El lunes, justo antes de que Boris Johnson anunciara un nuevo confinamiento, los responsables médicos de cuatro territorios del Reino Unido emitieron un comunicado conjunto en el que advirtieron que el Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés) podría verse desbordado en breve.
“Muchos de los hospitales que conforman el sistema sanitario de los cuatro territorios ya están bajo una inmensa presión”, señalaron: “con un número sustancial de enfermos hospitalizados por COVID-19 en planta y en cuidados intensivos. “No estamos seguros de que el Servicio Nacional de Salud pueda soportar un incremento sostenido de casos si no se adoptan medidas más estrictas y existe un riesgo real de que se vean desbordados en algunas partes del país en los próximos 21 días”.
Cuando todavía no han pasado 21 días desde este anuncio, la pregunta es: ¿La situación es realmente tan alarmante y qué se puede hacer para mejorarla? The Guardian ha hablado con médicos de todo el Sistema Nacional de Salud, que han señalado que nos encontramos ante una situación alarmante y sin precedentes que ahora está prácticamente fuera de su control.
“Estamos en una situación de emergencia sanitaria”
Un memorándum enviado por los gerentes del Royal London Hospital en el East End de la capital al personal justo antes del año nuevo ilustra la gravedad de la situación y la posibilidad de que el Sistema Nacional de Salud se colapse por completo.
“El hospital ya opera siguiendo las pautas de la medicina de desastres”, se afirmaba en el memorándum. “En estos momentos ya no estamos proporcionando cuidados críticos de alta calidad porque, simplemente, nos resulta imposible hacerlo. Aunque esto está muy lejos de cómo deberíamos funcionar idealmente, es la realidad y lo único que podemos hacer en el contexto actual”.
En el comunicado también se indica que “todos los hospitales del noreste de Londres están teniendo problemas, algunos no disponen de suficientes suministros de oxígeno, y ninguno tiene suficiente personal de enfermería. Lo creas o no, la unidad de cuidados intensivos de nuestro hospital está lidiando bastante bien con la situación comparado con otros centros”.
En las últimas semanas se han acumulado colas de ambulancias fuera de las unidades de accidentes y emergencias, cada una con un paciente en la parte de atrás que no puede entrar en el hospital porque el personal sanitario está ocupado, y cada una con un equipo que no puede responder a otras llamadas de emergencia porque deben permanecer en la puerta del centro, a veces durante horas. Decenas de pacientes están siendo trasladados de zonas donde los hospitales no tienen camas libres a otras que, al menos por el momento, sí las tienen, por ejemplo en Kent y en el sudoeste. Algunos hospitales de Londres han sopesado la posibilidad de que los pacientes que normalmente tratan vayan a Yorkshire.
Y no es de extrañar: a principios de esta semana, el Health Service Journal informó que el Servicio Nacional de Salud de Inglaterra temía que tan pronto como el 19 de enero los hospitales londinenses tengan un déficit de 5.422 camas.
Las cifras oficiales muestran que el número de personas hospitalizadas con COVID-19 y en situación grave es superior al pico de la primera ola de la primavera pasada. En aquel entonces, el NHS tenía capacidad para tratar a 21.000 enfermos; esta semana, el total ha superado los 30.000. El jueves, Sir Simon Stevens, el director ejecutivo del NHS de Inglaterra, dijo que desde Navidad han sido hospitalizadas 10.000 personas.
En los últimos días en el país ha muerto diariamente de COVID-19 más de 1.000 personas. Todo indica que esta ola podría causar más muertes que la anterior, salvo que el confinamiento consiga frenar rápidamente la cadena de contagios. Nunca antes el Servicio Nacional de Salud del país había estado tan cerca de la posibilidad de que no pueda proporcionar atención médica adecuada y de alta calidad a todos los ciudadanos que la necesiten.
“Para aquellos que afirman que el Sistema Nacional de Salud siempre se encuentra al borde del colapso tengo que decirles que están muy equivocados”, ha señalado Jeremy Hunt, que fue ministro de sanidad del Reino Unido de 2012 a 2018. De hecho, es el político que ha gestionado la cartera de Sanidad del país durante más tiempo. “Como ministro de Sanidad tuve que lidiar con cuatro graves crisis invernales y puedo afirmar que la situación actual es mucho peor”.
Si bien es cierto que en inviernos anteriores el Sistema Nacional de Salud también se ha visto obligado a posponer operaciones, la situación de caos que ha provocado esta pandemia representa una amenaza muy distinta.
El ministro ha puesto como ejemplo las largas colas de espera de los pacientes que tienen que ser ingresados, por falta de camas. También ha señalado que ha disminuido la cifra de personas que llegan a un hospital tras sufrir un ataque cardiaco “tal vez porque no pueden hacer una llamada de emergencia cuando lo necesitan”.
