El PLD e imputados deben ir a tribunales, no a las calles

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PERSPECTIVA. Voceros y envalentonados dirigentes del PLD le hacen un flaco servicio a su causa y a la presunción de inocencia que beneficia a exfuncionarios y figuras claves del pasado gobierno implicados en casos graves de corrupción, al arrancar con una línea de defensa en base a la violencia y en las calles, en vez de en los tribunales del pais. Es allí, con abogados que procuren un manejo transparente de cada caso y que en justicia se cumplan los debidos procedimientos de ley, donde los morados y relacionados deben librar su lucha en la actual coyuntura. Porque pierden la razón y la autoridad moral ante los ojos de la sociedad, cuando ignoran las normas y reglas de ésta, y la dirigencia partidaria recurre a salidas inmaduras e imprudentes que, en la práctica, envían señales de autoincriminación. Luce muy errático y desafortunado pretender una defensa en base a un ataque desbordado, ya no solo al jefe del Estado, sino al propio Ministerio Público en pleno, atribuyéndole a este último – inmerecido e inconveniente a la institucionalidad- el ser “un instrumento de la reelección de Luis Abinader”.

El peor miedo que pueden exhibir los peledeístas en estos momentos – al estilo de la gente de Donald Trump que atacó el Capitolio – fue el discurso de inicio de que “no los sacarían de las calles” y de que “no tenemos miedo”. Los botellazos, roturas de cristales e intento de ingreso a la fuerza al Palacio de Justicia, no se sabe para qué, es la mejor muestra de un nocivo mensaje de la dirección del PLD, que incluso se hacía pasible de sanción penal, por (confirmado en los hechos) incitar a la violencia y prestarse al irrespeto a la autoridad y a la destrucción de la propiedad pública. Más de un vocero del PLD dijo que el señor Gonzalo Castillo, que hizo bien al llamar a la calma y a la espera, es “un preso político porque fue un candidato que sacó un 38 %”, pero olvidaron que, además del compromiso de campaña de Abinader y el PRM, fue la sociedad dominicana que pidió a gritos, y en las urnas, un cese de la corrupción rampante en el desempeño público y cero impunidad.

El tiempo ha ido corriendo, porque los expedientes manejados son muchos, voluminosos y escandalosos, pero el reto, el compromiso de las autoridades y la demanda de la sociedad están ahí, esperando por resultados, no por “borrones y cuentas nuevas”, “olvidos” o cómplices “bajaderos” de la política. Y que no se venga con el manido alegato de “persecución política” y que ya entramos en tiempos de campaña, porque una cosa no tiene que ver con la otra, a la luz del mandato de la ley y la responsabilidad institucional de la justicia. Lo que no se debe es politizar el tema, ni intentar desacreditar al Ministerio Público para impedir que cumpla con su misión. Cero chantajes o amenazas con carabina vacía, porque una cosa sería que hubiera persecución política, por cuestiones de ideas o de intereses partidarios de los tengan el control del poder, y otra muy distinta que haya reclamos serios de la justicia a políticos que desempeñaron una función importante y manejaron recursos públicos de manera alegre, para que vayan a aclarar cuentas con números que, a lo ojos de ésta, no cuadran (?).

Con cuentas claras, entonces habría espacio para establecer grados de culpabilidad o de inocencia. ¿Acaso no fue el zorro de Euclides Gutiérrez quien pronosticó lo de que:” si salimos del poder, vamos a caer presos todos”? Asimismo, fue el entonces ministro de Obras Públicas y después candidato Gonzalo que en un momento aconsejó manejarse de la mejor manera, porque “hay cosas con las que yo hasta podría caer preso”. Y una señal de que el Ministerio Público no da pasos en falso ni brega con santos, son los 65 testigos y piezas claves que tiene para juicio de fondo, algunos de los cuales negociaron temprano con el órgano judicial y han devuelto unos dos mil 140 millones. Ante un montón de confesión de partes, ya habría pruebas que estarían sobrando. Sobre el expresidente Medina, y sin medir responsabilidades, las circunstancias obligan en lo adelante – a él y a contrarios – a una pausa y centrar la atención en su salud. Quizá tardó un poco en decir su estado y hubiera evitado sospechas y comentarios acentuados que andaban rodando. Pero es mejor tarde que nunca e hizo bien, finalmente, en publicarle al país que le habían diagnosticado un cáncer de próstata. Fue lo que hicieron, en su momento, Peña  Gómez , Jacobo , Hatuey, Carlos Morales y Jacinto, alcanzados por el mal del estrés que afecta a la mayoría de los líderes políticos y que deriva en algún tipo de cáncer. En momentos en los que la vida y la salud de un ser humano entran en juego, el perdón y la solidaridad dicen presente, y quienes lo ponen en práctica, por encima de hechos y razones de toda índole, se crecen ante los ojos del gran conglomerado. Como humanos, todos somos mortales y, como tales, habremos de tener algún grado de sensibilidad.