MOSCÚ — Vladimir Pozner era editor de propaganda soviética en inglés en 1962 en Moscú, un trabajo que le dio un acceso excepcional a periódicos y revistas estadounidenses. Eso le permitió seguir la crisis de los misiles cubanos fuera del filtro de los medios soviéticos y sentir un mundo al borde de la guerra.
Pozner, periodista de la televisión rusa desde hace mucho tiempo, dice que ahora siente algo similar.
“El olor a guerra es muy fuerte”, dijo en una entrevista el viernes, un día en el que se intensificaron los bombardeos en la línea del frente en el este de Ucrania. “Si hablamos de la relación entre Rusia y Occidente, y en particular, Estados Unidos, siento que es tan mala como lo fue en cualquier momento de la Guerra Fría, y quizás, en cierto sentido, incluso peor”.
A diferencia de 1962, lo que ahora se cierne sobre Europa no es la amenaza de una guerra nuclear, sino la de una gran guerra terrestre. Pero la sensación de que Rusia y Estados Unidos están entrando en una nueva versión de la Guerra Fría, planteada durante mucho tiempo por algunos analistas a ambos lados del Atlántico, se ha vuelto ineludible.
El presidente Biden lo insinuó el martes en la Sala Este de la Casa Blanca, y prometió que si Rusia invadía Ucrania, “reuniremos al mundo para oponerse a su agresión”. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, incrementó las tensiones el sábado, cuando supervisó un lanzamiento de prueba de misiles hipersónicos con capacidad nuclear que pueden evadir las defensas estadounidenses.
“Estamos entrando en una nueva etapa de confrontación”, dijo Dmitry Suslov, especialista en relaciones internacionales de la Escuela Superior de Economía de Moscú. “Después de esta crisis, naturalmente vamos a ser mucho más explícitos y abiertos al reconocer que somos enemigos, somos adversarios, con todas las consecuencias que eso acarrea”.
Por ahora, nadie sabe cómo saldrá el mundo de la crisis: si Putin está poniendo en escena un engaño elaborado y costoso o si realmente está a punto de lanzar la mayor ofensiva militar en Europa desde 1945. Pero parece claro que el objetivo principal de Putin es reconsiderar el resultado de la Guerra Fría original, incluso si es a costa de profundizar una nueva.
Putin busca desmantelar el orden de seguridad europeo que se estableció después del colapso de la Unión Soviética en 1991, cuando su país era débil y vulnerable, y recrear el tipo de zona geopolítica de amortiguamiento que los gobernantes rusos han sentido que necesitaban a lo largo de los siglos. Ha dado señales de que está preparado para lograrlo por medios diplomáticos, pero también mediante el uso de la fuerza.
La crisis ya le ha dado a Putin algunas victorias tácticas, así como riesgos peligrosos. Desde la primavera pasada, cuando por primera acumuló amenazantemente tropas en las fronteras de Ucrania, ha logrado atraer la atención de Washington, algo importante para este Kremlin que, como en la Guerra Fría, ve la confrontación con Estados Unidos como su conflicto definitorio. Pero sus acciones también han incitado actitudes antirrusas y han unido aún más a Europa y Estados Unidos contra Rusia, algo que debería preocupar al Kremlin, pues el poder económico y político global de Occidente aún es mucho mayor.
Daniel Fried, un diplomático estadounidense retirado que negoció con Moscú tanto durante la era soviética como durante la era de Putin, dijo que tenía un mensaje para los rusos que añoran los días de la Guerra Fría cuando su país —según su relato— era respetado por Estados Unidos. Después de todo, la Unión Soviética perdió la Guerra Fría original.
“Es posible que los recuperes”, dijo Fried en una entrevista. “Y no te irá bien”.
A diferencia del consejo soviético, Putin no intenta librar una lucha ideológica global ni está —por ahora— llevando a la bancarrota a su país en una costosa carrera armamentista. Rusia está mucho más entrelazada en la economía global, una situación que algunas personas todavía esperan que ayude al mundo a evitar una confrontación entre Oriente y Occidente tan profunda y prolongada. Y para Estados Unidos, es China, no Rusia, la que ahora se perfila como el adversario estratégico más serio a largo plazo.
Pero para Putin, los esfuerzos desandar la derrota de su país en la Guerra Fría original ya han durado al menos 15 años. En su discurso durante la Conferencia de Seguridad de Múnich en 2007, declaró su rechazo a un orden mundial liderado por Estados Unidos y advirtió de las “municiones sin estallar” que quedaron de la Guerra Fría: “estereotipos ideológicos” y “doble rasero” que permitieron a Washington gobernar el mundo mientras obstaculiza el desarrollo de Rusia.
Este fin de semana, en uno de los muchos acontecimientos ominosos de los últimos días, Rusia no irá a la conferencia de Múnich, una reunión anual en la que, durante las tensiones previas en el gobierno de Putin, funcionarios occidentales habían podido reunirse con sus homólogos rusos.