A principios de esta semana, Peter Sherren, un médico agotado de una unidad de cuidados intensivos hizo el siguiente llamamiento desesperado en Twitter. “Por favor, quédense en casa, ya que la COVID-19 se ha descontrolado en Londres y la situación es muy grave”. “De lejos, y por un margen catastrófico, lo peor que he visto en mis 20 años como facultativo”.
Cancelar operaciones y priorizar la asignación de camas
Cada vez son más los hospitales que se ven obligados a cancelar operaciones programadas, tanto para liberar personal y reforzar los equipos que tratan a enfermos de COVID-19 como para que los quirófanos y las salas de recuperación se conviertan en unidades de cuidados intensivos improvisados, por ejemplo en el hospital del University College de Londres.
En septiembre y octubre muchos hospitales del norte de Inglaterra y de las Tierras Medias tuvieron que posponer operaciones quirúrgicas porque carecían de los recursos necesarios para llevarlas a cabo y porque tenían que abordar la segunda ola de COVID-19.
Ahora los hospitales del Sistema Nacional de Salud en Londres y en el sudeste del país, las zonas más presionadas por el virus, están cancelando operaciones por el mismo motivo. El martes, el Frimley Health NHS Foundation Trust, del que dependen los hospitales de Surrey y Berkshire, canceló la mayoría de las operaciones programadas y citas no urgentes.
El día de Año Nuevo, el Hampshire Hospitals NHS trust anunció que había tomado, en palabras de su directora ejecutiva, Alex Whitfield, “la difícil decisión de posponer algunas operaciones programadas”.
Señaló que aunque a los tres hospitales que coordina les gustaría poder mantener en agenda tantas operaciones programadas como les fuera posible “lo más probable es que en los próximos días un número creciente de nuestros pacientes se vean afectados por esta situación”.
No es normal la cancelación de operaciones de cierto tipo, ya que algunas de las cirugías que se han cancelado son urgentes, es decir, deberían realizarse en el plazo máximo de 28 días o la salud del paciente puede verse afectada, e incluso puede morir. Normalmente se cancelan operaciones no urgentes de cirugía electiva, como la extirpación de cataratas o el reemplazo de articulaciones. La cancelación de operaciones urgentes podría tener consecuencias muy graves. Por ejemplo, el hospital del King’s College de Londres tuvo que suspender una cirugía urgente de cáncer a principios de esta semana porque tenía muy pocas camas de cuidados intensivos en las que poner a los que necesitaban observación postoperatoria.
También hay indicios de que los hospitales al borde del colapso pueden estar empezando a llevar a cabo cribajes en efecto, en el acceso a los cuidados que podrían salvar vidas. Un médico que trabaja en la unidad de cuidados intensivos de un hospital de las Tierras Medias (las Midlands) afirmó que se encuentran al borde del colapso.
Decidir a quién salvar la vida
“En el caso de las camas de la UCI ya se está llevando a cabo un cribaje. Si tienes múltiples comorbilidades es mucho menos probable que te den una y los cuidados paliativos se consideran mucho antes de lo habitual. Los hospitales de las Tierras Medias, Londres y el Gran Manchester llevan una semana haciéndolo”.
Un médico de Londres indica que algunos de los hospitales a los que enviaba pacientes de forma rutinaria tienen ahora unos criterios más estrictos para ingresar a un enfermo de COVID-19.
Anteriormente aceptaban pacientes cuya saturación de oxígeno había caído al 92% o 93% pero -como respuesta temporal a la demanda sin precedentes de atención- ahora insistía en que los niveles de la persona debían ser tan bajos como el 90% o menos.
“Intenté que ingresaran a un paciente de 65 años con COVID-19 y con niveles de saturación de 90-91%”, explica: “Pero dijeron que no tenía sentido que le indicara que fuera al hospital porque ellos lo enviarían a casa. Esto es preocupante porque los pacientes con saturación tan baja como el 92% o el 93% necesitan oxígeno y no se puede administrar fácilmente en casa.”
Es preocupante que los médicos y los responsables del Servicio Nacional de Salud con los que ha hablado The Guardian creen que la situación va a empeorar en los próximos días y semanas, ya que la nueva cepa del virus, mucho más infecciosa, se está convirtiendo en la predominante en todo el país.
“El gran aumento de ingresos actual todavía no es un reflejo de los encuentros y mezclas de burbujas que tuvo lugar estas navidades. Todos los contagios resultantes de estas celebraciones deberían empezar a llegar al hospital este fin de semana”, ha señalado un agotado responsable de un hospital.
A los directores de los hospitales les preocupa el hecho de que muy pronto podrían dejar de ser capaces de “incrementar su capacidad de respuesta”, porque no tengan suficiente personal o suficiente espacio.
¿Cuál es el plan del sistema nacional de salud si se cumple el peor de los escenarios posibles? Tras sopesar la respuesta, el responsable de un hospital responde con un simple “no lo sé”.