l 25 de noviembre de 1901, nacía en Baden-Baden, Alemania, uno de los criminales más sanguinarios del régimen nazi y uno de los artífices del Holocausto: el comandante del campo de exterminio de Auschwitz, Rudolf Höss (que sería conocido por sus crímenes como “el animal de Auschwitz”). Fue el hombre que durante los Juicios de Nuremberg se permitió el lujo de corregir al presidente del tribunal, cuando este se refirió al asesinato de tres millones de personas en las cámaras de gas: “Solo fueron dos millones y medio, los demás murieron de hambre, agotamiento o enfermedad”. Y aún se atrevió a decir que personalmente él nunca “había matado ni azotado a nadie”. Y, aunque era cierto, sí que fue uno de principales organizadores del exterminio masivo que supuso el Holocausto.
Los padres de Höss, católicos acérrimos, lo educaron para ser respetuoso y obediente con los adultos y en especial con los ancianos. El ferviente catolicismo de su padre le hizo creer que su hijo se convertiría en sacerdote, pero nada más lejos de la realidad. A los quince años, Rudolf se unió al ejercito alemán y a los diecisiete ya era el suboficial más joven del ejercito, siendo condecorado con la Cruz de Hierro tras haber sido herido en varias ocasiones.
Tras recibir una dura y estricta educación católica por parte de sus padres, Rudolf Höss se alistó en el ejercito alemán y recibió la Cruz de Hierro tras haber sido herido en combate
Así pues, si el joven Rudolf fue educado estrictamente en el respeto hacia los demás ¿cómo pudo dirigir el cruel exterminio de tantos seres humanos?, ¿era un sádico, malvado y cruel o un psicópata que disfrutaba con el sufrimiento ajeno? ¿o simplemente se limitó a cumplir órdenes sin cuestionarlas?
DE PARAMILITAR A OFICIAL DE LAS SS
Para entender el carácter de Höss nos hemos de remontar a su juventud. Tras finalizar la Primera Guerra Mundial, se unió algunos grupos paramilitares de marcado carácter nacionalista y anticomunista como la Freikorps. También participó en varios atentados terroristas contra objetivos polacos durante los levantamientos de Silesia y contra ciudadanos franceses durante la ocupación del Ruhr. En 1922, tras escuchar un discurso de Adolf Hitler, se unió al partido nazi. En 1923, y por órdenes de quien era por aquel entonces supervisor de los Freikorps, Martin Bormann, Höss y otros miembros de la organización apalearon hasta la muerte a un maestro local por creer que era culpable de haber acusado a un miembro del grupo de Höss de haber perpetrado operaciones de sabotaje contra las líneas de suministro francesas. Tras la confesión de uno de los asesinos, Höss fue arrestado y condenado a diez años de prisión por ser el cabecilla, en cambio Bormann tan sólo fue condenado a un año de prisión. Tras sólo cinco años de condena, Höss fue liberado al declararse una amnistía general. El 17 de agosto de 1929 se casó con Hedwig Hensel con la que tuvo cinco hijos.
Como miembro de la Freikorps participó en el asesinato de un maestro y posteriormente se unió a las SS-Totenkopfverbände donde empezó a labrarse su destino como futuro comandante de Auschwitz
El 1 de abril de 1934, Höss se unió a las SS y ese mismo año entró a formar parte de las SS-Totenkopfverbände (Unidades de la Calavera), encargadas de administrar los campos de concentración. Poco despues, Höss fue destinado al campo de Dachau, en Baviera, donde ocupó el cargo de Blockführer. Su principal cometido era vigilar a los doscientos o trescientos prisioneros que se hacinaban en sus instalaciones. En 1938, Höss fue nombrado Hauptsturmführer (capitán) y pasó a ser ayudante de Herman Baranowski en el campo de Sachsenhausen, en Brandemburgo. Sus cualidades pronto le valieron una promoción, y el 1 de mayo de 1940 fue nombrado comandante de un campo de prisioneros en Polonia, el tristemente célebre campo de concentración de Auschwitz.
AUSCHWITZ Y LA SOLUCIÓN FINAL
Höss trasladó a Auschwitz a treinta prisioneros de Sachsenhausen, aunque muy pronto empezaron a llegar prisioneros polacos acusados por la Gestapo de ser miembros de la resistencia. Durante un tiempo hubo muy pocas ejecuciones, tan sólo los que llegaban con una condena por parte de la Gestapo y de las unidades de las SS. Höss dirigió el campo durante tres años y medio, durante los cuales amplió las instalaciones originales del campo que pasó a llamarse Auschwitz-Birkenau. Tras una visita de Himmler en la primavera de 1941, éste ordenó a Höss que construyera un recinto que pudiera albergar hasta 100.000 prisioneros, algo que nunca llegó a ocurrir. Höss se tralsadó a Auschwitz junto con su familia, donde vivió en una villa al lado de las instalaciones.
El verano de 1941, Höss se reunió con Himmler en Berlín, quien le trasladó las ordenes exactas que debía cumplir: “El Führer ha decretado la Solución Final para el problema judío. Nosotros, las SS, tenemos que ejecutar los planes. Es un trabajo duro, pero si no se lleva a cabo inmediatamente, en lugar de que nosotros exterminemos a los judíos, los judíos exterminarán a los alemanes en una fecha posterior”, declaró el Reichsführer.
UN “PIONERO” AL SERVICIO DE HITLER
Auschwitz fue el lugar escogido para llevar a cabo el macabro proyecto por su fácil acceso en tren y porque su tamaño permitía un secretismo total. Ascendido a Comandante General, Höss se hizo cargo de las Schutzstaffel, la organización militar, policial, política, penitenciaria y de seguridad que administraba el campo. Durante las obras se instalaron cámaras de gas disfrazadas de duchas, en las que se introdujo el mortífero gas Zyklon-B, que permitía acabar con la vida de dos mil personas a la vez. En un informe redactado por las SS, Höss era calificado de “verdadero pionero en esta área debido a sus nuevas ideas y métodos educativos”. Los experimentos de Höss y su perfeccionamiento del asesinato en masa convirtieron a Auschwitz en el instrumento perfecto de la Solución Final de Adolf Hitler.
Para entonces, Auschwitz había dejado de ser un campo de concentración para convertirse en un campo de exterminio. Allí llegaban diariamente dos o tres trenes cargados con dos mil prisioneros. Los que eran aptos para el trabajo eran trasladados a barracones y los declarados no aptos eran enviados directamente a las cámaras de gas. Para poder mantener una tasa de asesinatos más “eficiente” se construyeron crematorios para hacer desaparecer rápidamente los cadáveres, pero los prisioneros fueron llegando cada vez en mayor cantidad al campo, y como la construcción de los crematorios se demoraba, los cadáveres tenían que ser quemados en fosas al aire libre. Según el escalofriante relato del propio Höss: “Técnicamente [no] fue tan difícil, no habría sido difícil exterminar a números aún mayores… El asesinato en sí mismo tomó el menor tiempo. Podrías deshacerte de dos mil cabezas en media hora, pero fue la quema lo que llevó todo el tiempo. El asesinato fue fácil; ni siquiera necesitabas guardias para llevarlos a las cámaras; simplemente entraron esperando tomar duchas y, en lugar de agua, encendimos gas venenoso. Todo fue muy rápido”.
A Auschwitz llegaban diariamente dos o tres trenes cargados con dos mil prisioneros. Los que eran aptos para el trabajo eran trasladados a barracones y los declarados no aptos eran enviados directamente a las cámaras de gas