Tal vez no te tomaron en cuenta para un ascenso o te quedaste sin trabajo; quizá pasaste varios años en un programa de doctorado o tuviste un fracaso matrimonial; tal vez no viste a tus hijos crecer o desperdiciaste tu salud, o quizá perdiste la confianza.

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No importa. ¿Por qué lo digo? Porque he sido consejera en administración del tiempo durante los últimos diez años y he visto clientes que llegan con estos arrepentimientos (todos ellos ocasionados por un manejo del tiempo deficiente) y los he visto liberarse. Te encuentras en la cárcel de la mala administración del tiempo, pero la única persona que te mantiene encerrado ahí eres tú.

Yo sigo creyendo en ti. Sé que la manera en que administraste tu tiempo en el pasado no tiene por qué definir cómo gestiones tu tiempo en el futuro. A continuación, te presento cuatro áreas en las que necesitas hacer algunos cambios para que puedas ser libre al manejar tu tiempo. No dejes que él te maneje a ti.

Cuando alguien cuestiona tus elecciones respecto al tiempo, te pones a la defensiva

Si aún no estás dispuesto a admitir que te arrepientes de tu pasado, estás atrapado en este aspecto. Cuando tienes la oportunidad de tomar decisiones más equilibradas en el presente, no lo haces.

Quizá cuando tus hijos te preguntan por qué no estuviste presente cuando ellos eran niños, no admites que tienes remordimientos secretos respecto a las oportunidades que pudiste haber perdido por ser incapaz de administrar tu tiempo. Podrías pensar algo como: “En efecto muy pocas veces vi a mis hijos despiertos cuando vivían en casa, pero me ascendieron más rápido que a cualquier otra persona de mi departamento”. Quizá incluso podrías resistirte a hacerte responsable de tus actos en el presente debido a los remanentes del pasado. Podrías pensar algo como: “Bueno, a mi esposa podría gustarle que llegue a casa a cenar ahora que los chicos ya no están. Podría hacerlo, pero entonces tendría que explicarle por qué no llegué a cenar los últimos veinticinco años y eso es algo que no quiero hacer”.

Lo que estás evitando en realidad

Hay ocasiones y etapas de la vida en las que de verdad no tenemos elección cuando se trata de trabajar muchas horas. Admiro a los hombres y mujeres que hacen lo necesario para arreglárselas con lo que tienen cuando no hay otras opciones.

Pero hay casos en los que sí tuviste opción y elegiste no administrar tu tiempo, con lo que heriste a las personas que querías y que te querían. En esos casos, estar a la defensiva (lo que el experto en relaciones interpersonales John Gottman describe como “autoprotección en forma de indignación justificada o victimización inocente en un intento de repeler un supuesto ataque”) puede sentirse como si estuvieras protegiéndote, pero en realidad te mantiene encarcelado. Estás evitando sentirte culpable, avergonzado y escuchar unos cuantos “te lo dije”, pero hacerlo te mantiene atrapado en los patrones del pasado. Eso abre brechas innecesarias entre tú y tus seres queridos en el presente y el futuro.

Cómo liberarte

Para romper las cadenas de estar excesivamente a la defensiva respecto a la forma en que has administrado tu tiempo hasta ahora, es necesario que te perdones a ti mismo. Reconoce y acepta tus errores del pasado y luego perdónate a ti mismo. Podrías hacerlo de la siguiente manera: “Me perdono por no planificar mi tiempo correctamente y por perderme los acontecimientos importantes de la vida de mis hijos”, o “Me perdono por no establecer límites en mi trabajo, pues mi matrimonio y mi salud fueron afectados”.

Una vez que aceptes con sinceridad la realidad de tu pasado, podrás dirigir tu atención al presente y hacer cambios para avanzar.

Asumes el fracaso antes de intentarlo

Si piensas: “¿Para qué me tomo la molestia? Estoy tan atrasado que no importa lo que haga, no habrá diferencia”, quizá tu prisión sea una impotencia aprendida. Esta es una forma de percibir el mundo en la que te vuelves inapropiadamente pasivo después de haber estado expuesto a sucesos incontrolables en el pasado. En efecto, ahora tienes tiempo de trabajar en un proyecto, pero ya te perdiste las primeras dos fechas límite debido a circunstancias que escapan a tu control, así que en lugar de eso te pones a navegar en internet.

Lo que estás evitando en realidad

Puesto que la experiencia del pasado te ha demostrado que tus esfuerzos no tienen el poder de mejorar tu situación, justificas tu falta de acción como una forma de evitar un esfuerzo que no generará ningún cambio. Tu pasividad es una manera de sentirte en control de una situación que parece incontrolable. A corto plazo, te aísla de la trampa de intentarlo, y de la sola posibilidad de equivocarte, pero a largo plazo, solo será una sentencia totalmente garantizada de que pasarás más tiempo en la cárcel del arrepentimiento.

