Twitter nunca ha sido un espacio para el debate racional y matizado. Y pueden esperar que se ponga mucho, mucho peor.
La decisión del lunes por la tarde de la junta directiva de Twitter de aceptar una oferta pública de compra de Elon Musk significa que la compañía considera que estaría mejor dirigida si fuera propiedad de un hombre que usa la red social para atacar a sus críticos, avergonzar a personas por sus cuerpos, desafiar las leyes bursátiles y promover criptomonedas sin cesar.
Musk dijo que su visión central para la plataforma es que sea un “campo inclusivo para la libertad de expresión”, pero sus usuarios deben entender lo que quiere decir esa frase: significa libertad de expresión para personas como Musk, un multimillonario y el hombre más rico del mundo. Incluso mientras la junta directiva de Twitter discutía su oferta de 54,20 dólares por acción, que terminó por aceptar, Musk daba señales de su tipo de liderazgo al tuitear que los funcionarios de la Comisión de Bolsa y Valores eran unos “títeres desvergonzados”.
Musk no ha sido un gerente responsable de las empresas que supervisa: Tesla, SpaceX, Neuralink y The Boring Company. En los primeros meses de la pandemia, Musk eludió a los funcionarios de salud —calificó sus mandatos de resguardarse en casa como “fascistas”— al obligar a los trabajadores de Tesla a volver al trabajo, una violación de las normas sanitarias locales. Y Tesla ha sido perseguida durante años por denuncias de abusos racistas, discriminación y acoso sexual en su fábrica en Fremont, California, donde seis mujeres dicen haber sido objeto de piropos y toqueteos y avances no deseados. La compañía ha dicho que no tolera ese tipo de comportamiento.
Varias mujeres que trabajaron como pasantes en SpaceX hicieron señalamientos similares sobre una actitud relajada hacia el acoso sexual por parte de supervisores y compañeros, informó The New York Times. La compañía ha dicho que está investigando las acusaciones.
Mientras tanto, una agencia reguladora de California demandó a la compañía por una serie de reportes de discriminación racial contra cientos de empleados, incluida la falta de oportunidades de crecimiento profesional y el uso de insultos raciales por parte de los supervisores. Según una demanda civil presentada por el Departamento de Igualdad en el Empleo y la Vivienda de California en el Tribunal Superior de California del condado de Alameda, Musk les dijo a sus trabajadores que tuvieran la “piel dura” en caso de sufrir acoso racial en el trabajo. Tesla ha negado las acusaciones.
No sorprende que muchos empleados de Twitter estén horrorizados ante la idea de que Musk dirija la empresa.
Sin duda, Twitter podría beneficiarse de algunas mejoras en su servicio. Sus reglas no se aplican de modo uniforme; la red social está repleta de troleo racista, acoso y desinformación. Los políticos y las celebridades también parecen disfrutar de una aplicación menos estricta de las políticas de Twitter contra la desinformación, a pesar de que hay evidencia de que es más probable que la gente les crea a ellos que a los usuarios de a pie. La respuesta usual de Twitter para moderar el contenido ha sido añadir notas de advertencia en los tuits, que son fáciles de ignorar y no mitigan el daño causado por la información errónea.
Antes y después del ataque al Capitolio estadounidense el 6 de enero, Donald Trump usó Twitter para enardecer a sus seguidores. La compañía, con justificación, eliminó la cuenta de Twitter de Trump por su papel en ese episodio vergonzoso, pero durante años se hizo de la vista gorda ante un comportamiento similar.
Musk se suma a este guiso tóxico. Llamó “pedo guy” a alguien con quien se disgustó, hizo bromas sobre la anatomía de las mujeres y tuvo que borrar un mensaje antisindical dirigido a los trabajadores de su fábrica, todo en la plataforma que pronto será suya.
Hacer menos estricta la moderación del contenido, algo que Musk parece estar decidido a lograr, no hará que Twitter sea un lugar mejor: lo hará mucho más tóxico. Con el argumento de que más discurso es el mejor antídoto contra el discurso nocivo, es probable que los usuarios serios reciban ataques más frecuentes de trols y bots. (Espero que Musk hablara en serio cuando dijo que derrotará “a los bots de spam o moriría en el intento”).
Las usuarias de Twitter, en particular, deberían estar preocupadas en caso de que Musk lleve su aparente desdén por las mujeres a la empresa que está a punto de adquirir. Twitter ya es un espacio tóxico para las mujeres que usan la plataforma, particularmente las mujeres de color.
Y todo el mundo debería estar inquieto con la posibilidad de que Musk rehabilite a Trump, quien ha utilizado con destreza las redes sociales para difundir información errónea y peligrosa sobre la covid, para mofarse de sus enemigos y poner en duda la integridad de unas elecciones libres y justas. El lunes, Trump dijo que no volvería a Twitter ni aunque se le permitiera hacerlo, pensando en su nueva red social, Truth Social, pero, por supuesto, el expresidente ha incumplido muchas promesas.
Musk tiene razón en que Twitter se ha convertido en una plaza pública de facto. Pero veamos el caso de otra plaza pública dirigida por un multimillonario sin límites reales a su poder: Facebook. Las filtraciones en el último año revelaron que Meta, bajo el liderazgo de Mark Zuckerberg, ha ignorado la evidencia del daño emocional que los comentarios hirientes en las plataformas de la compañía causaron en los adolescentes y aumentaron la ansiedad y la ira de sus usuarios. La empresa sabe que sus algoritmos tienen fallas profundas pero, gracias a que Zuckerberg controla la mayoría de los votos en la junta directiva, la presión externa e interna para que la empresa modifique la forma en que están diseñados e implementados ha resultado inútil.
Quizás Jack Dorsey, uno de los cofundadores de Twitter y miembro de la junta directiva, debería haber confiado en su instinto cuando tuiteó que no cree que “ningún individuo o institución deba ser dueño de una red social o, más en general, de alguna empresa de medios”.
Musk ha dicho que no le importa el aspecto económico de su acuerdo con Twitter. Es posible que necesite esa actitud si, como algunos creen, la plataforma se vuelve una batalla campal y los anunciantes la abandonan.
¿A dónde irán las personas si no les gusta en lo que Twitter se convierte con Musk? Hasta ahora, las nuevas redes sociales que prometen ser una alternativa a Twitter con libertad de expresión no han logrado ganar terreno, entre ellas Truth Social.
Al igual que los motivos de esos competidores, las razones de Musk para tomar el control de Twitter no tienen que ver con la libertad de expresión; se trata de controlar un megáfono. Con su legión de seguidores, Musk comandará un megáfono gigantesco y no tendrá límites para promover sus propias inversiones, desdeñar las normas de salud sensatas y callar a sus críticos.
Hablando con libertad: ¿suena como un lugar mejor?