Sonreía Andrés Iniesta en el césped. Lloraba en la sala de prensa. Es un día extraño en el Barcelona. El capitán ha entrenado como siempre, haciendo felices a sus compañeros mientras domaba al balón. Pero no es una mañana cualquiera. Dos horas y media después, por sus mejillas volvían las lágrimas que deslizó cuando se quedó solo en La Masia hace 22 años, esta vez para decir que se marcha tras hacer las delicias del barcelonismo durante 16 temporadas en el primer equipo. Treinta minutos de reloj, media hora exacta, le han servido para poner punto final a ese ciclo entre sollozos, lágrimas y risas.
Se va Iniesta, se apaga el Barça. Ya sólo queda Leo Messi de una generación para la posteridad, con permiso de Gerard Piqué y Sergio Busquets. Vista perdida, silencio incómodo. Le costó arrancar, como si no supiera comenzar una de sus jugadas maravillosas en el tablero verde. Con la voz baja, titubeando, ha dicho como si le costara la vida: “Es la última temporada aquí. Es una decisión meditada, valorada, y pensada. Después de 22 años aquí, sé lo que significa ser jugador de este equipo, que para mi es el mejor del mundo. No hubiese imaginado que mi final sería así: sintiéndome útil, titular, con opción de ganar títulos y con la impresión y las sensaciones positivas que he tenido durante este año”.
Se apaga Iniesta, se ilumina China. En unas semanas confirmará su mudanza a la Superliga, aunque no se ha atrevido a anunciarlo aún. Eso sí, deslizó que “no competiría nunca contra mi club“. “No quiero engañar a nadie, me he dejado el alma por este equipo, en breve cumpliré 34 años y llega el momento, me conozco y sé cómo estoy. Todo iba a costar algo más, le he dado todo a este club, nunca me sentiría feliz si no doy lo mejor, como hasta ahora. Es ley de vida. Se abrirán otros retos y trataré de ser tan feliz como lo he sido así”, explicó.
Con Iniesta se va un funambulista, un artista, un genio y, sobre todo, un buen tipo. También, la penúltima pieza de una generación única tras el adiós de Carles Puyol, Xavi Hernández y Víctor Valdés. “Se queda mucha gente. Los que hay están capacitados para mantener este legado. Seguirán ganando y yo desde lejos me alegraré como si estuviera aquí”, incidió, al tiempo que no pensó en el futuro, en su vuelta: “Ojalá el día de mañana pueda volver para seguir disfrutando e inculcar todo lo que he aprendido”. Al tiempo, rechazó que su espina sea no haber alzado un más que merecido Balón de Oro que nunca llegó. “Estar presente (como finalista) con Xavi y Leo fue algo mágico. Mi percepción del fútbol y la felicidad no varía con un Balón de Oro“, resumió sobre aquella final de 2011.
¿Y qué espera que la gente recuerde de él? Algo sencillo, humilde, sin oropel. Algo como él. “Me gustaría ser recordado como un gran futbolista y una gran persona. El fútbol pasa y lo que queda son las personas, el trato con la gente y los compañeros en el día a día. Eso quedará. Cada uno tendrá su opinión sobre mi, pero es mi deseo y lo que he intentado en este tiempo. Ser un gran jugador, un gran deportista y una gran persona en todos los sentidos. He intentado representar al club de la mejor manera posible, espero haberlo conseguido”, confesó, ya recuperado del sofoco. Entró a las 13.43 horas con el pulso tembloroso. Se fue a las 14.13 horas entre aplausos, tras decir que “la vida y el fútbol sigue, pero he encontrado el momento de decir hasta aquí”. “Muchas gracias”, musitó entre aplausos. Iniesta se va.
Al evento de despedida de Iniesta ha acudido el presidente Josep Maria Bartomeu, los responsables del área deportiva, el CEO Òscar Grau, todo el cuerpo técnico liderado por Ernesto Valverde y la plantilla azulgrana, con la salvedad de Messi y Luis Suárez, ambos ausentes por “temas personales” según explicó el club. Por allí también se vio a representantes del Barça femenino para honrar al honrado capitán.