Con una población de 96 millones de personas y una frontera de 1.300 kilómetros compartidos con China, epicentro de la pandemia, Vietnam ha conseguido una gesta que a primera vista parecía imposible: dejar en cero su contador de víctimas por el coronavirus.

No ha sido tarea sencilla. Hace un par de meses, su impecable récord, motivo de orgullo nacional, estuvo en serio peligro por el deterioro de la salud del conocido como “paciente 91”, un piloto escocés que a punto estuvo de morir a consecuencia del patógeno. Su caso se convirtió en un asunto de Estado, por lo que las autoridades pusieron todo de su parte para evitar lo peor. Ahora, tras una milagrosa recuperación, ha vuelto a casa, en el Reino Unido, este fin de semana.

“Me siento muy honrado por cómo los vietnamitas me han llevado en su corazón”, ha dicho a la BBC

Como muchos otros pilotos occidentales, Stephen Cameron, como así se llama este hombre de 43 años, llegó a Vietnam a principios del mes de febrero para ejercer su profesión en la floreciente industria aérea regional. En marzo, dos noches antes de pilotar su primer vuelo para Vietnam Airlines, estuvo en el bar Buda de Ho Chi Minh (antigua Saigón), un conocido local entre la comunidad extranjera de la ciudad. Al día siguiente tuvo fiebre y, tras hacerse la prueba, dio positivo, al igual que otras 12 personas que frecuentaron el local, el brote más grande localizado en el sur del país.

El 18 de marzo, con el bar ya cerrado y todos los habitantes de su edificio bajo cuarentena, Cameron ingresó en el hospital, convirtiéndose en el paciente número 91 por coronavirus del país. Una vez allí, empeoró rápidamente, por lo que tuvo que ser conectado a un respirador y ser tratado con un cóctel de antibióticos. Aun así, ya en estado de coma, sufrió coágulos de sangre, un fallo renal –por lo que necesitó diálisis– y su capacidad pulmonar llegó a reducirse un 90 por ciento a principios de mayo, momento en el que los médicos consideraron que la única solución era un trasplante de pulmón.

Con el estado de su salud acaparando portadas de periódicos y telediarios locales, hasta diez personas se ofrecieron como donantes pocas horas después de que se diera a conocer su situación, incluyendo un veterano de guerra de 70 años. “Estamos emocionados por sus buenas intenciones, pero la legislación nos impide utilizar a la mayoría de donantes vivos”, explicó entonces un representante del organismo encargado de gestionar los trasplantes.

Pero la ciencia y los recursos puestos a su alcance –su tratamiento ha costado más de 200.000 euros– permitieron que el piloto fuera poco a poco remontando. A finales de mayo despertó del coma y, paulatinamente, ha ido liberándose del respirador mecánico y de la máquina de oxigenación por membrana extracorpórea que le mantuvieron con vida desde principios de abril. Tras más de cien días de ingreso hospitalario, ya es capaz de ponerse en pie por sí mismo, sentarse y hablar, aunque la debilidad muscular fruto de la larga inactividad le impide por ahora caminar sin ayuda.

Cameron es muy consciente de la suerte que tuvo de haberse contagiado en Vietnam, un país que solo ha contabilizado 369 casos desde principios de año, lo que ha permitido a los facultativos volcarse en su recuperación. “Si hubiera estado en casi cualquier otro lugar del planeta, estaría muerto. Habrían apagado el interruptor después de 30 días”, le confesó a la BBC en una entrevista reciente. “Me siento muy honrado por cómo los vietnamitas me llevaron en sus corazones. Pero por encima de todo, estoy muy agradecido por la terquedad de los médicos de no querer que muriera bajo su cuidado”.

Durante su última comparecencia, los galenos que supervisan su evolución aseguraron que el piloto se encuentra libre de virus, respira normalmente sin ningún tipo de ayuda y ya no es tratado como una paciente de la Covid-19. “Ha progresado conside-rablemente y su estado de salud ahora le permite viajar”, afirmó el doctor Tran Thanh Linh, subdirector de la unidad de cuidados intensivos del hospital Cho Ray. Un equipo de facultativos lo ha acompañado en las doce horas que ha durado el vuelo a Londres. Un desenlace feliz para él y un Vietnam que puede presumir de una gestión ejemplar que supera con creces a la de países a priori mucho mejor dotados.