PARIS, Francia – ¿Cuáles fueron las verdaderas razones que impulsaron a Donald Trump a retirarse del acuerdo nuclear con Irán?
Cada día que pasa parece más evidente que detrás de esa decisión se ocultan una serie de intereses que no tienen ninguna relación directo con el contenido del texto firmado en Viena en 2015.
Por un lado, el eclipse forzado de Irán del mercado petrolero mundial —que perderá una buena parte de su mercado— provocó una estampida de los precios del crudo, que llegaron a 80 dólares por barril, y pueden seguir subiendo. Patrick Pouyanné, presidente del gigante francés Total, confesó que –en el contexto actual– no le resultaría sorprendente ver el barril a 100 dólares “en los próximos meses”.
La crisis de Venezuela contribuye también a esas tensiones. Pero el factor determinante es la perspectiva de una caída de la producción de Irán. Ese país extrae actualmente 2,4 millones de barriles diarios (mb/d), cifra que representa 4% de producción mundial. Para tener en cuenta el impacto que pueden tener las sanciones de Estados Unidos, alcanza con recordar que las exportaciones cayeron a 1,2 mb/d cuando se le impusieron las primeras penalidades en 2012.
Tanto la futura reducción de la oferta iraní como el aumento del precio favorece a los productores norteamericanos de shaleoil (petróleo de esquisto). Esos amigos de Trump no solo lograrán mayores márgenes de beneficio, sino que estarán en mejores condiciones de invertir en yacimientos que, hasta ahora, no eran rentables.
Estados Unidos también será el primer beneficiado por el repliegue de las empresas europeas. Ante la perspectiva de no poder permanecer en el mercado norteamericano si desafían el programa de sanciones de Trump, las multinacionales europeas empiezan a preparar las maletas para abandonar Irán.
Las empresas Total y Engie (energía) anunciaron su próximo repliegue. “Nuestro principal interés no es comercial o de empresas […] sino contribuir a la seguridad” internacional, aseguró —sin ruborizarse— el presidente Emmanuel Macron para justificar la decisión de las empresas francesas.
Esa estrategia está a punto de ser imitada por el grupo danés Moller-Maersk, líder mundial del transporte de carga, y la siderúrgica italiana Danieli. Su presidente, Alessandro Trivillin, anunció —casi con lágrimas en los ojos— que renunciaba a los prometedores contratos por 1.500 millones de euros que había obtenido en Irán. Trivillin tuvo que bajar los brazos porque, desde que Trump se retiró del acuerdo, los bancos se rehusaron a financiar sus operaciones con Teherán.
El repliegue masivo de los europeos y probablemente de los asiáticos puso en peligro la negociación de un nuevo acuerdo, como afirmó claramente el canciller iraní Mohammad JavadZarif cuando recibió en Teherán al comisario de la UE para asuntos energéticos, Miguel Arias Canete: “Los compromisos de la UE por aplicar el acuerdo nuclear no son compatibles con el anuncio del probable retiro [de Irán) de las grandes sociedades europeas”, advirtió.
No solo peligra el futuro del acuerdo nuclear, lo que permitiría a Irán justificar una reanudación de sus investigaciones para construir la bomba. La onda expansiva también alcanzaría a las ventas de petróleo y gas, las transacciones bancarias, las relaciones aéreas y marítimas. A diferencia del caso de Rusia, Trump aspira a que las sanciones contra Irán se conviertan en un virtual bloqueo económico destinado a asfixiar al país.
Frente a ese panorama, la pregunta por el millón de dólares es: ¿a quién beneficia el retiro de Estados Unidos del acuerdo nuclear?