A Trump le cuesta un tuit convertir a sus ídolos en los villanos de su telerrealidad presidencial.
Frustrado por el éxito mediático de la mordaz carta de renuncia del general Jim Mattis como secretario de Defensa, el presidente se vengó ayer.
En su Twitter anunció que Patrick Shanahan, subsecretario en el Pentágono y exejecutivo en Boeing, será el secretario de Defensa en funciones el 1 de enero.
Mattis, en cuya misiva reprendió al presidente por su rechazo a los aliados y su pasión por los autócratas, señaló que se despediría el 28 de febrero.
Vista la admiración con la que se trata a Mattis, y las quejas que ha provocado entre los republicanos su marcha, Trump se colgó la medalla de que él le ofreció una oportunidad tras “el despido sin gloria” que tuvo con Obama.
“Le dí los recursos que nunca había tenido. Los aliados son muy importantes, pero no si sacan ventaja de EE.UU.”, escribió.
Y pasó a hacer un elogio del sustituto interino, una figura que se prodiga en un Gobierno altamente volátil, a expensas del “humor” de Trump. Este nuevo acto de impulsividad no hizo más que confirmar el titular “Ve una guerra todos los días” con el que ayer abrió portada The New York Times . En esta crónica de las interioridades de la Casa Blanca se describe a Trump como un presidente aislado, que se siente “total y completamente abandonado”, distanciado de sus hijos, que no tiene amigos en el Ejecutivo, que cada vez expresa más frustración con sus asesores, a los que trata a golpes de insulto, e incapaz de escuchar una mínima crítica o que se viertan elogios de su yerno Jared Kushner (por la reforma penal) cuando él debería ser “el héroe más popular de América”, según uno de sus tuits.
Este domingo amaneció solo en su residencia. Así que, aviso, esto no es el clásico anuncio de turrones. Melania vuelve a casa por Navidad. La primera dama y su hijo Barron volaron el viernes a la mansión de Mar-a-Lago para disfrutar de las fiestas en Florida. Tenían previsto permanecer allí quince días de asueto.
Pero la noche del sábado, la portavoz del Gobierno, Sarah Huckabee Sanders, envió el siguiente mensaje:
“Dado el cierre del Gobierno, el presidente Trump permanecerá en Washington y la primera dama regresará de Florida para pasar juntos las Navidades”.
Incluso para los cánones del trumpismo, en el que por lo visto a su líder se le consiente todo, habría resultado feo que él también emprendiera el viaje.
Y, entre tanto, a unos 800.000 funcionarios federales se les suspende el empleo y el sueldo (380.000) o se les hace trabajar por cuestiones de seguridad (420.000), aunque sin cobrar. Todos están a la espera de que haya un acuerdo entre los dos partidos para financiar el gasto de la Administración y que la actividad vuelva a la normalidad.
Horas antes al comunicado de la portavoz, los congresistas de ambas cámaras emprendieron trayecto rumbo a sus domicilios, repartidos por el país.
No hubo manera de pactar nada. Los demócratas no ceden en su oposición a concederle a Trump el capricho de 5.700 millones de dólares para construir su muro con el dinero de los ciudadanos. Los legisladores se citaron en el Capitolio para el próximo jueves.
Mick Mulveny, jefe de gabinete interino, pronosticó ayer en la Fox que el cierre parcial del Gobierno continuará en enero, cuando los demócratas tomen el control de la cámara baja. Si bien achacó a los progresistas que se haya llegado a este punto, también aceptó la influencia de cómo Trump ejerce la presidencia.
O lo que otros llaman “la tiranía de los opinólogos”. Trump no pudo soportar que los hooligans mediáticos de la extrema derecha le dijeran de todo menos bonito por renunciar a la financiación del muro. Y abrió otra guerra.