GLOUSTER, Ohio – Al principio, el experimento no tenía nombre.

Inmediatamente después de las elecciones en Estados Unidos, Erik Hagerman decidió que tomaría un descanso de las noticias estridentes sobre política.

La victoria del presidente Donald Trump lo asombró. Para mal. Y fue así como Hagerman desarrolló su propio experimento que, por un lado, era una protesta silenciosa; por otro, un mecanismo para sobrellevar la situación y, finalmente, una especie de plan de autocuidado extremo.

Juró que evitaría enterarse de cualquier cosa relacionada con lo que ocurría con Estados Unidos a partir del 8 de noviembre de 2016.

“Se trataba de una medida draconiana y absoluta”, comentó. “No era que solo quisiera alejarme de Trump o cambiar la conversación. Era como si yo fuese un vampiro y cualquier fotón de Trump pudiera convertirme en cenizas”.

Lo haría solamente durante unos días, pero ya ha pasado un año sin que sepa casi nada acerca de la política estadounidense.

“Solo reviso el reporte del clima”, dijo Hagerman, de 53 años, quien vive solo en una granja al sureste de Ohio.

Dice que se ha acostumbrado a una sensación que no había experimentado en mucho tiempo. “Estoy aburrido, pero no me molesta”, comentó.

Damon Winter/The New York Times

Lograr ese aburrimiento requiere una planeación meticulosa y Hagerman se lo toma muy en serio: su régimen autoimpuesto (grabaciones de ruido blanco en la cafetería, incómodas reprimendas a sus amigos, una veda de las redes sociales) ha remodelado gran parte de su vida.

“Estoy mucho más sano a nivel emocional de lo que jamás había estado”, dijo. El hecho de que le esté funcionando lo ha hecho cuestionarse si vale la pena recibir noticias a diario de los medios. ¿Por qué nos molestamos en seguir el desarrollo de los sucesos políticos y los lejanos discursos de campaña? ¿Qué provecho obtenemos de ello? ¿Para qué leemos todos esos mensajes en Twitter?

“He puesto atención a las noticias durante décadas”, aseveró Hagerman. “Y nunca hice nada con esa información”.

En algún momento del año pasado decidió que el experimento necesitaba un nombre. Consideró llamarlo “el embargo”, pero sonaba demasiado pasajero. ¿Qué tal “el boicot”? Ese le sonó un tanto quejumbroso.

Decidió nombrarlo “el bloqueo”.

Detrás del ‘bloqueo’

Para ser alguien que se ha esforzado mucho en básicamente taparse los oídos, Hagerman habla bastante. Es ingenioso y divaga; enfatiza sus historias con sonrisas y ojos desorbitados; muestra gestos exagerados y pierde el hilo más de una vez, saltando de la arquitectura inglesa a los hábitos alimenticios de los cerdos y luego al equipo de básquetbol favorito de su madre, para terminar con la filosofía de Kant. Puede pasar días sin ver a otra alma.

Este estilo de vida sigue siendo muy reciente. Hace apenas unos años era un ejecutivo de Nike (su puesto oficial era director sénior de Comercio Digital Global) que trabajaba con equipos de ingenieros para mejorar la experiencia de las compras en línea. Antes de eso trabajó en el área digital en Walmart y Disney.

Pero hace tres años decidió que ya había ahorrado lo suficiente para mudarse a una granja, dedicarse a sus esculturas elípticas y, con el tiempo, salir por completo del diálogo nacional.

Vive solo y nunca se casó. En lo que respecta al dinero, tiene un asesor financiero en San Francisco que maneja sus inversiones.

Hagerman creció en el sureste de Ohio y luego de pasar unos años en bodegas de Brooklyn, las burbujas tecnológicas de San Francisco y Nike-land en Portland, Oregon, la idea de una vida silenciosa comenzó a atraerle cada vez más. Su madre vive cerca; desde que se mudó en 2016 la visita a menudo. Ella acepta con reticencia el Bloqueo, aunque sí charlan acerca de los Cavaliers de Cleveland.

Hagerman conduce desde su casa hasta Athens para sus rituales matutinos. CreditDamon Winter/The New York Times

Hagerman inicia su día conduciendo media hora hasta Athens, la ciudad importante más cercana, para beber una taza de café (un café triple con leche entera). Va temprano, antes de que la mayoría de los clientes se hayan acomodado en las sillas de gran tamaño para ver sus teléfonos. Para asegurarse de no escuchar conversaciones banales, a menudo escucha ruido blanco con sus audífonos. (Antes solía escuchar música, “pero alcanzaba a escuchar conversaciones aisladas al finalizar las canciones”).

