La prórroga del estado de alarma que aprobó este jueves el Congreso vino acompañada de dos advertencias del presidente del Gobierno. La primera es que no volveremos a la normalidad hasta que haya una vacuna en el mercado, lo que puede tardar al menos un año. La segunda, que con toda seguridad tendrá que volver al Parlamento a solicitar la ampliación del plazo de este periodo excepcional, lo que sitúa el horizonte en, al menos, el 10 de mayo.
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Pero estado de alarma y confinamiento no son sinónimos. Permanecer encerrados en casa hasta mediados de mayo es una posibilidad, pero el propio Pedro Sánchez advirtió hace una semana de que las restricciones no serán siempre las mismas. Igual que en esta nueva prórroga han vuelto al trabajo personas de sectores no esenciales, en la siguiente se podrían tomar medidas que abran la mano también para el resto de los ciudadanos. La ministra portavoz, María Jesús Montero, ya adelantó este miércoles que probablemente a partir del 26 de abril se podría empezar a regresar a la normalidad. El titular de Sanidad, Salvador Illa, es más prudente. Su departamento, insiste, está trabajando en un plan de desescalada de medidas, pero se tienen que tomar con prudencia y si se dan las condiciones necesarias.
¿Qué tendría que suceder para que en dos semanas comenzara a haber alguna relajación de las medidas entre la ciudadanía? La mayoría de epidemiólogos especula con que sería posible empezar las primeras salidas a la calle, siempre en solitario, respetando las distancias con otras personas, o con niños, cerca del domicilio. Pero para ello, explica Pedro Gullón, vocal de la Sociedad Española de Epidemiología, será necesaria una caída sostenida de los casos y los ingresos en las UCI. “Están empezando a bajar, pero tendríamos que ver que sucede mucho más rápido”, asegura. También será necesario, en su opinión, que para entonces los sistemas de salud sean capaces de detectar de forma temprana los casos, para trazarlos y aislarlos.
La Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas) publicó el miércoles un documento en el que abordaba cómo se debería llegar a esta fase de desconfinamiento. Aunque no pone fechas, asegura que, en una segunda fase de control de la epidemia, es deseable ir relajando algunos aspectos de la cuarentena para mitigar su impacto social y económico. “Seguramente los eventos de masas habrán de esperar, pero podrían retomarse actividades productivas que permitan minimizar la probabilidad de infección, además de aliviar el confinamiento extremo de diversos grupos, como los niños”, asegura el documento.
Pero para llegar a esa segunda fase, la Sespas también pone unas condiciones. Propone una segmentación territorial, ya que no en todas las regiones la pandemia está en la misma fase. También considera necesaria una reducción de la transmisión, que pasa por mejorar los esfuerzos en la detección precoz, generalizar el uso de mascarillas en lugares públicos y de trabajo, y establecer una monitorización social para comprobar la aceptación y el cumplimiento de las medidas.
“El escenario que nos va a permitir tomar medidas de desconfinamiento es la reducción de los casos. Sabemos que el infradiagnóstico es enorme. Ahora estamos en una meseta, pero no vemos que las cifras bajen. Y mientras eso no ocurra, es imprudente rebajar las medidas. No hay base para decir eso, ninguna certeza”, advierte Francisco Bolúmar, catedrático de Epidemiología en la Universidad de Alcalá.