LA HABANA — La gente hace fila durante cuatro horas para comprar detergente en La Habana. Las farmacias cubanas no tienen medicamentos para el dolor. Hay escasez nacional de pan.
Y, sin embargo, el gobierno cubano dice que está al borde de un logro científico extraordinario: la producción en masa de una vacuna contra el coronavirus inventada en la isla.Una de las cuatro vacunas desarrolladas por los científicos cubanos entrará en la fase final de pruebas el mes que viene, un paso crucial hacia la aprobación regulatoria que, si tiene éxito, podría poner a la isla en el camino de inocular a toda su población y comenzar las exportaciones al extranjero a finales de año.
Si la vacuna resulta segura y eficaz, el gobierno cubano obtendría una importante victoria política y una oportunidad de rescatar a la nación de la ruina económica. Para un país que durante décadas ha promocionado su sofisticado sistema de salud como prueba de los beneficios del socialismo, la vacuna también ofrece una oportunidad única de relaciones públicas.
La vacuna que se dirige a una fase final de pruebas se llama Soberana 02, en un guiño al orgullo que siente la isla por su autonomía, a pesar de décadas de hostilidad por parte de su vecino del norte. Cuba ya piensa en atraer a los turistas a sus costas con una irresistible mezcla de sol, arena y una dosis de Soberana 02.
Vicente Vérez, uno de los científicos que lidera el equipo que desarrolló la vacuna, ha dicho que la isla podría ofrecer vacunas a todos los extranjeros que viajen allí.
“No es solo medicina y humanitarismo; hay un gran beneficio económico si consiguen controlar el virus”, dijo Richard Feinberg, experto en Cuba de la Universidad de California, campus San Diego. “Será no solo un ingreso inmediato, sino un impulso a la reputación del sector biotecnológico farmacéutico cubano, que les permitirá comercializar otros productos médicos”.
Los científicos cubanos dicen que el gobierno probablemente regalará algunas dosis a los países pobres, en consonancia con su larga práctica de fortalecer las relaciones internacionales mediante la donación de medicamentos y el envío de médicos para hacer frente a las crisis de salud pública en el extranjero.
“Cuba siempre donó vacunas”, dijo Gerardo Guillén, un científico que desarrolla dos de las cuatro vacunas en el estatal Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología. “Ayudamos a otros países”.
Cuba comenzó a invertir dinero en biotecnología en los años ochenta, como parte del impulso de Fidel Castro para hacer que la nación fuera autosuficiente frente al embargo estadounidense que dificultaba la obtención de medicamentos producidos en el extranjero.
La inversión en salud pública dio lugar a docenas de instituciones de investigación médica y a un excedente de médicos, que Cuba envía a otros países en misiones médicas.
En 2019, el alquiler de médicos, enfermeras y técnicos aportó 5400 millones de dólares, el doble que el turismo, uno de los principales motores de la economía.
El sector biotecnológico de la isla también está bien desarrollado. Cuba fabrica ocho de las 12 vacunas que se administran a los niños en la isla y exporta vacunas a más de 30 países.
“Es un monstruo de la biotecnología”, dijo sobre la isla Gail Reed, editora de MEDICC Review, una revista de medicina cubana y del mundo en desarrollo. “Los logros son innegables”.
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Los científicos cubanos también han desarrollado tratamientos innovadores, como una vacuna contra los tumores de cáncer de pulmón, que está en fase de pruebas con el Roswell Park Comprehensive Cancer Center de Nueva York.
“A veces la gente piensa que, por ser Cuba, ellos simplemente fabrican estos medicamentos en un garaje y se los dan a la gente, y eso no es cierto”, dijo Candace Johnson, presidenta del Roswell Park. “Están usando exactamente los mismos altos estándares que cualquier otro país que produce estos medicamentos”.
Johnson dijo que los científicos cubanos demostraron que “se adhirieron a todas las normas y controles apropiados” antes de que ella llevara el medicamento contra el cáncer de pulmón a Nueva York.
La producción de la vacuna contra el coronavirus se complicó por el endurecimiento de las sanciones a Cuba por parte del gobierno de Donald Trump. Los científicos dicen que no han podido comprar todos los equipos y materias primas que necesitan, incluidos los espectrómetros utilizados para el control de calidad. Los dos grupos de investigación que trabajan en el medicamento solo tienen uno lo suficientemente potente para analizar la vacuna, dijo Guillén, y tiene unos 20 años de antigüedad.
