Se suponía que las vacunas chinas contra el coronavirus iban a ofrecer una victoria geopolítica que mostraría la proeza científica y la generosidad del país. En cambio, en algunos lugares, han provocado reacciones negativas.
Los funcionarios de Brasil y Turquía se han quejado de que las empresas chinas han tardado en enviar las dosis y los ingredientes. Las actualizaciones sobre las vacunas chinas han sido lentas y poco frecuentes. Los pocos anuncios que se han hecho sugieren que las vacunas chinas, aunque se consideran efectivas, no pueden detener el virus tan bien como las desarrolladas por Pfizer y Moderna, las farmacéuticas estadounidenses. En Filipinas, algunos legisladores han criticado la decisión del gobierno de comprar vacunas fabricadas por Sinovac, una empresa china. Los funcionarios de Malasia y Singapur, que encargaron dosis a Sinovac, han tenido que asegurar a sus ciudadanos que solo aprobarían una vacuna si se hubiera demostrado su seguridad y eficacia.
“Ahora mismo, no aceptaría ninguna vacuna china porque no hay datos suficientes”, dijo Bilahari Kausikan, un influyente exfuncionario del Ministerio de Asuntos Exteriores de Singapur. Añadió que solo lo consideraría con “un informe adecuado”.
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Al menos 24 países, la mayoría de ellos de ingresos bajos y medios, firmaron acuerdos con las empresas de vacunas chinas porque les ofrecían acceso cuando las naciones más ricas habían reclamado la mayoría de las dosis fabricadas por Pfizer y Moderna. Sin embargo, los retrasos en la obtención de las vacunas chinas y el hecho de que las vacunas sean menos efectivas significan que esos países pueden tardar más en vencer el virus.
Los funcionarios de Pekín, que esperaban que las vacunas mejoraran la reputación mundial de China, ahora están a la defensiva. Los medios de comunicación estatales han iniciado una campaña de desinformación contra las vacunas estadounidenses en la que cuestionan la seguridad de las inyecciones de Pfizer y Moderna y promueven las vacunas chinas como una alternativa mejor. También han difundido videos en línea que han sido compartidos por el movimiento antivacunas en Estados Unidos.
Liu Xin, presentadora de la cadena estatal CGTN, preguntó en Twitter por qué los medios de comunicación extranjeros no han le han dado “seguimiento” a las muertes de personas en Alemania que habían recibido una de las vacunas, a pesar de que los científicos han dicho que las personas ya estaban gravemente enfermas. El tuit de Liu fue compartido por Zhao Lijian, un alto portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China.
George Gao, director del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de China, ha cuestionado la seguridad de las vacunas estadounidenses porque sus creadores utilizaron técnicas nuevas en lugar del método tradicional adoptado por los fabricantes chinos.
China esperaba que sus vacunas demostraran que se había convertido en una potencia científica y diplomática. La nación asiática sigue estando a la par con Estados Unidos en el número de vacunas aprobadas para uso de emergencia o en ensayos de última etapa. Sinopharm, fabricante de vacunas de propiedad estatal, y Sinovac han dicho que pueden producir hasta 2000 millones de dosis combinadas este año, lo que las vuelve esenciales para la lucha mundial contra el coronavirus.
A diferencia de las vacunas de Pfizer y Moderna, sus dosis pueden mantenerse a temperaturas refrigeradas y son más fáciles de transportar, lo que las hace atractivas para el mundo en vías de desarrollo. Se han distribuido como medida de asistencia a países como Pakistán y Filipinas.
Sin embargo, la campaña de China ha estado plagada de dudas. Muchos recuerdan los escándalos de las vacunas en el país. Varios gobiernos siguen enfadados por la falta de apertura de Pekín sobre el virus en los primeros días de la pandemia. Sus esfuerzos a principios del año pasado para distribuir cubrebocas y equipos de protección en Occidente fueron criticados por los informes de mala calidad y las exigencias de los funcionarios chinos de que se les agradeciera en público.
Una encuesta de YouGov realizada este mes a unas 19.000 personas de 17 países y regiones mostró que la mayoría desconfiaba de la vacuna contra la COVID-19 fabricada en China. La campaña de desinformación que rodea a las vacunas occidentales podría socavar aún más su imagen.
Los retrasos en los envíos a lugares como Brasil y Turquía han sido el contratiempo más reciente.
En Turquía, el gobierno prometió inicialmente que diez millones de dosis de la vacuna Sinovac llegarían en diciembre. A principios de enero solo llegaron tres millones, según Fahrettin Koca, ministro de Sanidad turco. No explicó la razón de este déficit, que ha sido criticado por los políticos de la oposición. Las dosis restantes finalmente llegaron el lunes, según Anadolu, la agencia de noticias estatal de Turquía.
En un comunicado, el Ministerio de Asuntos Exteriores de China citó sus necesidades nacionales, donde el coronavirus ha reaparecido.
“Actualmente, la demanda nacional de vacunas en China es enorme”, dijo. “Al mismo tiempo que satisfacemos la demanda interna, estamos superando las dificultades, pensando y probando formas de desarrollar la cooperación internacional en materia de vacunas con otros países, especialmente los países en vías de desarrollo, de diferentes maneras, y proporcionando apoyo y asistencia de acuerdo con sus necesidades y nuestras capacidades”.
