NUEVA YORK.– La confianza del presidente ruso, Vladimir Putin, parece no tener límites. Envalentonado por el fiasco de la contraofensiva ucraniana y la merma del apoyo occidental, Putin acaba de decir que el objetivo de Rusia en esta guerra sigue siendo el mismo. El jueves pasado, al dirigirse a sus generales, se jactó del asedio al que son sometidas las tropas ucranianas. “No vamos a renunciar a lo que es nuestro”, juró, para luego agregar con desdén: “Si ellos quieren negociar, que negocien”.
Pero en un reciente intercambio diplomático por canales paralelos, Putin envió un mensaje diferente: está dispuesto a llegar a un acuerdo. Según altas fuentes diplomáticas del Kremlin y de Washington, desde por lo menos septiembre pasado Putin viene dando a entender a través de intermediarios que está dispuesto a aceptar un alto el fuego que congele el combate en las actuales líneas de fuego, algo muy por debajo de sus ambiciones de dominar Ucrania.
El insistente interés de Putin por un alto el fuego es una muestra de que, puertas adentro, siempre encaró la guerra de manera improvisada y oportunista. Nada indica que los líderes ucranianos, que prometieron recuperar todo su territorio, aceptarían un acuerdo semejante. Algunos funcionarios estadounidenses dicen que es uno de los conocidos amagues del Kremlin y que no refleja una voluntad genuina de Putin por llegar a un acuerdo.
Pero la relajada confianza que muestra actualmente Putin llega después de 16 meses de reveses y humillaciones, con retiradas vergonzosas en el frente ucraniano y el motín de un líder mercenario de su círculo íntimo. Mientras tanto, Putin libró una guerra donde murieron o resultaron heridos centenares de miles de personas y dejaba al descubierto las contradicciones que se han vuelto en sello distintivo de su gobierno.
“Está dispuesto a frenar en las posiciones actuales”, dice un exfuncionario ruso, y agrega: “No está dispuesto a ceder ni un metro”.
Putin se dio cuenta de la confluencia de factores que generan las condiciones óptimas para un acuerdo: el campo de batalla parece trabado en punto muerto, la ofensiva ucraniana fracasó, el apoyo a Ucrania en Occidente va en descenso y, desde octubre, hay una nueva distracción que concita el interés global: la guerra entre Hamas e Israel.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, dijo el martes pasado que no veía señales de que Rusia estuviera dispuesta a negociar. “Solo vemos una voluntad descarada de matar”, sentenció Zelensky.
En las primeras semanas de la guerra, Putin exploró la vía de las negociaciones de paz, pero quedaron sin efecto cuando se conocieron las atrocidades cometidas por los rusos en Ucrania. Luego, en el otoño boreal de 2022, con el humillante retiro de Rusia del nordeste de Ucrania, Putin envió nuevamente mensajes a Ucrania y Occidente de su predisposición para negociar un acuerdo.
Algunos de los que apoyan a Ucrania, como el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto norteamericano, alientan a Ucrania a negociar porque consideran que en el campo de batalla ya obtuvo todo lo que razonablemente puede esperarse. Pero otros altos funcionarios de Estados Unidos creen que es demasiado pronto para negociar. Y Zelensky juró seguir combatiendo hasta que todo el país sea liberado del yugo ruso.
En junio, cuando Ucrania lanzó su tan anticipada contraofensiva, a Putin se lo veía tenso, ansioso por tener novedades del campo de batalla. “El enemigo está intentando atacar”, dijo Putin el 16 de junio desde el estrado en su Foro Económico Internacional de San Petersburgo. “Creo que las Fuerzas Armadas de Ucrania no tienen ningun chance”, agregó.
Ese mismo día, llegó a Kiev una delegación de líderes africanos con la esperanza de facilitar la paz con Rusia. En ese momento, se desató un ataque ruso y los funcionarios ucranianos tuvieron que llevar de urgencia a los líderes africanos a un refugio. Al día siguiente, en San Petersburgo, el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, le preguntó a Putin si realmente había bombardeado la capital ucraniana mientras estaban allí los líderes africanos.
“Sí, lo hice”, respondió Putin, según dos allegados de Ramaphosa. “Pero me aseguré de que el ataque fuera muy lejos de donde estaban ustedes”, añadió. Una semana después, Yevgeny Prigozhin, el jefe de un grupo de mercenarios, lanzó su fallido motín.
Vuelco favorable
Para fines del verano boreal, la balanza se inclinaba a favor de Putin. La muerte de Prigozhin en un accidente aéreo, que la mayoría atribuye al accionar del Kremlin, eliminó a su enemigo interno más peligroso. En el campo de batalla, Rusia ya daba muestras de estar resistiendo la contraofensiva ucraniana.
Un sábado de octubre, Putin festejó su cumpleaños número 71 con los líderes de Uzbekistán y Kazajistán, dos países de Asia Central que intentaron mantenerse neutrales en la guerra. Los tres líderes dialogaron sobre un plan de venta de gas ruso a Uzbekistán. Una persona presente recordó la tranquila confianza y el relajado lenguaje corporal de Putin: “No parecía estar librando una guerra”. Recién después del almuerzo de cumpleaños se dieron cuenta del alcance de los hechos que estaban ocurriendo en otro lugar del mundo. Era el 7 de octubre.
El ataque terrorista que perpetró Hamas –y la feroz respuesta militar israelí– fueron una bendición para Rusia, ya que distrajo la atención sobre Ucrania y permitió que Putin se sumara al coro de voces de gran parte del mundo en su condena al bombardeo de la Franja de Gaza y el apoyo norteamericano a Israel.
“Putin observa que la atención de Occidente está cada vez más dispersa”, dice Balazs Orban, asesor del primer ministro húngaro, Viktor Orban, que participó en la reunión del líder húngaro con Putin en octubre.
Al menos desde septiembre, los funcionarios occidentales empezaron a recibir renovadas señales de que Putin está interesado en un alto el fuego. Esas señales llegan por múltiples canales, incluso a través de gobiernos extranjeros con vínculos tanto con Estados Unidos como con Rusia. Según funcionarios norteamericanos, los emisarios no oficiales del Kremlin hablaron de los contornos del acuerdo que Putin estaría dispuesto a aceptar.
“Putin y el Ejército ruso no quieren exigir más su capacidad”, dice el funcionario internacional que hace unos meses se reunió con altos funcionarios rusos. En público, Putin también ha hecho referencias vagas a su disposición a negociar.
En Occidente, muchos descreen de un eventual alto el fuego porque dicen que Putin lo aprovecharía para rearmarse para un nuevo ataque. El presidente de Letonia, Edgars Rinkevics, dijo que Putin sueña con “restaurar el imperio”. “Nunca honraron ningún acuerdo”, dijo sobre los rusos. “Cada vez que les convino, los rompieron sin miramientos”.
Anton Troianovski, Adam Entous y Julian BarnesThe New York Times