“Los cubanos no solo pueden hacer que funcionen los carros viejos, pueden conseguir que funcionen los equipos viejos”, dijo Mitchell Valdes Sosa, director el Centro de Neurociencias de Cuba.
La vacuna Soberana 02 ha superado dos fases de ensayos y está a punto de entrar en una tercera fase, en la que se probará en unas 150.000 personas en Cuba y en Irán, que ha mostrado interés en adquirir el medicamento. México también está en conversaciones con los cubanos para participar en la tercera fase de ensayos.
Al igual que la vacuna que está desarrollando Novavax, una empresa estadounidense, Soberana 02 es una vacuna a base de proteínas que contiene parte del coronavirus. Requiere tres dosis administradas en intervalos de dos semanas y, a diferencia de las vacunas de Moderna y Pfizer, no necesita almacenarse en congelador, lo que puede ser un atractivo para los países más pobres que a menudo carecen del equipo para mantener tantas dosis congeladas.
Vérez dijo en un mensaje de texto que la Soberana 02 es “muy segura y con muy pocos efectos adversos”, un requisito para pasar a una tercera y última fase de ensayos. Los científicos no publicarán su índice de eficacia hasta que se completen los ensayos. Todavía no está claro si la vacuna protegerá contra las nuevas variantes, una de las cuales ya ha sido detectada en la isla.
El gobierno es optimista y se jacta de poder producir 100 millones de dosis este año, más que suficiente para vacunar a todo el país de 11 millones de habitantes y, posiblemente, a los visitantes extranjeros.
Pero es posible que Cuba no disponga del equipo necesario para fabricar su vacuna a esa escala. Las sanciones de Estados Unidos han elevado el precio de la compra de materias primas y han complicado las transferencias de fondos a la isla.
“Podría resultar difícil comprar suficientes viales para sus 100 millones de dosis”, dijo José Luis DiFabio, exrepresentante de la Organización Mundial de la Salud en Cuba. “O si tienen equipos que necesitan ser reparados, no tienen acceso a las piezas que podrían necesitar. O, en lugar de conseguir algo en una semana, lo consigues en un mes”.
Y abrir las puertas a turistas ávidos de vacunas puede crear nuevos problemas.
Cuba limitó la propagación del virus desde el principio al apoyarse en su estricto control de la población y en un sistema eficaz de asistencia sanitaria. Cualquier persona a la que se le diagnosticara el virus era inmediatamente hospitalizada y se le administraba un cóctel de medicamentos cubanos y genéricos.
El gobierno aisló a sus contactos cercanos y los vigiló para detectar los síntomas. En 2020, Cuba registró solo 12.225 casos confirmados de coronavirus y 146 muertes, una de las tasas más bajas del hemisferio occidental.
Luego, tras la decisión de abrir los viajes aéreos internacionales en noviembre después de un cierre de siete meses, el número de casos se disparó. Las autoridades ahora combaten el peor brote desde que comenzó la pandemia, con más casos registrados en enero que en todo el año pasado, y recientemente establecieron un toque de queda a las 9 de la noche en La Habana.
El gobierno aún no ha anunciado ningún plan específico para vacunar a los turistas, pero tendrá que tener en cuenta el tiempo que llevaría administrar las tres dosis requeridas por Soberana 02.
Guillén dijo que, en lugar de permanecer en la isla durante un mes y medio, se podría dar a los turistas la opción de vacunarse una vez en la isla, y empacar las otras dos dosis en su maleta para vacunarse en casa.
El plan de abrir la vacunación a los turistas parece, para algunos, una táctica arriesgada y astutamente capitalista para atraer visitantes, y con ellos las divisas que la isla necesita desesperadamente. Según los expertos, la combinación de la pandemia y las sanciones ha creado la peor crisis económica que ha vivido el país desde la caída de la Unión Soviética en la década de 1990. Casi todos los productos imaginables —desde el pollo hasta el jabón— han empezado a escasear.
Los científicos cubanos, sin embargo, insisten en que el objetivo es difundir la salud. Cualquier beneficio, dicen, es simplemente un efecto secundario.
“No somos una multinacional donde el retorno es la razón número uno”, dijo Vérez, quien dirige el desarrollo de la vacuna, en una reciente conferencia de prensa. “Funcionamos al revés, crear más salud y el retorno es una consecuencia, nunca va a ser la prioridad”.