“El especialista me dijo: ‘Vamos a tener que amputarla esta tarde porque si no lo hacemos para mañana estarás muerto'”.
Lo cuenta Stephen Richardson, un británico de 58 años que está aprendiendo a caminar sin una pierna después de que su otra extremidad fuera amputada.
La causa: diabetes tipo 2, una enfermedad que si no se atiende puede conducir a complicaciones graves, incluidas las amputaciones de miembros inferiores, y hasta la muerte.
Sólo en Reino Unido, cada semana 170 personas son sometidas a una amputación de extremidad debida a la diabetes.
Y según la Federación Internacional de Diabetes, se calcula que alrededor del mundo cada 30 segundos una extremidad inferior, o parte de ésta, es amputada como consecuencia de esta enfermedad.
En años recientes ha habido un drástico aumento en la prevalencia de diabetes en el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) 422 millones de personas viven con la enfermedad.
Cada año mueren 1,6 millones de estos pacientes. Y la pérdida de extremidades inferiores como consecuencia de complicaciones de la diabetes, se ha convertido en un grave problema social, económico y de salud pública.
Para Stephen Richardson, su amputación ha tenido un impacto enorme en su vida y su familia.
“Tengo dos nietos, de dos y cuatro años, y Emily, mi nieta mayor, cuando me vio en el hospital sin una pierna no quería acercarse a mi. Esto me dolió mucho”, le dijo a la BBC.
“Ahora acostumbro sentarme solo en el jardín, me siento a pensar, me pregunto qué voy a hacer ahora, ¿qué es lo que sigue en mi vida?”, cuenta.
Glucosa
La diabetes es una enfermedad metabólica y crónica, caracterizada por niveles elevados de glucosa en la sangre, lo cual con el tiempo conduce a daños graves en el corazón, los vasos sanguíneos, ojos, riñones y nervios.
La mayoría de las personas que sufren esta enfermedad, como Stephen, tienen diabetes tipo 2.
Esta ocurre principalmente en adultos, cuando el organismo se vuelve resistente a la insulina -la hormona que produce el páncreas y que ayuda a nivelar los niveles de glucosa en la sangre- o no puede producir suficiente insulina.
Según la OMS en las últimas tres décadas la prevalencia de diabetes tipo 2 se ha incrementado drásticamente en todos los países.
Ora forma de diabetes es la tipo 1, que solía llamarse diabetes juvenil porque afecta principalmente a niños y jóvenes.
En ésta el páncreas produce poca o nada de insulina.
Complicaciones
Para las personas con diabetes el acceso a tratamientos, que incluyen insulina, es esencial tanto para su supervivencia como para la prevención de complicaciones.
Niveles persistentemente altos de glucosa en la sangre pueden causar daños graves en el organismo que incluyen fallo renal, pérdida de visión, daño neurológico, riesgos de problemas cardiovasculares, incluidos infartos y accidentes cerebrovasculares.
Otra complicación devastadora es la pérdida de extremidades inferiores causada por el llamado pie diabético.
Este problema en los pies surge debido a la neuropatía (daños en los nervios) y mala circulación provocados por los altos niveles de glucosa en la sangre.
La neuropatía provoca la pérdida de sensación en los pies lo cual disminuye la capacidad para sentir dolor o lesiones.
Y la mala circulación disminuye la capacidad del organismo para sanar, lo que dificulta la curación de infecciones, lesiones o heridas.
No hay cura para la enfermedad, pero es posible controlarla con una dieta rigurosa y con medicamentos, que incluyen insulina.
Después de su amputación Stephen Richardson le dijo a la BBC que él mismo admite que ignoró los consejos de sus médicos sobre su alimentación y ejercicio físico.
“Esto no es culpa de nadie más, es mi culpa. No culpo a los cirujanos, ni a los médicos, no culpo a ninguna persona, sólo a mi mismo”, afirma.
“Si hubiera hecho lo que me dijeron que hiciera no estaría ahora en esta situación”, agrega.
Si hubiera hecho lo que me dijeron que hiciera no estaría ahora en esta situación”
Los expertos afirman que cambios simples en el estilo de vida pueden ser efectivos en la prevención de la diabetes tipo 2.
Estos incluyen una dieta sana, actividad física regular, mantener un peso normal y evitar el tabaco.
Y para quienes ya han sido diagnosticados con la enfermedad, además de esos cambios en el estilo de vida, es necesario llevar un control de sus medicamentos y someterse a análisis regulares para evitar complicaciones.