CL significa 150 en números romanos y son las iniciales de Château Lafite Rothschild. En la cubierta de un libro para iniciados, el doble símbolo conmemora la compra de Lafite, hace siglo y medio. El 8 de agosto de 1868 el barón James de Rothschild compró el que era ya histórico viñedo bordelés. Y así arraigó en Francia, más hondo que con su banca, esta familia cuyo apellido superó crisis de bolsa y de finanzas y, en Francia, sobrevivió incluso el antisemitismo social de finales del siglo XIX y al antisemitismo de Estado en 1940.
¿Te crees que soy Rothschild? La pregunta irónica de aquel a quien se le pide demasiado es un clásico universal. Pero en una lista Forbes de “1.741 multimillonarios del mundo”, subsistía un solo representante del apellido forjado en 1570 en la judería de Francfort. Benjamin de Rothschild, con su fortuna de unos 1.500 millones de dólares, era en el 2015 el más rico de la familia. Pero en el puesto 1.250 de aquella lista.
“Que podamos brindar por nuestra buena salud”, escribió James, y murió a los tres meses
Claro que si de las cinco ramas de la familia que a principios del siglo XIX fundaron un imperio en otras tantas capitales europeas sólo perviven las de Londres y París, a pesar de que los matrimonios cruzados y las inversiones mutuas soportaron siempre la unidad familiar por encima de fronteras, una de las razones hay que buscarla en el fondo de una copa de vino.
“Espero, con ayuda de Dios, que podamos beber juntos este vino y brindar por nuestra buena salud”. El texto, escrito en yiddish por el barón James al formalizar la compra de Lafite y dirigido a su familia, no fue profético: la muerte se lo llevó tres meses más tarde. Pero Betty, su viuda, se instaló en el château (castillo), lo convirtió en eje de la vida familiar y en tentación para otros miembros de la rama francesa.
Las etiquetas del vino son un catálogo del arte del siglo XX, de Dalí o Picasso a Warhol
Hoy, Lafite es el navío almirante de una empresa vinícola, Domaine Barons de Rothschild, presente también en Chile y Argentina. La empresa, Baron Philippe de Rothschild SA, tiene por locomotora Château Mouton Rothschild y un volumen de negocio crecido a partir de la invención del vino bordelés de marca (Mouton Cadet) e inversiones lejos de Burdeos.
Hoy, por ejemplo, los dueños de la marca Clarke, el riquísimo barón Benjamin y su esposa Ariane, personalidad tan fuerte, ella, en el grupo financiero como en los vinos, tienen un pie –calzado de lujo– en el viñedo español.
Hace más de tres lustros se asociaron con Pablo Álvarez (Vega Sicilia, en Ribera del Duero) para crear un gran vino en La Rioja. Unos 16 años de acumular viñedo –a través de abogados, para no disparar precios– y elaborar con la misma lentitud maniática que en Vega Sicilia: la primera botella de Macan, la creación conjunta, fue presentada en el 2016.
La insolencia del chef de los Rothschild ante el zar ruso abrió el reinado de la cocina francesa
Novedad también, y símbolo de unidad familiar, desde el 2012 un champán Barons de Rothschild reúne por primera vez a las tres ramas en un mismo vino, el primero además con burbujas. La marca está presidida por Philippe Sereys de Rothschild.
La baronesa Philippine, su madre, artífice del crecimiento en calidad de Mouton y las facturaciones del grupo, murió el 2014. Ese mismo año, Philippe oficializó su relación con una viticultora con apellido de cata pero más conocida como actriz: Carole Bouquet.
¿Esa mezcla de dos mundos será genética? La baronesa Philippine fue también, durante tres décadas, Philippine Pascal, actriz. Se casó con un colega, el actor Jacques Sereys, padre de Camille y de Philippe, autorizados por un decreto de 1972 a unir los apellidos de padre y madre.
Divorciada más tarde, Philippine se casó con Jean-Pierre de Beaumarchais, descendiente directo del autor teatral ( Las bodas de Figaro), inventor de los derechos de autor y traficante de armas a favor de los revolucionarios norteamericanos.
Personaje mayor, el padre de Philippine, el barón Philippe (1902-1988), fue piloto de Grand Prix y de las 24 horas de Le Mans –seudónimo: Georges Philippe–, buen poeta, guionista y director de teatros y productor de, por ejemplo, la primera película hablada del cine francés. Viticultor autodidacta pero excepcional, es el primero de la familia que se instala en Mouton, en 1920, a pesar de que la familia lo poseía desde 1853. Entre otras novedades, impone el embotellado de los grandes vinos, antes vendidos a granel a los mayoristas y en 1945 encarga para su Mouton de aquel año la primera etiqueta de artista: Philippe Jullian la orna con la V de la victoria.
