“‘¡Qué sensación tan extraña! —pensó Alicia—. Siento como si me estuviera encogiendo’. Así era. Ahora solo medía unos 15 centímetros de alto“.
Algo muy similar a eso que sintió Alicia, la que llegó al país de las maravillas cuando se metió en la madriguera de un conejo con chaleco y reloj, es lo que experimenta la periodista británica Abigail Moss.
La diferencia es que Abigail Moss no había deseado plegarse “como si fuera un telescopio!“, ni había encontrado un frasco “que tenía colgando del cuello una etiqueta con la siguiente palabra, escrita con unas grandes y hermosas letras impresas: BÉBEME“.
Y, ciertamente, no se había tomado nada con sabor a “torta de fresas con piña, pavo asado, crema, galletas y tostadas con mantequilla“.
Pero, como a Alicia, sí le pasan cosas extraordinarias, y eso -al principio- la asustó.
“La primera vez que recuerdo que me pasó, yo tenía unos 5 años, y corrí a buscar a mi papá, en pánico, y describí lo que estaba sintiendo, pero era tan pequeña que no podía explicarlo bien”, le contó Moss a la BBC.
“Inmediatamente él me dijo: ‘Agarra mi dedo’, y lo hice. Me preguntó: ‘¿Sientes que es muy grande?‘. Le dije que sí y me dijo: ‘Sé lo que sientes; a mí me pasaba lo mismo cuando era niño'”.
Solía pasarle a menudo cuando era chica -varias veces a la semana-, así que sus padres la llevaron al hospital.
“Los médicos me clavaron tapones en la cabeza para escanear mis ondas cerebrales mientras emitían ruido blanco en mis oídos y destellaban luces en mi cara”, recuerda Moss.
“No era epilepsia, ni un tumor cerebral, ni una cantidad de otras dolencias que se les ocurrieron. Lo que no sabían era qué era.
“En cualquier caso, les dijeron a mis padres que estuvieran tranquilos: mi condición no era peligrosa y probablemente la superaría. Hasta cierto punto, tenían razón y la experiencia ha reducido su frecuencia de cuatro veces a la semana a unas cuatro veces al año”.
“CÓMEME”
En esos episodios, cuando era pequeña y hoy en día, Moss no solo siente que el mundo se agranda, sino también lo que siente Alicia tras comerse el pastelito que encontró en una diminuta caja de cristal, “que tenía, hermosamente escrita con pasas, la siguiente palabra:CÓMEME”.
“¡Curioso y más que curioso! —exclamó Alicia—. ¡Ahora me estoy estirando como el telescopio más grande que ha existido jamás!… ¡Adiós pies! (porque cuando se los miró estaban tal lejos que casi se perdían de vista)“.
“Se siente exactamente como lo que siente Alicia en el libro: todo se siente grande o pequeño y extrañamente desproporcionado”, afirma.
Es por eso que ni a ella ni a otros que han tenido experiencias similares, les sorprende que el psiquiatra británico John Todd hubiera escogido como nombre para esa extraña dolencia Síndrome de Alicia en el país de las maravillas (AIWS, por sus siglas en inglés).
Lo acuñó en 1955 para describir los síntomas que escuchó de pacientes a los que había tratado porque sufrían de migraña o epilepsia.
Por la madriguera
Entre las cosas extrañas que suceden durante un episodio de AIWS, la página de internet WebMD menciona:
- Las partes de su cuerpo o las cosas a tu alrededor se ven más grandes, más pequeñas, más cercanas o más lejanas de lo que realmente son o están.
- Las líneas rectas parecen onduladas.
- Las cosas que están quietas parecen moverse.
- Los objetos tridimensionales se ven planos.
- Las cosas cambian de color o se inclinan hacia un lado.
- Las caras de la gente se ven distorsionadas.
- Los colores son más brillantes.
- Las personas y los objetos se ven estirados.
“¿Quién rayos soy? ¡Ah, ese es el gran acertijo!”
Los médicos no están seguros de la razón por la que algunas personas experimentan estos cambios inusuales en la percepción.
El síndrome de Alicia en el país de las maravillas no es un problema óptico o una alucinación.
Lo más probable es que sea causado por un cambio en una parte del cerebro, probablemente el lóbulo parietal, que procesa las percepciones del entorno.
Algunos especialistas lo consideran un tipo de aura, una advertencia sensorial que precede a una migraña.
Lewis Carroll, el matemático, fotógrafo y autor de “Alicia en el país de las maravillas” y “A través del espejo y lo que Alicia encontró allí”, sufría de migrañas y ha sido tema de un largo debate entre especialistas si su experiencia personal con ese desorden neurológico le sirvió de inspiración al escribir algunas de las aventuras de su heroína.
En cualquier caso, el síndrome que lleva el nombre de su obra no solo está asociado con la migraña.
También se ha visto en personas que sufren de epilepsia, infecciones como el virus de Epstein-Barr, depresión o esquizofrenia y como consecuencia de daño neurológico.
En “El hombre con un mundo destrozado”, el neurólogo ruso A. R. Luria registró el caso de un paciente, Zazetsky, que sufrió una terrible lesión en la cabeza durante la Segunda Guerra Mundial.
“A veces”, escribió Zazetsky, “siento de repente que mi cabeza es del tamaño de una mesa, igual de grande, mientras que mis manos, pies y torso se vuelven muy pequeños”.
“¿Cuánto tiempo es para siempre?”
El síndrome de Alicia en el país de las maravillas sigue siendo un fenómeno complejo del cual queda mucho por saber.
La investigación científica es escasa y difícil de encontrar, aunque el trastorno está lentamente atrayendo la atención de la comunidad científica.
Y quienes se han dado cuenta de que eso que les pasa tiene un nombre, que no se están volviendo locos y que no son los únicos que lo han sentido,también están haciendo su parte, compartiendo sus historias en redes sociales.
Su esperanza es que así se irán acumulando valiosos testimonios que quizás le sirvan a los investigadores para que exploren hasta que la naturaleza del síndrome de Alicia en el país de las maravillas deje de ser un misterio.