En cambio, el Kremlin divulgó imágenes de Putin en la sala de crisis del Kremlin, desde donde dirigía los lanzamientos de prueba de su arsenal modernizado de misiles con capacidad nuclear desde bombarderos, submarinos y lanzadores terrestres. Fue un recordatorio cuidadosamente programado de que, como dijo recientemente la televisión rusa a los televidentes, el país puede convertir las ciudades estadounidenses “en cenizas radiactivas”.
Y Putin ha concentrado una enorme fuerza en el norte, este y sur de Ucrania para señalar que el Kremlin ve el viraje prooccidental de la antigua república soviética como una amenaza tan grave que está dispuesto a librar una guerra para detenerlo. El enfrentamiento evoca de alguna manera la crisis de Berlín de 1961, cuando los soviéticos exigieron que las fuerzas occidentales abandonaran Berlín y Alemania Oriental finalmente construyó el muro que dividía el este y el oeste. Para algunos rusos, el hecho de que Ucrania esté mucho más cerca de Rusia que de Berlín es lo que hace que la nueva Guerra Fría sea aún más peligrosa.
“En ese momento, la frontera pasaba por Berlín”, dijo Suslov, el analista de Moscú. “Ahora la frontera pasa por Kharkiv”, una ciudad ucraniana en la frontera con Rusia que está a un día en coche desde Moscú.
La Guerra Fría también ofrece paralelos de lo que podría suceder en Rusia en caso de guerra. Los analistas predicen un giro aún más autoritario del Kremlin y una persecución de enemigos internos aún más despiadada con la justificación de que supuestamente estén respaldados por Occidente. Pozner, un presentador de la televisión estatal que nació en París, vivió durante un tiempo en Nueva York y se mudó a Moscú en 1952, planteó que los enemigos de Rusia en Occidente podrían incluso estar deseando silenciosamente una guerra porque podría debilitar y desacreditar al país.
“Estoy muy preocupado”, dijo Pozner. “Una invasión rusa de Ucrania es una catástrofe para Rusia, ante todo, en el sentido de la reputación de Rusia y lo que sucederá dentro de Rusia como consecuencia”.
Algunos analistas rusos creen que Putin aún podría desescalar la crisis y lograr una victoria táctica. La amenaza de guerra ha iniciado un debate en Ucrania y en Occidente sobre la idea de que Kiev pueda rechazar la membresía en la OTAN. Y Estados Unidos ya ha ofrecido conversaciones sobre una serie de propuestas que le interesan a Moscú, como la colocación de misiles en Europa y limitar los vuelos de bombarderos de largo alcance.
Pero Putin está dejando en claro que quiere más que eso: un acuerdo legalmente vinculante y de amplio alcance para desmantelar la presencia de la OTAN en Europa del Este.
La intensidad de la crisis que Putin diseñó es evidente en el lenguaje áspero que el Kremlin ha usado. Este mes, junto al presidente de Francia, Emmanuel Macron, en el Kremlin, Putin dijo que el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, no tenía más remedio que optar por un plan de paz de 2015 que Rusia había impulsado: “Puede que les guste, puede que no les guste: tienes que lidiar con eso, amigo”. En una conferencia de prensa conjunta entre el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey V. Lavrov, y su homóloga británica, Liz Truss, dijo que su conversación se había parecido a la de una “persona muda con una persona sorda”.
“A veces, las discusiones eran bastante acaloradas entre los líderes soviéticos y estadounidenses”, dijo Pavel Palazhchenko, un exdiplomático soviético. “Pero probablemente no tanto y no tan públicamente como ahora. Realmente no hay precedente”.
Palazhchenko, quien fue traductor del líder soviético Mijaíl Gorbachov en sus encuentros con presidentes estadounidenses, describe ese lenguaje como una consecuencia de la frustración rusa por ignorar las preocupaciones de seguridad del país. Durante la Guerra Fría, Washington y Moscú acordaron acuerdos históricos de control de armas. Durante la era de Putin, poco de eso ha sucedido.
“Esta es una clara reacción emocional y psicológica a los años e incluso décadas en los que Occidente y Estados Unidos han despreciado las preocupaciones de seguridad rusas”, dijo Palazhchenko.
Doug Lute, exembajador estadounidense ante la OTAN, rechaza la idea de que en el pasado hubo una falta de respeto por los intereses rusos, especialmente debido a que el arsenal nuclear de Rusia es “la única amenaza existencial para Estados Unidos en el mundo”. Pero, al igual que Palazhchenko, también ve lecciones en la Guerra Fría para salir de la crisis actual.
“Puede ser que nos instalemos en un periodo en el que tengamos visiones del mundo radicalmente diferentes o ambiciones radicalmente distintas, pero incluso a pesar de esa contienda política, hay espacio para hacer cosas en nuestro interés mutuo”, dijo Lute. “La Guerra Fría podría ser un modelo para competir y cooperar al mismo tiempo”.