Lula está en la cárcel. Y el Partido de los Trabajadores no gobierna. Es la realidad a la que se enfrenta hoy el que ha sido el partido hegemónico de Brasil desde que en 2002 el ex sindicalista llegara a la Presidencia con un mensaje centrado en el desarrollismo y en la lucha contra la pobreza.
Durante sus ocho años al mando, se logró el mayor crecimiento económico de su historia y el gigante latinoamericano miraba de tú a tú a las potencias mundiales. Acogía grandes eventos y Lula se paseaba por el mundo con el halo de reinventor de la izquierda. Pero luego llegó la crisis con su sucesora, Dilma Roussef, y los casos de corrupción empezaron a aflorar y todo se derrumbó.
A pesar de su condena de 12 años por corrupción por haber aceptado un apartamento de lujo de una constructora, y por la que lleva casi 7 meses encerrado en una cárcel, Lula intentó ser candidato en estas elecciones.
Las encuestas le auguraban una victoria, pero las autoridades electorales invalidaron su intento al haber sido condenado por una segunda instancia sobre la base de una ley que el mismo Lula impulsó. Una condena que es injusta para sus seguidores y meramente política.
El odio contra el PT ha crecido por culpa de la corrupción
“Estamos seguros de que el día después de las elecciones, su caso será revisado y será absuelto“, aseguraba la secretaria de Relaciones Internacional del PT, Mónica Valente. Su rostro ocupa las sedes del partido junto al lema ‘Lula libre’. “Ha sido un golpe duro pero en esta campaña hay que reponerse entorno a Fernando Haddad, nuestro candidato“, asegura a pocas horas de las elecciones el vicepresidente del PT Alberto Cantalice.
No lo tienen fácil porque si algo aclaran las encuestas es que en Brasil el odio contra el PT ha crecido mucho por culpa de la corrupción en la que se vio envuelto y la crisis económica. “No es verdad que seamos los más corruptos“, dice Cantalice.
Pero sí que es verdad que los gigantescos casos de corrupción de Lava Jato, Petrobras y Odebrecht ocurrieron bajo su Gobierno. “Ellos llegaron con la promesa de no ser corruptos y al final permitieron la corrupción para quedarse en el poder. Hay que cambiar”, señala una joven en el centro de Río de Janeiro, el gran feudo del candidato ultraderechista Jair Bolsonaro.
Al frente de la candidatura del PT y otras fuerzas de izquierda está Fernando Haddad, designado desde la cárcel por Lula para sustituirle. El que fuera su ministro de Educación y alcalde de São Paulo tiene ante sí la tarea de enfrentarse no sólo a Bolsonaro, sino también al desgaste de su propia formación.
De “Haddad es Lula” a “Ahora es Haddad”
El lema de campaña de la primera vuelta decía que “Haddad es Lula”, y para la segunda el ex presidente preso ya ni aparece en los cárteles para señalar que “Ahora es Haddad”. “Había que captar primero el voto de Lula y para la segunda vuelta había que ampliar la base electoral“, reconoce Cantalice.
Lo cierto es que Haddad es muy distinto a Lula. Forma parte del colectivo más centrista del PT y tiene que hacer equilibrios ideológicos con la vieja guardia lulista. De hecho, durante su mandato en São Paulo, los más volcados a la izquierda le acusaron de preocuparse sólo de las clases medias y de olvidar a los pobres. Haddad insiste en que él es la única opción para “frenar al fascismo”.
Uno de los temas que más daño ha hecho al PT ha sido la crisis de Venezuela, por la numerosa llegada de venezolanos a través de la frontera en el Estado de Roraima. Haddad dice que él buscaría soluciones, mientras que la vieja guardia del PT se muestra al lado del Gobierno de Nicolás Maduro, compañero del Foro de Sao Paulo con el que Lula quiso crear un movimiento de izquierdas para toda América Latina.
Alberto Cantalice señala que su opinión personal -que no la del partido- indica que “hay carencias democráticas en Venezuela y también en Nicaragua. Brasil debe ayudar a que las urnas ofrezcan un Gobierno legítimo. Y si es el chavismo el que gana, tiene que gobernar. Pero no podemos amenazar con una invasión como han hecho los hijos de Bolsonaro“, apunta.
El PT ganó las últimas cuatro elecciones presidenciales pero hoy no gobierna tras la destitución parlamentaria de Dilma Roussef en 2016. Han sido muchos años en los que el país ha logrado importantes avances, como hoy lo rememora un poco con nostalgia Benedita da Silva.
Nacida y criada en una favela de Río de Janeiro, esta mujer negra destacó desde muy joven por su activismo a favor de las mujeres y de la población negra. Estuvo junto a Lula durante la fundación del PT, fue miembro del Congreso que redactó la Constitución de 1988 y ha ocupado numerosos cargos.
Ahora, a sus 76 años, sigue en política como diputada federal y cree que “lo que está viviendo hoy Brasil es una catástrofe. Hemos avanzado en tantas cosas que parece que el odio de algunos lo quiere desmantelar todo“, señala en referencia a las propuestas del favorito en las encuestas, Jair Bolsonaro.
Preguntada por la autocrítica que tiene que hacer el PT reconoce que “durante los Gobiernos de Dilma algunas personas cometieron errores, algunas personas, no el partido. Nosotros hemos traído prosperidad a mucha gente, por eso por ejemplo el PT sigue siendo muy fuerte en el Noreste. Lo que viene en frente es la pérdida y el desprecio a los derechos que hemos logrado”, sentencia.
“Los poderosos aplauden la liberalización económica que propone Bolsonaro”
Es una mujer con un carácter fuerte y habla de manera contundente. Ella misma ha tenido en la Cámara de Diputados duros enfrentamientos con Bolsonaro y se enciende al recordarlos. “Es un auténtico peligro, es dañino para la especie humana porque justifica la tortura e incluso dice que la dictadura debió matar más y torturar menos. Por mucho que haya un intento de fomentar el odio hacia la izquierda y el PT, somos el único partido que puede frenar la limpieza que quiere hacer. Es una amenaza para Brasil y para toda América Latina”, dice.
Benedita da Silva es conocida en buena parte del mundo por su papel de activista dentro de la política. A pesar de haber ocupado muchos cargos en su vida, todavía se emociona al ver la gran foto del Congreso constituyente en el que ella tomaba la palabra y que ocupa una pared de su oficina. “Fue importante que una mujer negra dijera algunas cosas claras entonces y creo que hoy más que nunca tenemos que volver a hacerlo”, afirma.
Para acabar le preguntamos cuál es el mayor peligro hoy para Brasil. Y contesta sin dudar: “hay mucha gente poderosa que no ha entendido que los pobres tienen derecho a comer y estudiar. Nuestros gobiernos avanzaron mucho en esto, y claro está que hay mucho por hacer todavía. Pero ahí están los poderosos que hoy aplauden la liberalización económica que propone Bolsonaro. Son esos a los que no les gusta darse cuenta de que los pobres también pueden ser inteligentes. El PT tiene que ser fiel a sus principios”.