Será imposible, casi con toda certeza, hallar vivo a algún presunto responsable y juzgarlo, pero Francia habrá dado otro pequeño paso para curar su mala conciencia. La Fiscalía de París anunció a finales de mayo la apertura de una investigación, por crímenes contra la humanidad, sobre los hechos de enero de 1943 en Marsella. En pocos días hubo varias redadas, con miles de arrestos, así como la demolición de dos barrios enteros, lindantes con el Vieux-Port, el puerto viejo, y la deportación forzosa de sus habitantes.
Las celebraciones del 75 aniversario del desembarco de Normandía eclipsaron un poco esta noticia judicial, que, pese al obvio retraso con que llega, tiene una considerable importancia simbólica porque vuelve a confrontar a Francia con una fase muy embarazosa de su pasado, su complicidad con Hitler.
Tropas alemanas y policías del régimen de Vichy deportaron a 20.000 personas
La demanda fue presentada por los abogados de varios supervivientes de las deportaciones, entre ellos Robert Barone y Anselme Matelli –uno tenía seis años y otro nueve cuando perdieron su hogar–, y algunos de sus descendientes. Su objetivo no es obtener una indemnización económica sino un resarcimiento moral, que se reconozca, al más alto nivel del Estado, la gravedad de lo que ocurrió, que se vuelva a hacer luz sobre unos acontecimientos que muchos franceses ni siquiera conocen. La Fiscalía se ha visto obligada a actuar porque un crimen contra la humanidad no prescribe nunca.
La operación Sultán se puso en marcha a iniciativa de los ocupantes alemanes. Tenía la bendición de Hitler y la mandó ejecutar Himmler, el jefe de las SS, a través de su hombre en Francia, el general Carl Oberg. Himmler había dicho que Marsella era “el chancro de Europa” y debía ser depurada. Los barrios que circundaban el Vieux-Port, como el de San Juan, eran un foco de delincuencia y prostitución. Se calcula que trabajaban unas tres mil meretrices. Los alemanes creían que aquel ambiente social tan degradado, sus callejuelas, los edificios comunicados entre sí a través de sus bodegas, era un terreno propicio para la clandestinidad y para la actividad de la resistencia. De hecho, un atentado contra un prostíbulo frecuentado por militares alemanes fue uno de los desencadenantes de la drástica decisión de limpiar Marsella.
Será imposible, casi con toda certeza, hallar vivo a algún presunto responsable y juzgarlo, pero Francia habrá dado otro pequeño paso para curar su mala conciencia. La Fiscalía de París anunció a finales de mayo la apertura de una investigación, por crímenes contra la humanidad, sobre los hechos de enero de 1943 en Marsella. En pocos días hubo varias redadas, con miles de arrestos, así como la demolición de dos barrios enteros, lindantes con el Vieux-Port, el puerto viejo, y la deportación forzosa de sus habitantes.
Las celebraciones del 75 aniversario del desembarco de Normandía eclipsaron un poco esta noticia judicial, que, pese al obvio retraso con que llega, tiene una considerable importancia simbólica porque vuelve a confrontar a Francia con una fase muy embarazosa de su pasado, su complicidad con Hitler.