TIANJIN, China — Bella Wang apenas notó la sección de la solicitud que le pedía confirmar si estaba casada o tenía hijos. Los empleadores en China les hacen ese tipo de preguntas a las mujeres en forma rutinaria, y ya las había visto antes en las entrevistas de trabajo.
Sin embargo, después de aceptar un puesto como gerente en una gran empresa de capacitación de idiomas en la ciudad norteña de Tianjin, fue una sorpresa cuando le dijeron que el empleo tenía una condición.
Como mujer casada sin hijos, tendría que firmar un “acuerdo especial” en el que prometía no embarazarse durante dos años. Si rompía esa promesa, señaló la compañía, podrían despedirla sin compensación.
Wang, de 32 años, habla inglés fluido y tiene un título como especialista en comercio internacional; se sintió indignada, pero firmó el documento.
Ese tipo de acuerdos son ilegales pero cada vez más comunes en China, donde la discriminación en contra de las mujeres va en aumento. Desde el vientre hasta los lugares de trabajo, desde el entorno político hasta el hogar, las mujeres en China están perdiendo terreno.
Una crisis inminente de envejecimiento está impulsando esta regresión en el estatus de las mujeres, así como el relajamiento de las restricciones de natalidad de “un solo hijo” que contribuyeron al tener una población envejecida. El Partido Comunista de China ahora quiere tratar de estimular una explosión demográfica.
Sin embargo, en vez de facilitarles las cosas a las mujeres para que trabajen y tengan hijos, Xi Jinping, el líder de China, ha encabezado un retorno a los roles tradicionales de género que presiona cada vez más a las mujeres para que regresen al hogar.
“Cuando los creadores de políticas del Estado necesitaban las manos de las mujeres, las enviaron a trabajar”, dijo Wang Zheng, profesora de Estudios de la Mujer e Historia en la Universidad de Míchigan. “Ahora quieren presionarlas para que se casen y tengan muchos hijos”.
En un revés drástico respecto de las primeras décadas del gobierno comunista, los funcionarios ahora miran hacia otro lado cuando los empleadores, reacios a cubrir los costos relacionados con la licencia por maternidad, eligen abiertamente a los hombres por encima de las mujeres en las contrataciones y los ascensos. En casa, las mujeres cada vez tienen menos ventajas en el divorcio y están perdiéndose de los beneficios del auge inmobiliario del país.
Como resultado, las mujeres chinas están siendo excluidas de los trabajos por empleadores que las penalizan si tienen hijos y por funcionarios del partido que las animan a enfocarse en la vida doméstica. Al mismo tiempo, las que han logrado seguir trabajando cada vez están ganando menos que los hombres.
Hace treinta años, cuando el país comenzó a implementar reformas en el mercado laboral, las mujeres chinas ganaban poco menos del 80 por ciento de lo que ganaban los hombres. Para 2010, según los datos oficiales más recientes, los ingresos promedio de las mujeres en las ciudades chinas habían caído a un 67 por ciento respecto de los hombres, y un 56 por ciento en el campo.
Distanciándose de la ambición marxista de liberar a las mujeres de la opresión patriarcal, Xi ha hecho un llamado a favor de que las mujeres adopten su “papel único” en la familia y “se encarguen de las responsabilidades de cuidar a los ancianos y a los jóvenes, así como de educar a los niños”.
“Ningún líder comunista antes de Xi se ha atrevido a decir abiertamente que las mujeres deben encargarse de la carga doméstica”, dijo Wang.
Dispuesto a preservar la estabilidad de la unidad familiar, el partido tampoco ha hecho gran cosa para ayudar a las mujeres tras una resolución judicial que debilitó su derecho sobre los bienes en los procesos de divorcio. Y con el número de divorcios al alza, millones de mujeres chinas han sido excluidas del auge de bienes raíces del país, según expertos.
A lo largo de la última década, la clasificación de China en el índice global de brecha de género del Foro Económico Mundial ha caído de manera importante, del lugar 57 de 139 países en 2008, al puesto 103 en 2018.
China alguna vez disfrutó de los índices mundiales más altos de participación de las mujeres en la fuerza laboral, con casi tres de cada cuatro mujeres que trabajaban todavía en 1990. Ahora la cifra bajó al 61 por ciento, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo.
“Cuando se trataba de promover los derechos de las mujeres, China solía estar a la cabeza”, dijo Feng Yuan, académica feminista en Pekín. “Pero ahora nos estamos quedando atrás”.
‘De cualquier manera, perderemos’
Desde que firmó el acuerdo especial hace dos años, Wang ha estado aterrada de embarazarse, y con buena razón: en sus primeros meses en el trabajo, una colega embarazada fue despedida.
Wang también quería tener un bebé, recordó, pero firmó el contrato porque le emocionaba el empleo. También parecía poco probable que denunciar a su empleador con las autoridades le diera buenos resultados.
“Aún soy una mujer china”, dijo hace poco en una cafetería en Tianjin. “Aunque tenemos algunas quejas, no podemos arriesgarnos a mencionarlas. Porque, de cualquier manera, perderemos”.
Obligada a elegir entre su carrera y la familia, Wang eligió su vida profesional. Muchas otras mujeres chinas están desertando de la fuerza laboral.
El regreso de las mujeres chinas al hogar comenzó en la década de 1980, cuando los despidos masivos en las fábricas del Estado implicaban que las mujeres a menudo fuesen las primeras en ser despedidas. Esto se aceleró con el aumento de las expectativas sobre la crianza de niños.
Wang Yan, de 35 años, madre y ama de casa en la ciudad oriental de Yantai, dijo que sus padres “solo debían asegurarse de que sus hijos no tuvieran hambre”.