París .- Condenado en primera instancia por haber encubierto a un cura pederasta de su diócesis, el arzobispo de Lyon, Philippe Barbarin, fue absuelto este jueves en apelación, pero mantuvo su intención de retirarse de la primera línea de la jerarquía eclesiástica.
Barbarin, que hasta su condena en marzo del año pasado a seis meses de prisión exentos de cumplimiento era uno de los clérigos más influyentes de Francia, muy cercano al papa Francisco, anunció tras conocer su absolución que volverá a presentar la dimisión al pontífice.
“Esta decisión me permite pasar página y para la Iglesia de Lyon es una ocasión para abrir un nuevo capítulo. Por ello, voy a volver a poner mi cargo de arzobispo de Lyon en manos del papa Francisco”, aseguró en unas breves declaraciones a la prensa horas después de conocerse el veredicto.
El también cardenal ya presentó la dimisión al papa en marzo pasado, cuando fue condenado por no haber llevado a la Justicia las denuncias de abusos y violaciones contra el cura Bernard Preynat, cometidas entre 1971 y 1991.
Entonces Francisco rechazó su dimisión hasta que se conociera el resultado del recurso presentado por los abogados de Barbarin, al tiempo que le pidió que se retirara de forma provisional.
El arzobispo aseguró que, pese a su inocencia, reiterará su renuncia y acudirá a Roma si es llamado por el pontífice.
El futuro de Barbarin queda en manos de Francisco, mientras que sus citas con los tribunales no han finalizado porque los abogados de las asociaciones de víctimas que le llevaron al banquillo de los acusados anunciaron que recurrirán al Supremo la sentencia.
Pero todo indica que Barbarin, de 69 años, ha decidido dar un paso atrás.
Defensor de las tesis más tradicionalistas de la Iglesia francesa, alcanzó con solo 52 años uno de los puestos más relevantes de la jerarquía francesa, el de arzobispo de Lyon, desde el que encabezó los más duros ataques contra reformas como el matrimonio homosexual, el uso del preservativo o el aborto.
Según el diario “Le Figaro”, el caso le ha afectado y ahora busca alejarse de una diócesis donde su nombre ha quedado profundamente marcado por las acusaciones vertidas contra él.
El rotativo asegura que puede regresar como misionero a Madagascar, donde ya ofició en su juventud, o servir cerca del Santo Padre en Roma.
Sus abogados celebraron la absolución, que consideraron lógica porque el juicio abierto contra él iba destinado a hacerle “purgar todos los pecados cometidos” por la institución, lo que convertía a su cliente en una “víctima expiatoria”.
Algo que no se corresponde con un proceso penal, tal y como había reclamado también la Fiscalía, que pedía la exculpación del purpurado.
Sólo las asociaciones de víctimas mantienen su acusación, al considerar que Barbarin calló y que, por tanto, es cómplice de su sufrimiento.
Tras la euforia que vivieron en primera instancia, la absolución fue un jarro de agua fría, aunque estiman que el combate ha merecido la pena.
François Devaux, presidente de la asociación “La palabra liberada”, que agrupa a varias víctimas y que logró llevar a Barbarin ante los tribunales, aseguró que no se arrepiente de haber tenido contra las cuerdas al arzobispo.
“Gracias a este proceso ha emergido una cierta toma de conciencia que ha faltado durante años”, dijo en el tribunal tras conocer la sentencia.
Su lucha se centra ahora en el Supremo, pero también en otro tribunal cercano, el que juzga a Preynat, cuya vista se celebró a mediados de enero y cuyo veredicto será conocido el próximo 16 de marzo.
Desposeído por la iglesia de su condición sacerdotal, el ex clérigo reconoció los hechos, pidió perdón a las víctimas y contra él la Fiscalía pidió una pena de, al menos, ocho años de cárcel.