La descripción de la situación en su territorio refleja la insufrible realidad. Algunos se quejan de la falta de medicamentos y cruzan la frontera “para vacunar al bebé”, otros subrayan que tan solo hay “dos horas” de luz eléctrica en los hogares, “tres horas” de agua, además de la inexistencia de gas. La devaluación del bolivar impide alcanzar los bienes básicos: “no se puede vivir con un sueldo de 700.000 bolivares bimensuales o quincenales, ni aunque ganes dos millones de bolivares quincenales”.

Dejar atrás la paupérrima Venezuela

Venezuela he entrado en el quinto año de recesión de la que los críticos responsabilizan a la incompetencia y a la corrupción del Gobierno. La inflación el pasado año superó el 2600% y el Fondo Monetario Internacional prevé que este año llegue al 13.000%. La brutal caída de la moneda local ha empujado al presidente Nicolás Maduro, que aspira a la reelección en abril, a una redefinición del bolívar con la supresión de tres ceros. El salario minimo, por tanto, serán 1.300 bolívares en lugar de 1.300.000, pero en cualquier caso, el equivalente a algo menos de cinco euros al mes. Colombia, asegura un hombre, es más económica y “se consigue de todo, mayonesa, o papel higiénico”. Explica, además, que en Venezuela “un litro de gasolina vale un bolívar y un litro de agua vale cinco mil bolívares”.

Ese es el motivo por el que la mayoría de venezolanos que atraviesan el puente son trabajadores pendulares. Cruzan diariamente, semanalmente o mensualmente de lado a lado. La combinación de desesperación y creatividad ha impulsado todo tipo de negocios, desde la venta de cabello hasta servicios de taxi en silla de ruedas o botones. El símbolo de la decadencia económica de Caracas son bolsos hechos con bolívares, que valen más que los propios billetes. Estos últimos solo dan “para un paquete de sal”, detalla el artesano que los fabrica, “pero si se vende en Colombia, puede dar sustento a esta familia de tres miembros durante una semana”.

Las barreras colombianas

En total se estima en más de un millón el número de venezolanos que se ha instalado en Colombia
. No tienen el estatus de refugiados, aunque pueden solicitarlo. Pero si quieren vivir en el país vecino o utilizarlo como puente para ir a un tercero, primero deben poder entrar. Rafael Zavala, de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) explica las fórmulas: “Para poder ingresar en Colombia necesitan tener su pasaporte. Hay personas que obtuvieron la tarjeta de movilidad fronteriza, que es un permiso de permanencia temporal en Colombia. Adicionalmente, Colombia hace más o menos un año sacó un permiso especial de permanencia, que es otra forma de regularizarse una vez que se está dentro del territorio colombiano. Para esto hay que haber ingresado de manera regular a Colombia, hay que tener el pasaporte sellado.”

Pero la política migratoria más estricta anunciada por el presidente colombiano Juan Manuel Santos supone que no se expedirán más tarjetas de movilidad. Se trata del documento principal utilizado por los venezolanos con menos recursos, como los vendedores. Conseguir un pasaporte tampoco es sencillo, aunque el dinero puede ser en ocasiones la solución, las cantidades son exorbitadas. Un hombre precisa que el precio puede “ascender a los diez millones de bolívares y un sueldo mensual es de entre 400.000 y 500.000 bolívares”, lo que supondría tener que utilizar el sueldo de un año casi en su totalidad para obtener el documento.

Sin pasaporte o sin el derecho a trabajar, miles de venezolanos con empleos dignos en su país están ahora obligados a pedir comida o limosna en Cúcuta. En Divina Providencia, un refugio de la iglesia católica, se distribuyen mil comidas gratuitas cada día. Algunos ciudadanos cruzan el puente diariamente solo para conseguir una de ellas. “Yo trabajaba en la alcaldía de San Cristobal pero el sueldo no me alcanza para comer”, sostiene uno de ellos.

Algunas personas tan solo buscan cualquier trabajo para enviar algo de dinero a casa y muchas familias han quedado divididas. Hay padres que, mientras buscan formas de obtener algún ingreso, no quieren que sus hijos les acompañen porque eso supondría que también tendrían que vivir en la calle. En algunas ocasiones, el lugar de descanso es aquel en el que alguien se encuentra al caer la noche

El papel imprescindible de la ayuda internacional

El éxodo venezolano está teniendo lugar en una región históricamente volátil, Norte de Santander. Grupos armados todavía controlan amplias zonas aquí, a pesar del acuerdo de paz con las FARC, que en 2016 puso fin oficialmente a 52 años de conflicto. Muchos colombianos desplazados por esta batalla interna acabaron en las zonas más pobres, los asentamientos. En una decena de los barrios más frágiles de Cúcuta, desde el pasado mes de agosto, el número de inmigrantes venezolanos ha aumentado de 0 a 3000.

Los misioneros de la orden de los scalabrininanos, que trabajan en la región, consideran que los inmigrantes venezolanos están en riesgo. El padre Francesco Bertignon, del centro Piloto Scalabrini, subraya que la llegada masiva de venezolanos, muchos de ellos muy profesionales, provoca que aquellos que los contratan “les medio prometen, les pagan mal o no les pagan”. Hay casos peores ya que “les piden ir a cosechar café” y acaban en “cultivos de coca”.

Para afrontar esta crisis migratoria, Colombia ha pedido ayuda internacional. El comisario europeo para Ayuda Humanitaria, Christos Stylianides, se entrevistó con el presidente Santos para identificar las mejores formas de proveer asistencia. El resultado, dos millones de euros de fondos comunitarios adicionales para Venezuela y otros seis millones de euros para Colombia. “Para las autoridades colombianas, es un enorme reto ocuparse de esta situación sin precedentes porque también tienen retos en su país con los procesos de reconciliación y paz. Así que nuestra ayuda humanitaria va a los dos sitios, a Venezuela y a Colombia. Especialmente en Venezuela, estamos haciendo muchos intentos para dispensar medicinas y buscar proyectos para paliar la malnutrición aguda”, subraya Stylianides.