En medio de un campo nevado, Dan Romanchenko prepara el fusil. Apunta y dispara a la diana colocada en un árbol, a unos cuantos metros de distancia.
Detrás, varios de sus compañeros de la Milicia Nacional aguardan su turno para practicar con el arma.
Entre los árboles salpicados de copos blancos, un grupo de hombres enfundados en trajes de camuflaje inspeccionan el terreno.
“Estamos preparados para enfrentar la agresión rusa y creo que debemos hacerlo.
Tenemos que defendernos. La situación es muy complicada y cada vez peor”, afirma rotundo Romanchenko.
Lejos, a su espalda, pueden adivinarse sus tres disparos en la diana.