El juicio en segunda instancia del ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, que debe comenzar este miércoles a las 8 de la mañana en Porto Alegre, bloqueó buena parte de la ciudad. Un gigantesco operativo de seguridad fue montado desde el mediodía del martes para prevenir eventuales “atentados” contra un trío de jueces, que deben decidir si confirman o rechazan la sentencia a 9 años y medio de prisión dictada por el juez de Curitiba Sergio Moro contra el ex mandatario.

Lula y el Partido de los Trabajadores pasarán por la instancia más crítica de sus 38 años de historia política. Si esos magistrados del sur brasileño decidieran por unanimidad ratificar la condena, el líder del PT quedará afuera de la carrera electoral que se definirá en octubre. O sea, queda en manos de la justicia trazar el futuro del país. Para el actual titular del Poder Ejecutivo brasileño, Michel Temer, el juicio “demuestra que las instituciones están funcionando con tranquilidad”. Fue lo que declaró al aterrizar en Davos, donde este miércoles debe pronunciar un discurso frente a empresarios y financistas de todo el mundo. Entre los hombres del establishment hay, sin embargo, más interés en lo que puede ocurrir en Porto Alegre que en las palabras que pueda pronunciar el jefe del Palacio del Planalto. Confiado en mostrar una cara “optimista” de un Brasil tímidamente en recuperación, Temer descartó que vaya a ocurrir algún incidente:

“No creo que eso suceda. No habrá ningún malestar. Es natural (el juicio)”.