En la penumbra, Dayana Pérez Marcano escuchó a los doctores gritar el nombre de su hermano: “¡Familiares de Eduan Pérez!”. Se movió con nerviosismo y conversó con los médicos: “Sospechaba que iba a morir cuando se fue la luz porque estaba conectado a una máquina de respiración artificial”, relató.
Un apagón en el Hospital Clínico Universitario de Caracas provocó la muerte de, al menos, dos pacientes, el pasado sábado. El cuerpo de Eduan Pérez, uno de los fallecidos, permaneció cuatro días en la morgue del centro de salud. “Los directores no querían entregar el cadáver, era lo único que pedíamos y no lo hacían porque querían asegurarse de que el expediente forense indicara que murió por causas naturales y no por el corte eléctrico”, asegura la hermana. La historia conmocionó a los venezolanos, en unas horas en las que las miradas estaban puestas en el controvertido inicio del segundo mandato de Nicolás Maduro, no reconocido como presidente de Venezuela por la oposición y parte de la comunidad internacional.
El suceso devino en un conflicto político sin que se hayan aclarado aún las circunstancias de lo que ocurrió. Maduro acusó a la oposición de “terroristas” en su comparecencia ante la Asamblea Constituyente, el órgano creado por el oficialismo para deslegitimar la Asamblea Nacional, de mayoría opositora. “Sabotearon los sistemas de recarga y carga eléctrico, los desprendieron y se lo llevaron para crear un show en los medios de comunicación social”, denunció.
Las inmediaciones del hospital son el reflejo de la trascendencia del suceso. Están vigiladas por decenas de policías. Sus trabajadores, los gremios de salud y los parlamentarios de la oposición rechazan la versión del sabotaje. Winston Flores, diputado de la Asamblea Nacional, recopila información sobre el incidente para denunciar ante los organismos internacionales la crisis de Venezuela. “Nosotros investigamos a fondo las causas. El régimen solo reconoce dos muertos, pero el personal médico afirma que se trató de seis personas… Esto es un homicidio. La directiva sabía que había fallas eléctricas en Caracas y no repararon las plantas de energía, pese a los avisos”, explicó.
Muchos pasillos están desolados por la falta de iluminación, no funcionan los aires acondicionados y los pacientes llevan su propia agua y medicamentos ante la precariedad; siempre comen arroz. Es un sitio, como dice Dayana, en el que la esperanza se pierde.