Aunque constituían un ejército novato, las tropas comandadas por el general Pedro Santana vencieron de forma contundente a las milicias haitianas, dirigidas por el presidente Charles Hérard Ainé, el 19 de marzo de 1844, en la primera gran batalla que defendió la Independencia Nacional, proclamada en Santo Domingo.
Entonces, el ejército criollo, formado para repeler el intento de revertir la liberación de la patria, anunciada el 27 de febrero de 1844, estaba formado por 2,500 soldados principiantes procedentes de varios lugares del Este y el Sur del país, mientras que las tropas haitianas la integraban más de 8,000 soldados.
Según “El diario de la independencia”, del historiador Adriano Miguel Tejada, el lunes 18 de marzo un mensajero enviado por el patriota Jaime Vidal, quien se trasladó desde El Maniel, le informó al general Santana, comandante en jefe de los ejércitos expedicionarios, sobre los movimientos que hacían las tropas haitianas que invadían el territorio dominicano.
El general Santana preparó las tropas al amanecer y formó una línea defensiva desde el camino del Barro, en el noroeste, hasta el trayecto de Los Conucos, en el suroeste.
“En el flanco derecho, Santana emplazó a los fusileros azuanos, comandados por Valentín Alcántara y Vicente Noble, y un contingente de macheteros entrenados por el coronel Antonio Duvergé. En la retaguardia de este flanco estaba Nicolás Mañón, con 200 hombres en el cerro de Resolí, en Azua”, relató Tejeda.
El historiador y periodista contó además que, “a la izquierda, había emplazada otra pieza de artillería y los fusileros de Matías de Vargas, José Leger y Feliciano Martínez”. En las refriegas, los haitianos fueron vencidos, y Hérard Ainé se retiró a orillas del río Jura para reorganizarse sus huestes.
Los haitianos perdieron entre 200 y 300 hombres, mientras que las bajas dominicanas fueron insignificantes.
Pese a la contundente derrota sufrida en tierras azuanas, a manos de los criollos, los extranjeros se prepararon y volvieron a atacar el 30 de marzo de 1844, en Santiago de los Caballeros, donde de nuevo fueron abatidos.
A la sazón, las tropas, al mando del general José María Imbert, resistieron cinco ataques, por dos flancos, en los que los invasores tuvieron unas 600 bajas y una mayor cantidad de heridos, mientras los nacionales no sufrieron pérdidas.
Santana, quien dirigió las tropas, transcendió por el éxito y el protagonismo logrado fue determinante para que se convirtiera en una figura de gran poder. Antonio Duvergé, reconocido por su valor, se destacó en los combates. Entrenó a los macheteros y se ocupó de auxiliar a los contingentes necesitados de ayuda.