Al menos 1,8 millones de personas han fallecido por la covid-19. Es el balance que deja un año de pandemia, exactamente 12 meses después de que las autoridades chinas alertaran por primera vez de una neumonía no identificada. Bélgica (cerca de 19.360 fallecidos), Eslovenia (2.630), Bosnia (4.020), Italia (73.000), Perú (37.500) y España (50.400) son los países de más de dos millones de personas que más muertes por habitante han notificado en 2020. De los 15 Estados con más fallecidos en términos relativos, nueve están en Europa.
Los datos de muertes no son perfectos y son difíciles de comparar entre países —como casi todas las cifras de esta pandemia—, pero sí permiten ver el impacto del virus en cada lugar. Ahora, Europa lucha contra los coletazos de una segunda ola de menor intensidad que la primera, pero mucho más larga. Ya se han registrado más muertes por coronavirus de agosto en adelante que antes: 325.000 desde el verano y cerca de 530.000 en todo el año. Estados Unidos, donde han fallecido casi 340.000 personas de covid-19 desde marzo, ya está en plena tercera ola. Allí los hospitales se han saturado aún más que en las olas anteriores y el pico de fallecidos diarios lleva semanas por encima de los registros de primavera y de otoño.
Fallecidos diarios por coronavirus
La primera ola fue un tsunami casi para cualquier país. La llegada de la covid-19 desconcertó a quienes llevan años esperando una pandemia. “Todo el mundo especulaba con que la gran pandemia sería una mutación del virus de la gripe, con la de 1918 como referencia”, reflexiona Antoni Trilla, jefe del Servicio de Medicina Preventiva del Hospital Clínic de Barcelona. Habían llegado otros coronavirus, como el SARS o el MERS, pero la covid-19 ha resultado más compleja. “Ha adquirido la capacidad de transferirse por el aire, a través de los aerosoles, y tiene a muchísimos asintomáticos que son potencialmente infecciosos: crea pacientes invisibles que están circulando sin que lo sepamos”, apunta Trilla.
El verano del hemisferio norte parecía un punto de inflexión. En toda Europa bajaron los contagios, los hospitalizados y las muertes. Pero fue una ilusión y antes de septiembre había que encarar ya una segunda ola, que en muchos países se revelaría más fuerte que la primera.
Hay que tener en cuenta que la capacidad diagnóstica no es siempre la misma y cuanto mayor es el colapso del sistema sanitario, más fácil es que mueran pacientes a los que no se les ha hecho un test. Aun así, países que no habían sufrido el fuerte azote de la primera ola están ahora entre los que más fallecidos han notificado desde agosto. Por ejemplo, Hungría (100 muertos por 100.000 habitantes desde verano), Polonia (68) o Lituania (45). De este grupo, la peor situación se vive en Bulgaria (100), Eslovenia (100) y Hungría (120), que parecen estar sufriendo este invierno el peor brote del continente en todo el año. Peor que España o Italia en primavera, cuando ambos rondaban las 60 muertes por 100.000 habitantes.
“Hay una combinación de factores que influyen en las diferencias entre las dos olas: las condiciones climáticas, la relajación de las medidas y la penetración según la exposición inicial”, explica Daniel López-Acuña, exdirector de Emergencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Donde ha habido más muertes desde verano, es probable que sea “porque habría más población susceptible, más cambios climatológicos, relajación de medidas y exceso de confianza”.
Pero también hay países que encadenan dos olas duras, como Bélgica, Reino Unido, España, Italia o Francia. Alemania está en cifras más bajas (menos de 30 fallecidos por 1000.000 habitantes), pero desde el verano ha notificado más del doble de muertes que antes. La complejidad de luchar contra el virus la demuestran también los datos de fallecidos de países como Corea del Sur o Japón, cuyas estrategias de test y rastreo son un ejemplo en todo el mundo: ambos países han tenido más del doble de fallecidos entre agosto y diciembre que antes.
Serán más de dos millones: el exceso
Las casi dos millones de muertes que ha provocado el virus son los notificados oficialmente por haber dado positivo en una prueba PCR. Son datos incompletos y difíciles de comparar por países, ya que no todos siguen la misma metodología para su cómputo. La cifra total de muertes será superior y llevará años determinarla con exactitud.
Algunos países cuentan con una estimación mejor gracias a los registros civiles, cuyos datos permiten calcular las muertes en exceso con respecto a un año normal. Según las últimas cifras disponibles para 2020, España es el que peor exceso tiene: desde marzo los registros han observado unas 77.000 muertes más de lo habitual en años anteriores. Son 165 muertes por cada 100.000 habitantes, por encima de Bulgaria (162) y de Bélgica (143). El INE, tras analizar los datos de la primera ola, ha confirmado que casi todo el exceso de muerte es por covid confirmado o sospechoso.
Los datos de países que publican un exceso de muertes dan también algunas pistas sobre sexo y edad de las víctimas: la pandemia golpeó más fuerte a los mayores y fue más letal para los hombres que para las mujeres. España destaca por tener el mayor exceso de mortalidad entre las personas de entre 15 y 64 años y por ser de los pocos donde hubo semanas que registraron un exceso de más del 140% entre los mayores de 85. Es decir, por cada 5 mayores que habían muerto en ese período en años anteriores, lo hicieron 12 este año. En Italia, el exceso en esas franjas de edad alcanzó el 80%, en Estados Unidos el 30% y en Alemania el 20%. La diferencia se explica, en gran medida, por la intrusión incontrolada del virus en las residencias españolas en la primera parte del año, como explicaba la epidemióloga Marina Pollán, del CSIC, a EL PAÍS, “Las residencias han sido unos lugares particularmente terribles en España porque ha habido grandes brotes, muchos muertos y, en ocasiones, hasta dificultades de acceso a los hospitales”.
Tercera ola
La tercera ola incipiente en varios países europeos y en Estados Unidos es probable que se vea afectada por la nueva variante del virus, de la que los primeros estudios fiables apuntan a que sería un 60% más contagiosa que la anterior. “La emergencia de nuevas variantes de virus es un elemento muy habitual en virus respiratorios”, explican desde el grupo de expertos en covid-19 del Centro Nacional de Epidemiología (CNE). “De hecho, las propias epidemias estacionales de gripe de cada invierno son el resultado de la aparición de nuevas variantes antigénicas de virus gripales, para los que la población no tiene una inmunidad total”, añaden.
A la espera de ver su efecto sobre los nuevos contagios, unido probablemente al aumento de actividad social en medio mundo por las fiestas de fin de año, el epidemiólogo Adam Kurcharski alertaba de que es más preocupante un virus más transmisible que más letal: “Un incremento en algo que crece de forma exponencial (como la transmisión de este virus) puede tener un mayor efecto que el mismo incremento en algo que solo afecta al resultado final (la gravedad de la enfermedad)”.
Con información de Jessica Mouzo.