Han transcurrido menos de 12 horas desde que Ricardo Rosselló anunció su renuncia, en la noche del miércoles, y los móviles de Omaya Sosa, Carla Minet y Luis Valentín no paran de sonar. Decenas de medios de distintos rincones del mundo quieren hablar con los tres periodistas del Centro de Periodismo Investigativo (CPI) que lideraron la publicación de la filtración del chat cuya divulgación, tras casi dos semanas de masivas protestas, acabó con la dimisión de la máxima autoridad de la isla.

“Por supuesto que no pensamos que esto podía terminar así. This is ‘creaaasy (esto es una locura)”, comenta Minter mirando con ojos incrédulos la pantalla del móvil.

En su nueva oficina en el barrio de Santurce (San Juan), los reporteros reconocen que por primera vez en 12 días pudieron dormir bien y que han tomado medidas de seguridad porque desde la publicación que encendió las calles se han visto acosados. Suena la puerta. Un compañero de un medio estadounidense les envió 10 pizzas para celebrarlo. “Nos han dicho que somos el ‘Watergate tropical’”, bromean.

De izquierda a derecha:Omaya Sosa, Carla Minet y Luis Valentín.
De izquierda a derecha:Omaya Sosa, Carla Minet y Luis Valentín. ANTONIA LABORDE
Tres semanas atrás, una fuente anónima acudió al CPI. A ellos y a otros medios puertorriqueños, les ofreció un puñado de páginas del chat de Telegram donde Rosselló y sus colaboradores más cercanos insultaban y se burlaban desde las víctimas del huracán María hasta de sus propios compañeros del Partido Nuevo Progresista (PNP). Los reporteros del CPI rechazaron la oferta.
“Desde el primer contacto insistimos en que queríamos ver las 899 páginas. Para el tipo de trabajo que hacemos, aunque los insultos eran algo muy, muy importante, no era lo primordial. Nosotros queríamos probar potenciales delitos, corrupción”, explica Sosa. Mientras forzaban el pulso con la fuente, los otros medios comenzaron a publicar 10 páginas un día, 40 al siguiente… “Aguantamos pacientemente e insistimos persuasivamente hasta que finalmente lo conseguimos”, relatan.

El material completo les llegó el viernes 12 de julio por la noche. Minet y Valentín se dividieron las páginas y amanecieron escribiendo la historia. El equipo de la CPI ya estaba trabajando en una historia sobre la máquina corrupta de la Administración de Rosselló, pero les faltaban pruebas para comprobarlo.

El chat las tenía. “Si teníamos un tipo de delito en un solo ejemplo, nos dedicamos a buscar más para que las acusaciones fueran contundentes”, narra Minet. “Queríamos dos cosas: publicar todo el documento porque tenían a la gente secuestrada en una suerte de novela, publicando 20 páginas todos los días, y revelar los elementos que sin lugar a dudas demostraban las malas prácticas”.

En seis horas ya tenían el artículo colgado en la web. Con el goteo de los diálogos escandalosos que se habían ido filtrando durante la semana, los ánimos ya estaban caldeados y la gente ya había comenzado a protestar en la calle. Pero el sábado, con la historia completa a merced del pueblo, se produjo un punto de inflexión ya sin marcha atrás.

Sosa, coautora de un trabajo que desenmascaró la red de corrupción de la Administración, llevaba un par de semanas trabajando en el tema con Valentín. Tenían el mapa construido y los personajes del chat estudiados.

El impulso para destapar las irregularidades del Gobierno se lo habían dado los arrestos a manos del FBI de dos exfuncionarios de Rosselló como parte de una investigación federal de corrupción. Los chats solo les confirmaron lo que venía investigando. “Hasta entonces no se había conectado todo y no se había puesto al gobernador en el centro de todo ese esquema”, agrega Minet.

Ese trabajo obligó a la legislatura a actuar y, según un informe encargado a tres juristas, el chat da cuenta de posibles delitos como malversación de fondos públicos, negligencia y aprovechamiento ilícito de trabajos o servicios públicos. Con la dimisión de Rosselló, es el Departamento de Justicia el que tiene que seguir adelante con el asunto. “La justicia local es reconocida por nunca haber sido muy activa ante el actuar del gobernador. Pero aquí están las autoridades federales y eso podría cambiar todo el juego”, advierte Sosa.

“NO SOLO NOS INSULTAN, NOS ESTÁN ROBANDO”

El día que Omaya Sosa y Luis Valentín publicaron la historia sobre el esquema multimillonario de aprovechamiento ilícito de las autoridades, una multitudinaria marcha tenía lugar en San Juan. Habían pasado cuatro días desde la publicación de las 899 páginas y varios medios ya habían publicado artículos relacionados con las malas prácticas de la Administración. Los del CPI llevaban un mes cocinando la historia; el chat solo sirvió para amarrarla. Cuando la publicaron, los manifestantes se detuvieron a leerla en sus móviles, cuenta Sosa. “No solo nos están insultando, sino que nos están robando el poco dinero que queda aquí”, fue la sensación entre la gente, explica Sosa.