El asma es una enfermedad crónica que afecta las vías respiratorias, en concreto de los bronquiolos pulmonares, que a causa de esta patología se inflaman y se estrechan. Este efecto provoca que los pulmones reciban menos aire y que las vías respiratorias, que son los conductos que conducen el aire que respiramos hacia y desde los pulmones, sean más propensas a irritaciones. Es más frecuente en niños y no es trasmisible.
Causas del asma
Combinación de factores
Las causas del asma no están claras, aunque la teoría más extendida es que se produce por efecto de una combinación de factores ambientales y genéticos (hereditarios). El asma puede iniciarse, entre otras causas, como una complicación de la alergia al polvo, por causas meteorológicas, por exposición a la contaminación o al humo, emociones fuertes, estrés psicológico, infecciones virales o por un aumento de la permeabilidad intestinal.
Síntomas del asma
Dificultad para respirar
Los síntomas más usuales del asma son:
– Dificultad en la respiración.
– Respiración que emite una especie de silbido.
– Presión en el pecho.
– Ataques frecuentes de tos improductiva.
– Dificultad para conciliar el sueño por culpa de dificultades respiratorias.
– Picor en las fosas nasales, estornudos y taponamiento.
Cuando estos síntomas se agudizan se suele producir un ataque de asma que, si es grave, precisa de atención médica de urgencia ya que es potencialmente mortal. En un ataque de asma las vías respiratorias se cierran por el incremento de la producción de moco y el endurecimiento de los músculos del árbol bronquial impidiendo que los pulmones reciban oxígeno y expulsen dióxido de carbono y afectando al funcionamiento del resto de órganos vitales.
Son síntomas de un ataque de asma:
– Dificultad para respirar, incluso en reposo.
– Dificultad para hablar.
– Aparece un tono azulado en la piel.
– Se acelera el pulso.
– Hay ansiedad.
– Alteración de la lucidez mental.
– Sudoración.
Una clasificación de tipos de asma puede ser:
– Asma por esfuerzo.
– Asma nocturna.
– Asma ocupacional.
– Asma alérgica.
– Asma estacional.
Diagnóstico del asma
Pruebas complementarias
Tener los síntomas enunciados anteriormente no implica necesariamente padecer la enfermedad. El médico deberá realizar un diagnóstico que, además de la historia clínica y examen físico, incluye diversas pruebas de función pulmonar como la espirometría forzada con prueba broncodilatadora, la monitorización del flujo respiratorio máximo, la prueba de provocación bronquial o la fracción exhalada de óxido nítrico.
También se realizará una radiografía de tórax y, probablemente, pruebas cutáneas de alergia.
Tratamiento y medicación del asma
Medicamentos de largo recorrido
La primera recomendación es no fumar, mantener una actividad física adecuada y regular, evitar la contaminación ambiental y seguir un plan de vacunación contra la gripe y la neumonía.
A nivel farmacológico el objetivo es mejorar los síntomas y evitar los ataques. El asma se suele tratar con dos tipos de medicación en función de las necesidades de cada caso. Se usan medicinas para lograr una mejora rápida y un alivio inmediato y también otro tipo de medicinas para controlar la enfermedad a largo plazo.
En todos los casos se recomienda un uso prolongado y constante de estos medicamentos. Los más usuales son:
– Corticoesteroides inhalados.
– Inhaladores betaagonistas de acción a largo plazo.
– Modificadores de leucotrienos.
– Cromoglicato disódico.
Los medicamentos de alivio rápido suelen ser broncodilatadores inhalatorios como el salbutamol y levalbuterol. Es importante saber cuántas veces por semana se necesita utilizar el broncodilatador inhalatorio porque esto puede significar que el asma no está bajo control y significa que se debe pedir consulta prioritaria con el especialista en neumólogo para ajustar la medicación.
Prevención del asma
Hábitos cotidianos para prevenir ataques
Hay que evitar los llamados desencadenantes, es decir aquellos elementos que propician ataques de asma en aquellas personas afectadas por esta patología. Los principales desencadenantes son:
– Humo de cualquier tipo (especialmente del tabaco).
– Ácaros del polvo.
– Contaminación urbana.
– Hongos y humedades.
– Mascotas con mucho pelo.
– Polen.
– El frío.