Las siguientes etiquetas, reunidas hoy en un museo creado por Philippine, son un catálogo del arte del siglo XX, de Dalí a Picasso, de Balthus a Warhol. Y cuando la añada es mediocre, como en 1971, la etiqueta, en ese caso de Kandinsky, alienta la especulación. El 5 de octubre del 2006, en Los Ángeles, Christie’s obtuvo 57.500 dólares por cada uno de los seis magnums de 1945 con la V, subastados ese día.
“Un Rothschild que no es rico, judío, filántropo, banquero, trabajador y mundano es cualquier cosa menos un Rothschild”, solía decir el barón Edmond, padre de Benjamin.
Fallecido en 1997, presidió su banco privado y ejerció mecenazgo en Israel, fue administrador del grupo editorial Hachette Filipacchi ( Paris Match) y pionero del turismo de masas con el Club Méditerranée. A su definición del apellido le faltó añadir lo que distingue a la rama francesa de las demás: la elaboración de grandes vinos, la más añeja manera de arraigar en Francia.
Si el apellido es del siglo XVI, su aura la inicia Mayer Amschel, nacido en 1744 en el gueto judío de Francfort, agente de cambio y experto en numismática. Guillermo I lo convierte en judío de corte. Su talento financiero debió ser excepcional: casi tres siglos más tarde la revista Forbes lo designó padre de la finanza internacional, el séptimo en una lista de los hombres de negocios más influyentes de la historia.
Visionario, explicó a sus cinco hijos que individualmente eran frágiles como una flecha y unidos fuertes como un haz. De ahí las cinco flechas que constituirán el logo avant la lettre de la familia. Cada hijo partió a implantar su banco en una capital distinta.
Mayer Amschel murió en 1812, el año en el que su hijo Jakob, luego James, desembarca en París, con sólo 20 años. Participará en la transformación de una sociedad aristocrática y rural en otra burguesa e industrial.
En 1822 el emperador de Austria otorga baronía a los cinco hermanos. Ya integrado en París, el barón James invierte en la gran novedad: el ferrocarril. Y en estaciones como la Gare du Nord de París, catedrales de la modernidad que fascinarán a los impresionistas. En España invierte en las minas de mercurio de Almadén. Comercia con cigarros cubanos y algodón norteamericano.
Su palacete de la calle Lafitte, la del banco –dos t contra una sola para Château Lafite– será escenario de otra especialidad de la rama parisina, las grandes recepciones. Su primer gran chef fue Antonin-Marie Carême, el mismo que bordó la diplomacia de las cacerolas de Talleyrand y osó no descubrirse ante el zar de Rusia: “Soy la cocina, señor”. Al zar le agradó la insolencia y lo contrató. Las cortes europeas lo imitaron y así nació el largo reinado de la cocina francesa.
James es el primer Rothschild que colecciona telas de grandes pintores. También inaugura la generosidad familiar con los museos franceses: los Rothschild llevan donadas más de 120.000 obras de arte. Y es él quien percibe la importancia de echar raíces en el viñedo más emblemático del mundo, aunque el primer pie en Burdeos lo haya puesto su yerno Nathaniel, Rothschild también, porque los matrimonios entre primos son un rasgo de la unidad familiar.
Si los Rothschild de Londres armaron a ingleses y españoles contra Napoleón, los de Francia estarán con su país en la guerra de 1870, perdida frente a los alemanes; prestarán constantemente al Estado, combatirán en las dos grandes guerras del siglo XX. Y en la segunda década del siglo XXI su fuerza se afirma en la buena relación vinícola entre los hijos de Philippine (Mouton), la experiodista Saskia de Rothschild (Lafite) y Ariane de Rothschild, repartida entre La Rioja y Burdeos.
Al pan, pan y al vino, jueces: Ariane, como vicepresidenta del holding Edmond de Rotshchild, y Alexandre de Rothschild, presidente ejecutivo de Rothschild y Cia., cerraron el 1 de julio un desacuerdo de tres años sobre el empleo del mítico apellido.
En síntesis, ninguna rama puede titular su empresa Rothschild a secas.
¿Habrán brindado por el pacto con el champán familiar?