ATLANTA, Georgia — Hace dieciocho meses, Tiger Woods necesitaba ayuda para levantarse de la cama. Las lesiones en la espalda habían descarrilado su carrera en el golf y estaba a punto de ser intervenido quirúrgicamente por cuarta ocasión, el último recurso para intentar regresar a los campos. Su objetivo principal era recuperar la movilidad suficiente para jugar con sus dos hijos, no contra los mejores golfistas del mundo.
El 23 de septiembre, Woods contuvo las lágrimas en el último hoyo del Tour Championship mientras se concretaba su primera victoria en más de cinco años. El triunfo completó uno de los más extraordinarios regresos en la historia del deporte y acabó con las dudas sobre si Woods podría volver a ser el mismo, la fuerza más dominante que el golf ha visto. Él también tenía esas dudas.
“Simplemente no puedo creer que logré esto”, dijo Woods, de 42 años, en la presentación del trofeo.
En varias ocasiones durante este año, había estado cerca de obtener la victoria, al liderar emocionantes intentos tardíos que extasiaron a los asistentes pero en los últimos momentos fracasaron. Woods finalmente triunfó de manera tradicional, al liderar la competencia en East Lake Golf Club desde el primer día con un desempeño que era tanto mágico como metódico.
Terminó el día uno sobre par y once bajo par para la victoria. El triunfo fue el número ochenta de Woods en la gira de la PGA, dos menos que el récord obtenido por Sam Snead durante su carrera.
Los fanáticos se lanzaron en estampida hacia Woods mientras caminaba por la última calle del campo, presionaban más y más, por lo que su equipo de seguridad apenas podía contener el frenesí. Woods siempre había atraído a enormes multitudes, pero esto fue extraordinario. Una pequeña sonrisa se marcó en su rostro mientras daba un vistazo al mar de personas que seguían sus pasos.
“No quería que me atropellaran”, dijo después Woods sonriendo.
La mayor parte del tiempo se apegó a su rutina desde hace muchos años: bloqueó cualquier ruido de la galería, fijó la mirada hacia adelante y marchó hacia el hoyo. Esa concentración siempre ha sido parte de su fortaleza. Sin embargo, el domingo, casi todo se sintió diferente, incluso conforme Woods recuperaba una gran parte de su pasado.
“Es la historia de un regreso”, dijo Terry Bradley, quien viajó con su esposa, Rachel, para seguir a Woods durante el fin de semana. “Porque nadie pensó que podría regresar a jugar a este nivel. Y la forma en la que ha sido humillado. Él es humano”.
Woods ha tenido problemas durante la década pasada no solo con las lesiones, sino también con revelaciones vergonzosas sobre su vida sexual que lo llevaron al divorcio, hicieron que los patrocinadores huyeran y mancharon la imagen limpia que había cultivado incluso desde antes de dejar Stanford para convertirse en profesional. Aunque él siguió ganando y acumuló cinco victorias en 2013 antes de que su espalda le fallara.
En mayo del año pasado, apenas un mes después de su cuarta operación, una fusión espinal, Woods fue arrestado por manejar bajo los efectos del alcohol cerca de su casa en Florida. Los reportes de toxicología hallaron cinco drogas en su organismo, incluidos dos potentes analgésicos y somníferos. Woods buscó tratamiento por su adicción a causa de ese incidente.
No obstante, cuando se refiere al punto de inflexión, Woods habla sobre la operación de fusión, que le devolvió una vida activa y su carrera. Regresó al golf en diciembre pasado, fue clasificado en el lugar 1199 del mundo y ascendió al 21 al inicio del Tour Championship, donde participan 30 hombres, entre ellos 18 de los 20 mejores jugadores masculinos.
Es una medida de lo dominante que era Woods antes de las operaciones de espalda: a pesar de todo el tiempo que perdió, logró empatar con Dustin Johnson en la mayor cantidad de victorias en la gira de la PGA (19) entre jugadores activos desde principios de 2008.
Woods comenzó la ronda del domingo con una ventaja de tres golpes sobre sus competidores más cercanos: Justin Rose, el número uno del mundo, y Rory McIlroy, un ex número uno, y un récord 23-0 cuando empieza una ronda final con ventaja de por lo menos tres golpes.
El Tour Championship fue el arranque número dieciocho de Woods en 2018, uno más de los que hizo en la gira en los cuatro años previos combinados a medida que enfrentaba operación tras operación para aliviar el debilitante dolor en la espalda. “Ninguno de nosotros sabremos realmente en qué rutina profunda y oscura estaba porque es una persona muy reservada”, dijo Trevor Immelman, quien compitió con Woods para ganar el Masters de 2008.
No obstante, la noche del domingo, Woods hizo alusión a lo profunda y oscura que era su rutina. Dijo que él se preguntaba: “¿Seré capaz de sentarme, pararme, caminar, acostarme sin sentir el dolor que padecía?”. Y también: “¿Así será el resto de mi vida? El resto de mi vida será difícil”.
Después de que terminó, Woods fue abrazado por otros miembros de la élite del golf, incluido Rose, el ganador de las eliminatorias de la Copa FedEx, y Justin Thomas. Woods también abrazó fuertemente a su cadi, Joe LaCava, a su novia, Erica Herman, y a su agente, Mark Steinberg.
“Las personas cercanas a mí presenciaron la lucha y lo que estaba atravesando, y algunos de los jugadores de los que soy muy cercano realmente me ayudaron durante este proceso y en los últimos años. Su apoyo y algunas de esas cosas que dijeron al salir del último greensignificaron mucho para mí”.
Woods dijo que la “euforia” de la estampida de fanáticos detrás de él en la calle del hoyo dieciocho fue algo que nunca había experimentado y que nunca olvidaría.
“Me imagino que ahora es diferente porque los aplausos están extintos, ¿verdad?”, dijo Woods con una sonrisa. “No puedes aplaudir cuando tienes un celular en la mano, así que la gente grita”.