La autoridad regulatoria de alimentos y medicamentos de los Estados Unidos (FDA, según sus siglas en inglés) autorizó esta semana el uso de plasma de personas convalecientes para tratar el Covid-19 . Se trata de la estrategia implementada hace medio siglo por Julio Maiztegui, fundador del instituto de Pergamino que lleva su nombre , para disminuir del 30% al 3% la mortalidad del “mal de los rastrojos”, causado por el virus Junín.Ads by
También en la Argentina se preparan protocolos para utilizar el plasma rico en anticuerpos de personas convalecientes de Covid-19 para evitar los cuadros graves de la enfermedad. “Estamos trabajando con el Instituto Maiztegui en el protocolo de investigación para empezar a producir suero de pacientes recuperados y tratando de identificar potenciales donantes”, comentó a LA NACION ayer Omar Sued, a la salida de la reunión en Olivos con el consejo asesor del Poder Ejecutivo.
A diferencia de las drogas y las vacunas, que lleva mucho tiempo desarrollar, esta técnica se puede aplicar rápidamente. “La idea de utilizar el suero de convalecientes data de fines del siglo XIX -explica el destacado inmunólogo Gabriel Rabinovich, investigador superior del Conicet y miembro Asociado Extranjero de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos-. Se usó para la poliomielitis, para el SARS y para el Ébola. Y en enero se aplicó en una pequeña población de algo más de 90 pacientes, de los cuales más de ochenta mejoraron”.
Inmunidad pasiva
Rabinovich destaca que las personas que atravesaron la enfermedad y se están recuperando (convalecientes) tienen una cantidad considerable de anticuerpos neutralizantes. “La ‘plasmaféresis’ otorga lo que se conoce como ‘inmunidad pasiva’, a diferencia de la que permiten las vacunas, que es ‘activa’, porque es el propio organismo el que genera linfocitos T que nos defienden del patógeno”, afirma.
En principio, no se utilizaría para casos leves o moderados, sino para aquellos que presenten complicaciones graves o riesgo de padecerlas. “Es más efectivo cuanto más temprano se aplique, porque la persona tiene menos ‘títulos’ virales -agrega-. Incluso hay quienes proponen hacerlo como profilaxis, porque en el brote del SARS-CoV-1 tuvo bastante impacto para neutralizar la carga viral y la ‘tormenta de citoquinas’ (una reacción exagerada del sistema inmune)”. Según indica el investigador, es necesario que haya un número moderado de anticuerpos neutralizantes, porque si no, al daño que produce el virus en el tejido pulmonar, se le suma el de la gran cantidad de estas proteínas inflamatorias producidas por el sistema inmunológico .
“Hay que testear toda la sangre del donante para que no tenga otros patógenos y determinar la compatibilidad, pero se podría tenerlo listo en las terapias intensivas y bancos de sangre para aquellos que pueden hacer un cuadro grave”, agrega.
Aunque la idea de utilizar suero de convalecientes ya existía, se había aplicado sin el rigor que caracteriza a la ciencia actual. Maiztegui y Patricio Cossio demostraron que, si se trataba a los enfermos de fiebre hemorrágica argentina con plasma de personas ya recuperadas, se reducía la mortalidad al 3%.
“En los años 70 asolaba a la zona maicera una epidemia que generaba muchos muertos y que no tenía ningún tratamiento -cuenta el célebre cardiólogo argentino Pedro Cossio-. Julio Maiztegui, infectólogo de Pergamino, se juntó con mi hermano, Patricio, experto marcador de proteínas por trabajar en enfermedades autoinmunes en Cemic, y llegaron a la conclusión de que podían transfundir ‘plasma de convalecientes’ a los pacientes diagnosticados. Lo hicieron y obtuvieron muy buenos resultados si lo hacían antes del séptimo día de la enfermedad. Desde ese momento, hasta que Maiztegui desarrolló la vacuna, años después, la patología fue controlada con dichas transfusiones”.
Cossio cuenta que, para poder disponer de plasma, se estableció que cada paciente tratado con ese sistema se comprometiera, una vez curado, a donar sangre, se hizo una cadena de donantes convalecientes y se pudo atender bien a los nuevos enfermos.
Investigadores chinos
Desde principios de febrero, investigadores chinos lanzaron varios ensayos utilizando plasma de convalecientes, pero aun no fueron publicados. “Los estudios son preliminares, pero ellos están contentos”, comenta el virólogo argentino residente en Mónaco, Pablo Goldschmidt. Según publicó la revista Nature , Liang Yu, infectólogo de la Escuela de Medicina de la Universidad Zhejiang, trató en un estudio a 13 personas en estado crítico y después de unos días el virus ya no parecía estar circulando en el organismo de los pacientes, lo que indicaría que los anticuerpos lo habían neutralizado. Pero su salud continuó deteriorándose. “Probablemente, la enfermedad estaba muy avanzada para que esta terapia fuse efectiva -afirmó Liang-. La mayoría había estado enfermo durante más de dos semanas”.
El procedimiento es similar a una donación de sangre, con la diferencia de que esta debe pasar por una máquina para extraerle el plasma. El proceso tarda entre 60 y 90 minutos y cada donante puede brindar suficiente plasma para tratar a tres pacientes.