Hagerman también ha pedido la ayuda de sus amistades. Al principio, una de sus amigas cercanas de su época en Nike, Parinaz Vahabzadeh, no creyó que hablaba en serio y, en los primeros días del Bloqueo, le siguió dando pequeñas pistas de política.

Como respuesta, recibió por primera vez un mensaje de texto firme de Hagerman. “Estoy oficialmente enfadado contigo”, le escribió. “Como bien sabes, no quiero enterarme de los acontecimientos recientes. Sé que no concuerdas con mis deseos, pero espero que los respetes”.

Actualmente mantienen conversaciones telefónicas varias veces a la semana, pero nunca hablan de las noticias. “Ya me acostumbré”, dijo ella. “De hecho es agradable no hablar de política”.

Sobre la cama de Hagerman se encuentra una pieza de arte perteneciente a una serie en la que actualmente trabaja en su hogar. CreditDamon Winter/The New York Times

Hagerman trabaja en la creación de un prototipo para un nuevo proyecto de arte en su taller de carpintería ubicado en un granero dentro de su propiedad. CreditDamon Winter/The New York Times

A decir verdad, Hagerman ha hecho algunas concesiones. Lee las reseñas de arte del New Yorker, pero tiene cuidado de saltarse las portadas ilustradas que a menudo funcionan también como comentario político. También ve todos los partidos de los Cavaliers, pero silencia la televisión.

Dice que solo dos barcos han navegado a través de su Bloqueo: en una cafetería vio una fotografía de Kim Jong-un en un diario, lo que indicaba que estaba ocurriendo algo con Corea del Norte; luego escuchó a alguien hablar acerca de la Ley de Atención Médica Asequible (Obamacare), lo que significaba que el sistema de salud estaba de vuelta en las noticias.

“Pero mi Bloqueo ha sido bastante efectivo”, dijo Hagerman.

Lo aseguró con cierto orgullo, pero también ha dudado acerca de esta desconexión de la vida política. “Los primeros meses del experimento no me sentí muy bien al respecto”, explicó. “Me convierte en un mal ciudadano. Es el enfoque del avestruz con la cabeza en la tierra que se adopta ante resultados políticos con los que no estás de acuerdo”.

De alguna manera, evitar los acontecimientos actuales es un lujo que muchas personas no pueden permitirse, como los inmigrantespreocupados por las deportaciones, por ejemplo.

“Él tiene el privilegio de construir un mundo al que casi no llegan los problemas con los que él no tiene que lidiar”, comentó su hermana, Bonnie Hagerman. “Ese es un privilegio. A todos nos gustaría construir nuestro mundo ideal. Erik simplemente tiene más posibilidades de hacerlo que otras personas”.

¿Qué sucedería si comenzara a pensar que puede utilizar sus privilegios y a considerar la idea de extender el bienestar cerca de su hogar? Hagerman tiene un proyecto maestro en el que piensa obsesivamente y cree que puede ser su contribución a la sociedad estadounidense.

Lo llama “el lago”.

En ‘el lago’

Hace aproximadamente nueve meses compró un terreno de 182.000 metros cuadrados en un sitio que antes fue una franja minera. La propiedad, intacta durante décadas, ha sido reclamada por la naturaleza: se están reproduciendo venados, castores, salamandras y doseles arbóreos majestuosos.

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CreditDamon Winter/The New York Times

“Aquí es donde construiremos un granero gigante. Parecerá una catedral. Aquí estará el claustro”, dijo, haciendo referencia a Chartres y Oxford, y a la grandeza de las catedrales medievales.

Hagerman considera esta tierra la obra de su vida. Planea restaurarla, protegerla, vivir en ella y cuidarla para el público. “Jamás venderé estas tierras”, aseguró.

Ha llegado a creer que ser consumidor de noticias no mejora a la sociedad. También cree que restaurar una antigua mina de carbón y donarla al futuro sí lo hace.

“Lo considero una contribución con relevancia cívica que converge con mi pasión y con lo que sé hacer”, dijo Hagerman. “La voy a donar. Requerirá gran parte de mis ingresos netos. En eso gastaré el resto de mi dinero”.

Ha llenado una habitación completa de su casa con una impresión en 3D de la propiedad para tener una mejor visualización de sus planes. Ha contratado a Gary Conley, un ecologista y paisajista local, para que asesore el proyecto. Conley respeta el Bloqueo. Después de todo, el proyecto del Lago no habría surgido sin él.