Cómo liberarte

Intenta algo, lo que sea. No te concentres en que el intento te dé grandes resultados, o que te dé resultados en absoluto. Siéntete feliz porque hiciste algo: abre ese documento del proyecto que has evitado durante semanas y léelo durante quince minutos. Habrás avanzado quince minutos del camino. En ocasiones, comenzar marca toda la diferencia y, quién sabe, tal vez cuando hayan transcurrido esos quince minutos estés tan concentrado que le dediques otros quince.

Sal del trabajo con el tiempo suficiente para ejercitarte antes de irte a casa. No tendrás un cuerpazo de la noche a la mañana, pero tendrás una sesión de ejercicio de ventaja respecto al día anterior. Cada vez que realizas una acción positiva (sin importar cuán pequeña sea) acumulas evidencia real de que puedes hacer algo para mejorar tu administración del tiempo y esas cositas comienzan a acumularse.

Dejas que los errores del pasado te paralicen

Esta podría ser tu prisión si comienzas a avanzar y haces cambios positivos… pero entonces las consecuencias de tu mala administración del tiempo en el pasado te hacen sentir tan mal que dejas de hacerlo. No puedes concentrarte porque no dejas de pensar: “Ojalá no hubiera desperdiciado tanto tiempo, ahora llevaría un mayor trecho recorrido. No puedo creer que dejé que las cosas empeoraran tanto. ¿Cómo pude perder tantas oportunidades para terminar esto?”.

Estos pensamientos se sienten como puñetazos en el estómago. En lugar de seguir avanzando, escapas de la golpiza deteniéndote por completo y distrayéndote con algo que representa una carga emocional menor, lo que significa que jamás cumplirás con los cambios que podrían liberarte y mejorar tu forma de administrar el tiempo.

Lo que estás evitando en realidad

Si te suena conocido, lo que estás haciendo es evadir la dolorosa realidad. Si has perdido tiempo, dinero y oportunidades, además del hecho de que tus acciones te dirigen hacia esa realidad, puede resultarte difícil enfrentarla, pero es necesario si lo que deseas es reflexionar acerca de los errores de tu pasado y progresar.

Es muy semejante a lo que sucede con quienes se están recuperando de una adicción y pasan por un periodo de depresión cuando logran estar sobrios y comienzan a tomar acciones positivas para administrar su tiempo, pues pueden sentirse peor antes de mejorar.

Cómo liberarte

Si dejas que la autocrítica del pasado te frene, seguirás tomando decisiones que te lleven al arrepentimiento. No obstante, puedes elegir usar ese arrepentimiento como una fuerza positiva en tu vida y aprender lo que no debes hacer. Así, cuando surja un pensamiento autocrítico como: “De verdad lo eché a perder. No puedo creer lo retrasado que estoy con este proyecto”, puedes pensar: “Sí, estoy atrasado a causa de mis decisiones pasadas, pero no quiero atrasarme más, así que ahora voy a dedicar el tiempo que pueda a avanzar en él. Si hago lo que hice en el pasado, solo empeoraré la situación”.

No te sientes digno de imponer tus límites

De vez en cuando, todos nos sentimos culpables de haber perdido oportunidades y tener pendientes que nunca nos decidimos a cumplir. No obstante, si te niegas a marcar tus límites con las personas porque en el pasado has hecho las cosas mal, la culpa podría ser tu prisión.

Es probable que ahora estés haciendo un gran trabajo, pero sabes que perdiste mucho tiempo el año anterior. Te sientes culpable por no haber cumplido con las expectativas de los demás y preocupado de que “te descubran”. Puesto que te sientes culpable por esa mala administración del tiempo, respondes llamadas telefónicas del trabajo a las 22:30 o te quedas conectado a tu correo electrónico todo el fin de semana. No te sientes digno de privilegiar tus propias necesidades.

Lo que estás evitando en realidad

En este caso, en realidad estás evitando el conflicto o la posibilidad de que se presente uno. Como te sientes incómodo con los sucesos del pasado, permites que otras personas te controlen. Quieres evitar que se molesten y “demostrar” lo que vales. Temes poner límites y que luego te vayan a recordar errores del pasado o que intenten usar dichos errores en tu contra.

Cómo liberarte

Una vez que has corregido el pasado en la medida de lo posible, eres libre de abandonar la cárcel del arrepentimiento y continuar. Tienes el derecho a decidir qué es bueno para ti y qué no lo es, y un pequeño conflicto ahora para tomar el control de tu tiempo te ahorrará aún más conflictos después. Debes tener el valor de establecer límites para poder tomar decisiones sabias respecto a tu administración del tiempo en el presente y para tener un estilo de vida llevadero y saludable en el futuro.

La libertad vale la pena el sacrificio

Es probable que lidiar con todo esto ocasione cierto dolor emocional a corto plazo. Podría haber días, semanas, o incluso meses, dependiendo de la gravedad del problema, en los que sea bastante doloroso; sin embargo, en el otro extremo se encuentra la libertad de administrar y controlar tu tiempo sin que te preocupen las expectativas de los demás y sin estar encadenado a tus propias exigencias emocionales.

La única manera de ser quien quieres ser y hacer lo que deseas hacer es liberarte.