Los brotes esporádicos también podrían dificultar la producción. Sinovac, que rechazó hacer comentarios, dijo el viernes en internet que estaba buscando trabajadores para instalaciones en el área de Pekín donde un brote había asustado a posibles empleados.
Países como Turquía y Brasil están poniendo en marcha sus programas de inmunización con una vacuna de Sinovac porque las empresas occidentales no pueden suministrar las suyas tan rápidamente. No obstante, los esfuerzos de Brasil también se han retrasado. Eduardo Pazuello, ministro de Salud del país, dijo que China no estaba actuando con la suficiente rapidez respecto a los documentos necesarios para exportar materias primas a Brasil.
“Estamos haciendo movimientos fuertes a nivel diplomático para encontrar dónde está esa resistencia y resolver el problema”, dijo Pazuello en una conferencia de prensa el 17 de enero.
El 20 de enero, Rodrigo Maia, presidente de la Cámara de Representantes de Brasil, dijo a los periodistas que se había reunido con el embajador chino en Brasil, quien “dejó claro que no hay ningún obstáculo político, que fue un proceso técnico que se retrasó un poco”.
Otras vacunas están empezando a llenar el vacío. El Ministerio de Salud de Brasil anunció el jueves que un envío previamente retrasado de dos millones de dosis de la vacuna Oxford-AstraZeneca llegaría al día siguiente desde la India.
El mundo también se vio sorprendido por la revelación de que la vacuna Sinovac podría no ser tan efectiva como se pensaba. Anteriormente, funcionarios de Turquía dijeron que los ensayos realizados en ese país mostraban que la vacuna tenía una tasa de efectividad del 91 por ciento. En Indonesia, fue del 68 por ciento. En Brasil, los investigadores dijeron inicialmente que su efectividad era del 78 por ciento.
Luego, el 12 de enero, los científicos dijeron que tenía una tasa de efectividad de poco más del 50 por ciento, una vez que se incluyeron las personas que experimentaron síntomas leves. Ese nivel está apenas encima del umbral establecido por la Organización Mundial de la Salud para considerar efectiva una vacuna. En una conferencia de prensa la semana pasada, el director ejecutivo de Sinovac, Yin Weidong, reiteró que la vacuna era cien por ciento efectiva para prevenir los casos graves. Afirmó que la menor tasa de efectividad se debía a que el ensayo se centró en los trabajadores sanitarios, que tienen una mayor propensión a contraer COVID-19 que la población general.
Jair Bolsonaro, presidente de Brasil y crítico tanto de China como de sus vacunas para la COVID-19, atacó los datos. El 13 de enero, se burló de la tasa de eficacia de la vacuna, preguntando a un partidario: “¿Es bueno ese 50 por ciento?”.
Sin duda, las vacunas chinas tienen un gran atractivo para muchos países. Más de 40 países han expresado su interés en importar vacunas chinas, según el Ministerio de Asuntos Exteriores de China. Varios líderes mundiales, entre ellos el presidente de Turquía, Reccep Tayyip Erdogan, y el de Indonesia, Joko Widodo, se han vacunado con Sinovac.
Pero las revelaciones irregulares e inconsistentes sobre las vacunas siguen siendo un problema. Sinopharm ha dicho que una vacuna candidata fabricada por su brazo del Instituto de Productos Biológicos de Pekín tiene una tasa de eficacia del 79 por ciento, pero no reveló detalles cruciales. Sinopharm no respondió a una solicitud de comentarios.
En Hong Kong, una región de administración especial de China que ha pedido 7,5 millones de dosis de la vacuna Sinovac, las autoridades no han recibido una solicitud de distribución de emergencia ni ningún dato de la empresa china.
“No sé si se debe a que no están fabricando suficientes vacunas o si todavía no tienen planes de enviarlas a Hong Kong”, comentó Lau Chak Sing, que dirige un panel asesor del gobierno de Hong Kong sobre las vacunas contra la COVID-19.
La divulgación de datos también ha sido un problema en Filipinas, que ha conseguido 25 millones de dosis de la vacuna Sinovac. Risa Hontiveros, legisladora de la oposición, dijo que el gobierno del presidente Rodrigo Duterte “sigue atiborrando su preferencia por las vacunas fabricadas en China en la garganta del público, sin la aprobación de uso de emergencia y con datos inconsistentes”.
Leila de Lima, senadora y líder de la oposición que está en prisión, expresó su enfado porque el gobierno estaba pagando 61 dólares por dosis, más del doble de lo que paga el socio de Sinovac en Indonesia. El palacio presidencial dijo que ese precio era exagerado, pero que no podía divulgar los reales debido a un acuerdo de confidencialidad.
A pesar de la incertidumbre, es posible que mucha gente tenga pocas opciones.
“Me voy a vacunar”, dijo Kayihan Pala, miembro de la junta de seguimiento de la COVID-19 de la Asociación Médica de Turquía. “Estoy esperando mi turno, porque no hay otra opción”.
Letícia Casado,Tiffany May, Elsie Chen y Jason Gutierrezcolaboraron con este reportaje.
Sui-Lee Wee es corresponsal de The New York Times en Singapur. Ha cubierto China durante casi una década y escribe sobre temas sociales, género, vigilancia genética, atención médica y la intersección de la demografía y la economía. @suilee