Las carnes rojas y blancas no serían tan diferentes, al menos cuando se trata de sus efectos sobre el colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL) o “malo”. Así lo encontró un reciente estudio tras analizar a 113 personas que consumieron dietas ricas en proteínas provenientes de carne roja, blanca y fuentes no cárnicas, como legumbres, frutos secos y productos de soya.
“Cuando planeamos este estudio, esperábamos que la carne roja tuviera un efecto más adverso sobre los niveles de colesterol en la sangre que la carne blanca, pero nos sorprendió que este no fuera el caso: sus efectos sobre el colesterol son idénticos cuando los niveles de grasa saturada son equivalentes”, explicó Ronald Krauss, autor principal del estudio.
El colesterol es una sustancia cerosa similar a la grasa que se encuentra en todas las células del cuerpo. Aunque generalmente se lo asimile como algo negativo, nuestro organismo lo necesita para producir hormonas, vitamina D y compuestos que faciliten la digestión de los alimentos. Incluso existe un tipo de colesterol, llamado de lipoproteínas de alta densidad (HDL) o ” bueno” que se encarga de transportar al “malo” de diferentes partes del cuerpo hacia el hígado, para que luego sea eliminado.
Cuando se tiene mucho colesterol en la sangre, puede combinarse con otras sustancias formando placa, una sustancia que se pega las paredes de los vasos sanguíneos estrechando o bloqueando las arterias. Esto puede desencadenar diversos daños para el corazón, como coágulos, accidentes cerebrovasculares o ataques al corazón.
Se sabe que varios factores elevan el riesgo de colesterol alto: ser mayor de edad, tener antecedentes familiares, sufrir sobrepeso u obesidad, consumir alcohol excesivamente, fumar, ser sedentario y tener una mala alimentación.
Con respecto a este último punto, durante mucho tiempo se creyó que las principales responsables serían las grasas provenientes de las carnes rojas. Sin embargo, el nuevo estudio del Instituto de Investigación Infantil del Hospital UCSF Benioff, en Oakland, encontró que su variante blanca también sería perjudicial. Sus hallazgos se publicaron en American Journal of Clinical Nutrition.
El peligro de las carnes
Los investigadores estudiaron a 113 hombres y mujeres sanos de entre 21 y 65 años. Cada participante fue asignado aleatoriamente a una dieta alta o baja en grasas saturadas. Durante cuatro semanas, y en diferentes órdenes, consumieron proteínas de carne roja, blanca o fuentes no cárnicas.
Todos los alimentos consumidos durante el estudio fueron proporcionados por los investigadores, a excepción de las verduras y frutas para garantizar la frescura en el momento del consumo.
Para reducir las posibilidades de que otros factores afecten los niveles de colesterol, se les pidió a los participantes que mantuvieran su nivel de actividad basal y se abstuvieran del alcohol. También se les aconsejó mantener su peso durante el período de estudio, en caso de que este se modificara, se ajustaba la dosis de calorías.
El estudio encontró que el colesterol fue significativamente mayor después de consumir las dietas de carne roja y blanca, en comparación con las no cárnicas. Este resultado se encontró independientemente de si la dieta era alta o baja en grasas saturadas, además, el colesterol “bueno” no se vio afectado por la fuente de proteínas.
Formas de prevenirlo
Aunque la evidencia sea contundente, esto no quiere decir que debas eliminar por completo las carnes de tu alimentación. En su lugar, puedes controlar las porciones, con que quepa en tu mano será suficiente, y regular la cantidad de veces que las consumes por semana, entre 1 y 2 es lo recomendable.
En contraposición, también deberás sumar más frutas y vegetales a tu dieta. Sobre esto los autores fueron claros “Los hallazgos actuales son consistentes con estudios anteriores de patrones dietéticos basados principalmente en plantas, lacto-ovo-vegetarianos o veganos que informan concentraciones de colesterol total, LDL y HDL más bajas que las dietas que incluyen proteínas animales”. Las Directrices dietéticas 2015–2020 informan que una buena manera de adoptar estos hábitos es mediante una alimentación mediterránea.
Otro punto importante es abandonar el sedentarismo. Muchos estudios demostraron que la actividad física ofrece múltiples beneficios al organismo, especialmente para la salud cardiovascular.
El Instituto del Corazón, los Pulmones y la Sangre (NHLBI), señala que para elevar las cantidades de colesterol “bueno” y reducir los niveles del “malo”, 30 minutos de ejercicios diarios son suficientes. Sin embargo, no es necesario comenzar realizando grandes esfuerzos, empieza con leves caminatas y pronto verás cómo puedes aumentar el nivel.
Finalmente, recuerda que el colesterol está asociado al estilo de vida que llevas, y esto no solo incluye buenos hábitos físicos, sino también mentales. Por ello, intenta mantener alejado el estrés, puedes recurrir a practicas como el yoga para también ejercitarte en el proceso.