Kate es rubia, de ojos verdes, piel bronceada, pesa 25 kilos y mide 1,40. Es una muñeca de silicona hiperrealista fabricada en Asia según los gustos sexuales de los consumidores, en su mayoría hombres. El prototipo acaba de llegar a Colombia y se puede alquilar por horas o comprar por unos 1.000 dólares a través de la plataforma online El Distrito. “Es una alternativa ante la problemática con los altos índices de prostitución que hay en Bogotá “, dice Patricia Gutiérrez, directora ejecutiva de la empresa, “le ofrecemos al hombre un cuerpo que no sea el de la mujer”.
Las otras tres muñecas que comercializa este negocio, inédito en Colombia, pero con tradición en países asiáticos y un sólido mercado en Estados Unidos, se llaman Ana, Vanesa y Kazumi. Cada una responde a los ideales del mercado masculino en cuanto al origen: estadounidense, latina y asiática. Ninguna de estas muñecas representa las medidas reales de la media de las mujeres, entre las que se incluyen las prostitutas. “Hicimos una encuesta informal entre hombres bogotanos para conocer sus preferencias”, explica Gutiérrez, “la mayoría manifestó que le gustaban mujeres rubias con busto y cola abundante”.
¿No hay cabida para otros tipos de mujeres que no perpetúen el mismo estereotipo?
“Estamos buscando nuevos prototipos con distintas medidas”, asegura la responsable. “También nos preguntan mucho por muñecos, en unos seis meses traeremos uno o dos hombres”.
Mientras buscan entre los proveedores asiáticos nuevos modelos, El Distrito lleva dos semanas alquilando muñecas por horas. Los precios oscilan entre los 130.000 y los 160.000 pesos (entre 43 y 53 euros), con tarifas especiales para noches completas. Solo hay que acceder a la web, registrarse y seleccionar a través de un menú uno de estos cuatro ejemplares, la ropa y el número de horas de servicio. Una vez que se realiza el pago, el tipo de producto no se refleja en el extracto bancario. “Tenemos también protocolos de confidencialidad en la entrega: el mensajero no va uniformado con la marca de la empresa, la muñeca se guarda en una maleta que no refleja el contenido y únicamente el cliente recibe el pedido”, explica Gutiérrez.
Las muñecas de silicona articuladas se entregan con un kit de higiene que incluye preservativo (de uso obligatorio), lubricante y un paño para limpiar el exceso de este producto. En la web de El Distrito hay vídeos que recuerdan el uso de este envase, además de un manual para colocar a las modelos en varias posturas sexuales.
“Cuando se devuelven, realizamos un análisis con luz negra, si se encuentran rastros de semen, el cliente debe pagar una multa de 500.000 pesos (166 euros)”, aclara. “Los modelos pasan por un proceso de limpieza de unos 30 minutos con un producto especializado que elimina el 99,9% de las bacterias”.
Después de dos semanas de negocio, y una importante repercusión en los medios colombianos, El Distrito ya cuenta con una cartera de clientes. “El perfil es variado, son hombres con acceso a una tarjeta de crédito, de clase alta”, se limitan a decir respetando la privacidad de los usuarios.
“Nuestro objetivo es ampliar el negocio y abrir una casa de citas con las muñecas”, dice Gutiérrez. “Estamos estudiando esta posibilidad con la Alcaldía para conseguir las licencias adecuadas porque no hay antecedentes en Colombia”. Actualmente, El Distrito opera como una empresa de alquiler.
Este futuro hotel, similar al que tuvo que cerrar en Barcelona recientemente ante las críticas y la falta de permisos, es parte del plan de la empresa “para contribuir a mejorar la situación de las prostitutas bogotanas”. En la capital de Colombia, 23.426 mujeres ejercen esta actividad, según un informe del ayuntamiento publicado en enero. El 91% aseguraron haber sido maltratadas verbalmente; el 61%, sufrieron violencia física; el 28,3% fueron abusadas sexualmente, y el 21%, víctimas de algún abuso policial. “Sabemos que hablar con los clientes no ha cambiado su mentalidad, tampoco con las mujeres [el 98% alegó querer dejar el negocio pero no puede por falta de oportunidades, según el estudio]. Pero creemos que aportaríamos un granito de arena al problema”, concluye Gutiérrez