Cangrejeros de Santurce, nacidos en 1939 en el barrio del mismo nombre de la capital puertorriqueña, con 16 coronas nacionales y cinco del Caribe, es uno de los equipos más populares de la Isla del Encanto, pero esta noche tendrá de su lado a los fanáticos rivales históricos de Indios de Mayagüez, Criollos de Caguas y millones de boricuas apoyándole. El rival de la noche también sabe que en Quisqueya hoy hay más de 10 millones que “to’ son Toros”.
Para puertorriqueños y dominicanos la Serie del Caribe 2020 se podrá recordar por el resultado del partido de esta noche, siempre y cuando no se enfrenten en la segunda fase, que dispararía la tensión al máximo.
Las 19,120 entradas disponibles para el Hiram Bithorn se agotaron 60 horas antes, muestra de lo viva que se mantiene una rivalidad de medio siglo, principalmente en los dos deportes más populares en ambos países.
Lino Rivera, dirigente boricua del conjunto dominicano, cree que la fanaticada duartiana será mayor en el parque, aunque ya adelantó que tendrá sentimientos muy encontrados.
Los equipos dominicanos se han coronado en cuatro ocasiones en suelo boricua, la más reciente en 2007 cuando las Águilas Cibaeñas de Félix Fermín quedaron delante de los Gigantes de Carolina que dirigía Rivera. Pero el juego final, ya con el torneo definido, fue un triunfo 1-0 para los boricuas, que lo celebraron como si hubiesen ganado el torneo.
Rolando Guante, periodista especializado en deportes con casi cuatro décadas a sus espaldas, la resume en la clásica rivalidad de vecinos, alimentada por la importante comunidad dominicana que se estableció en Borinquen desde mediados del siglo pasado y en las mejoras que han presentado los dominicanos, especialmente en el baloncesto.
La Enciclopedia de Puerto Rico cifraba la población dominicana en Puerto Rico en 118,999 para 2014.
“Es el mismo fenómeno que Argentina-Brasil, España-Francia o Chile-Perú en fútbol y otros deportes, con algunas diferencias. Siempre que dos países son vecinos y tienen población considerable uno en el otro se producen ese tipo de rivalidad”, dice Guante.
Y pone el ejemplo del voleibol femenino, que si bien despierta cierto interés la gran superioridad de las Reinas del Caribe sobre las boricuas en el Estado Libre Asociado no despierta pasiones como el baloncesto y el béisbol.
Antonio Valdez, periodista y escritor del libro Tributo al Baloncesto Domicano (2017), ubica la génesis de esa rivalidad en la objeción puertorriqueña al uso de Antonio “Chicho” Sibilio y Hugo Cabrera en los Centrobasket 1977 y 1981, el primero por tener pasaporte español y el segundo por declararse profesional.
A lo que el delegado dominicano Federico Lalane José pidió en 1981 el bloqueo de Earl Brown y Jimmy Thorsen, estadounidenses que jugaban por Puerto Rico.
Antes de Centrobasket 1977, cuando los quisqueyanos se llevaron el oro en Panamá, los resultados eran abultados. El 106-34 en los Centroamericanos y del Caribe de 1954, el 100-41 en el Centrobasket 1969 y el 115-54 en Centrobasket 1973 son tres ejemplos.
En béisbol la competencia era más pareja, aunque Puerto Rico tenía una liga de mayor nivel y no solían enfrentarse hasta el debut criollo en la Serie del Caribe de 1970.
“Desde que tengo uso de razón y mira que participo desde niño en actividades deportivas cada vez que había un enfrentamiento entre ambos se podía decir que era un duelo a muerte. Era doloroso perder de Puerto Rico, era majestuoso ganarle a Puerto Rico”, dice Leo López, comunicador y comercializador que ha cubierto decenas de torneos y representado importantes figuras como Moisés Alou, Félix Sánchez y David Ortiz.
“En 1995 al día siguiente de que el Dream Team puertorriqueño le entrara a palos a Pedro Martínez en la puerta de mi habitación en el hotel me llevaron una caja con nueve donas en la caja en relación a las nueve argollas que le habían puesto a RD (perdió 16-0). Era parte de esa rivalidad”, recuerda López, un fijo en este clásico desde principio de la década de 1980.
En las primeras tres ediciones del Clásico Mundial de Béisbol los dominicanos jugaron la primera fase en San Juan, lo que se traducía en tener dos equipos como “home club”, un éxito de taquilla para los organizadores. Una sede que se perdió en 2017 a causa del virus zika que golpeaba la isla.