El ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, dio la orden de iniciar la retirada de las tropas rusas de la ciudad de Jersón, ocupada en los primeros días de la invasión a Ucrania.
El comandante de las fuerzas rusas en Ucrania, el general Sergei Surovikin, admitió que ya no era posible para sus unidades mantener los suministros en la ciudad e intentar al mismo tiempo repeler los ataques del ejército ucraniano.
“En estas circunstancias, la opción más sensata es organizar la defensa a lo largo de la otra orilla del río Dnipro“, dijo Surovikin en una reunión con los altos mandos militares. Este planteamiento fue aceptado por Shoigu.
La decision significa que las fuerzas rusas se retirarán por completo de los territorios que ocupan en la orilla occidental del río Dniéper.
Jersón fue la primera gran capital ucraniana en caer en manos rusas tras la invasión del pasado 24 de febrero, un hecho que supuso un duro revés para el gobierno de Kyiv, el cual desde entonces ha fijado como meta su recuperación.
La ciudad y la provincia homónima son de especial importancia, porque limita con la península de Crimea, que Moscú se anexionó ilegalmente en 2014 y además la suministra de agua.
La recuperación de la zona es crucial para el gobierno del presidente Volodimir Zelenski, por cuanto le permitiría reafirmar el control ucraniano sobre el mar Negro y sobre otras localidades estratégicas como el puerto de Odesa.
Desde finales de verano las fuerzas ucranianas han lanzado una contraofensiva que ha incluido ataques como los Himars (sistemas de cohetes de artillería de alta movilidad, por sus siglas en inglés) suministrados por Estados Unidos, con drones e infantería, lo que le ha permitido recuperar parte del territorio perdido en las últimas semanas.
La posibilidad de que la urbe regresara al control de Kyiv era previsible. Hace unas semanas Moscú inició la evacuación de civiles y hace apenas unos días las banderas rusas dejaron de ondear en varias edificaciones de la administración impuesta por el Kremlin.
La noticia, además, ha coincidido con el anuncio de la muerte, presuntamente en un accidente de tránsito, del vicegobernador que Rusia impuso sobre Jersón, Kirill Stremousov.
Con cautela
La noticia ha sido recibida con reserva en Kyiv.
“Mientras la bandera ucrania no ondee sobre Jersón, no tiene sentido hablar de retirada“, dijo el asesor presidencial Mijaílo Podolíak, según reportó la agencia Reuters.
La inteligencia ucraniana y de sus aliados occidentales no descarta que Moscú simule una retirada para emboscar a las tropas de Kyiv dentro de la ciudad y allí librar una guerra batalla urbana.
En cualquier caso, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo que era “alentador” ver los avances en Ucrania.
“Los logros de las fuerzas armadas ucranianas pertenecen a los valientes soldados ucranianos, pero, por supuesto, el apoyo que reciben del Reino Unido, de los aliados y socios de la OTAN también es esencial”, aseguró.
No hay forma de que Moscú describa esta retirada como algo más que un revés humillante: su mayor pérdida desde que Ucrania recuperó grandes áreas alrededor de la ciudad de Járkiv a principios de otoño.
Y socava aún más el anuncio de Putin de septiembre de que Rusia de que se estaba anexando varias provincias ucranianas, incluida Jersón, que dijo que seguiría siendo territorio ruso “para siempre”.
La respuesta
Pero hay varias razones para que Ucrania no celebre demasiado.
La primera es que las fuerzas rusas en retirada probablemente habrán dejado minas y trampas explosivas para los ucranianos que avanzan.
La segunda es que Rusia, habiendo retirado sus tropas a la orilla este -y habiendo “evacuado”, a veces por la fuerza, a un gran número de civiles- ahora se verá tentada a bombardear Jersón a voluntad.
Finalmente, el patrón que surge en esta guerra es que cada vez que Rusia sufre un gran revés militar, responde castigando aún más a la población civil.
Son de esperar más ataques con misiles y aviones no tripulados rusos para hacer que el invierno para los ucranianos sea lo más miserable posible.