“Es tu deber darme sexo. Y mi deber es forzarte si tú no quieres o no te apetece follar conmigo en este momento”

Empezó en la noche de bodas. Con esas palabras. Cuando se fueron los invitados Gareth Rainbow violó a su esposa Penny. Y siguió haciéndolo durante años. No importaba que ella no quisiera. Era su obligación como esposa.

Es mi novia/pareja/mujer. Joder. Es que es mi mujer. Y como es mi mujer tengo derecho sobre ella. A tocarla. A besarla. A follármela.

A veces Penny no se resistía. ¿Para qué? Le hacía más daño. Pero otras se rebelaba. “Traté de empujarlo para que se detuviera, pero él era demasiado fuerte para mí. Luego me desmayé en estado de shock”, ha contado en el juicio.

Rainbow acaba de ser condenado a 16 años de prisión. “Eres un hombre profundamente egocéntrico que no respeta a las mujeres y que representa un peligro real para cualquier mujer con la que estés en una relación”, le ha dicho el juez, en una sentencia histórica en el Reino Unido.

Aquí en España el Tribunal Supremo acaba de emitir otra sentencia en la que recuerda a un hombre que no existe el deber conyugal en el matrimonio o en la pareja. El Tribunal señala que no puede admitirse «bajo ningún concepto» que sea una obligación de la mujer —y un derecho del hombre— acceder a tener relaciones sexuales cuando el esposo quiera, como pretendía el señor.

Caballero, si la mujer no quiere, aunque sea su esposa, es una violación.