurso, Mattis resaltó el refuerzo de las alianzas tradicionales, y la creación de otras nuevas. “Esperamos que los aliados europeos cumplan sus compromisos de aumentar los gastos de defensa y modernización para reforzar la alianza frente a nuestras preocupaciones de seguridad compartidas”. Un claro llamado de atención a los países de la OTAN, a los que acusa de no destinar un porcentaje suficiente de su PBI a defensa.
Además, aprovechó para criticar al Congreso por no proporcionar fondos adecuados al Departamento de Defensa, señalando que la Ley de Control Presupuestario y las resoluciones continuas a corto plazo aprobadas en los últimos años “habían hecho más daño a la disposición del ejército de los EE. UU. que ningún enemigo en el campo”.
Por su parte, el Canciller ruso, Serguei Lávrov, en una rueda de prensa en la ONU, criticó la nueva estrategia militar propuesta por la Casa Blanca. Consideró “lamentable” los intentos de Estados Unidos por demostrar su poderío por medio de hechos de “confrontación”, cerrando toda posibilidad de mantener un diálogo “normal” acorde al derecho internacional.Además, aseguró que “sin EE.UU. no es posible que se cumple el Acuerdo Núclear con Irán”.
En el olvido parecen haber quedado las visiones de Barack Obama o Bill Clinton, en las que eran necesario la “cooperación estratégica”, en un mundo cada vez más “interdependiente” y “multilateral”, en el que, por ejemplo, China podía percibirse como un “socio” más que como un “competidor” . Este nuevo paradigma recupera el conflicto como eje, conserva la contradicción.
Fuente: Agencias