Hace unos años, Uri Levine necesitaba que le acompañaran al aeropuerto de Tel Aviv (Israel). “Se lo pedí a mi hijo, pero me contestó que no podía porque tenía el móvil roto”, cuenta. “Tampoco es para tanto, le dije, yo estaré en el coche y te guiaré hasta allí”, le calmó Levine. Pero su hijo no lo tenía claro: “¿Y cómo vuelvo a casa?”