CÚCUTA — Un ambicioso plan de la oposición venezolana para ingresar pacíficamente ayuda extranjera en convoyes degeneró en enfrentamientos y roces fatales el sábado a lo largo de las fronteras de Venezuela. Algunos suministros lograron pasar, pero casi toda la ayuda fue bloqueada por personas armadas leales al presidente Nicolás Maduro.
La entrega de la ayuda, prometida por Juan Guaidó, el líder opositor, es considerada una prueba a su credibilidad a un mes de que se juramentó presidente encargado y prometió poner fin al colapso económico de Venezuela.
“La ayuda humanitaria está definitivamente camino a Venezuela, de manera pacífica, para salvar vidas”, dijo Guaidó frente a la bodega donde los suministros han estado almacenados varios días, en el lado colombiano de uno de los cruces fronterizos.
Conforme avanzó el día, algunos de los alimentos y medicamentos atravesaron el bloqueo de Maduro —un camión cruzó en una zona remota de la frontera con Brasil—, pero ese no fue el caso de la mayoría de los suministros. Y aunque algunos integrantes de las fuerzas de seguridad desertaron, no han abandonado a Maduro en masa para unirse a las filas abanderadas de la oposición, como esperaba Guaidó.
El 23 de febrero, un día que fue presentado por la oposición como decisivo en la lucha contra Maduro por determinar el liderazgo del país, se tornó caótico y con un resultado incierto. Maduro, furioso porque Colombia había ayudado a la oposición, anunció el rompimiento de relaciones diplomáticas con el gobierno y ordenó a todos los diplomáticos de ese país abandonar Venezuela en un plazo de 24 horas.
Tampoco hay garantías de que Guaidó, el líder opositor de 35 años que se ha convertido en el mayor desafío político para Maduro, pueda reingresar a Venezuela después de estar en Colombia con los convoyes, pues las autoridades venezolanas le habían prohibido viajar.
Maduro, quien ha dicho que Guaidó es un títere del gobierno del presidente estadounidense, Donald Trump, afirmó que las promesas de ayuda humanitaria de emergencia son para esconder un presunto plan de invasión de Estados Unidos y prometió que él lo detendrá.
Mientras los manifestantes chocaban contra las fuerzas de seguridad en varios puntos fronterizos —al sur con Brasil y al oeste con Colombia—, un Maduro desafiante participó en un evento transmitido por la televisión estatal en Caracas, donde bailó salsa con su esposa y habló a sus simpatizantes.
“Estoy más duro que nunca”, dijo, y agregó: “¿Por qué estoy aquí? En Venezuela no decide Trump ni la oligarquía colombiana”.
También llamó a Guaidó “un títere del imperialismo” y explicó el rompimiento con Colombia, que deja a Venezuela aislada, puesto que las fronteras con Brasil y otras tres islas del Caribe ya estaban cerradas.
“No podemos seguir tolerando el uso del territorio colombiano para los ataques contra Venezuela”, digo Maduro, y agregó: “Por esa razón, he decidido romper todas las relaciones políticas y diplomáticas con el gobierno fascista de Colombia”.
La Casa Blanca condenó el uso de la fuerza por parte del gobierno de Maduro y advirtió que las violaciones a los derechos humanos “no quedarán sin castigo” y exhortó a las fuerzas armadas a “cumplir su deber constitucional para proteger a los ciudadanos de Venezuela”, y a dejar pasar los convoyes humanitarios.
Mike Pence, el vicepresidente de Estados Unidos, tiene previsto visitar Colombia el lunes y reunirse con Iván Duque, el presidente de ese país. Se espera que siga exhortando a Maduro a abandonar el poder.
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El sábado, más temprano, manifestantes de la oposición con banderas se reunieron en las fronteras con Colombia y Brasil y entonaron consignas en contra del gobierno en espera de escoltar camiones con ayuda humanitaria por diversos puentes con destino a Venezuela.
Dos camiones con ayuda cruzaron desde Pacaraima, en el norte de Brasil, en lo que algunos opositores calificaron de un rompimiento pequeño, pero simbólico a la promesa de Maduro de bloquear el paso de asistencia que él no autorizó.
“Lo logramos”, dijo María Teresa Belandria, la enviada en Brasil de Guaidó. “Esto es una gran victoria”.
Pero para el sábado en la noche los camiones seguían varados en la frontera, de acuerdo con Jesús Bobadillo, un sacerdote católico en la ciudad fronteriza de Pacaraima, en el lado brasileño.
“Todo esto ha fracasado”, dijo Bobadillo la noche del sábado en una entrevista telefónica, y lamentó el hecho de que con las fronteras cerradas la crisis podría agravarse para las personas más necesitadas. “El drama del hambre y la falta de medicinas continúa, pero ahora es peor porque al menos antes las personas tenían una válvula de escape”.
Ahí, un día antes, las fuerzas de seguridad venezolanas dispararon contra una multitud que bloqueaba el acceso a un camino, lo que dejó un saldo de dos muertos y una decena de heridos. El sábado, de acuerdo con el legislador opositor Américo de Grazia, las fuerzas venezolanas de seguridad siguieron atacando con gases lacrimógenos y balas.
Al final del sábado al menos otras dos personas habían muerto, de acuerdo con Alfredo Romero, líder de Foro Penal, una organización que monitorea la violencia en Venezuela. Y las autoridades migratorias de Colombia dijeron que veintitrés miembros de las fuerzas de seguridad habían cruzado la frontera y desertado del régimen de Maduro.
Sin embargo, no hubo señas de rupturas mayores al bloqueo. En cambio, surgieron problemas cerca de un puente peatonal en Colombia por una movilización que degeneró en enfrentamientos entre manifestantes jóvenes y las fuerzas de seguridad, una muestra de los riesgos que han asumido los adversarios de Maduro en su campaña para que deje el poder.
Esa movilización, en Ureña —un pueblo fronterizo del lado venezolano—, estaba pensada para abrir un camino por el cual se pudiera entregar la ayuda en el puente peatonal, pero fue bloqueada por las fuerzas de seguridad de Maduro. Los habitantes intentaron irrumpir en el puente, pero las fuerzas venezolanas dispararon gas lacrimógeno para dispersarlos y los enfrentamientos dejaron daños y vehículos incendiados.
“Ya no podía quedarme callado”, dijo Edilson Cisneros, quien fue alcanzado con un perdigón cuando caminaba junto a legisladores opositores en Ureña. “Demasiadas personas tienen una vida bien difícil. Esto no puede seguir así”.
Este enfrentamiento fronterizo es uno de los más tensos e inusuales en la historia de la región.
Guaidó ya fue reconocido como el presidente encargado de Venezuela por más de cincuenta países, incluido Estados Unidos. El desafío de Guaidó a Maduro apuesta por la promesa de que logrará lo que el presidente se rehúsa a hacer: abrir el país, que enfrenta una escasez mortal de alimentos y medicinas, a envíos de ayuda internacionales.
La Casa Blanca se ha involucrado de manera profunda en el enfrentamiento: ha autorizado envíos de ayuda en aviones militares y en un mitin, esta semana, Donald Trump le advirtió a los militares que abandonaran a Maduro so pena de “perderlo todo”.
Maduro afirma ahora que los contenedores con la ayuda son parte de un plan que llevará a una invasión estadounidense. Su gobierno bloqueó el puente Las Tienditas con ese argumento.
Antes del cierre de la frontera con Colombia, Guaidó logró pasar hacia ese país para asistir a un concierto organizado en respaldo a la oposición y patrocinado por el multimillonario británico Richard Branson. Entre consignas en contra de Maduro, Guaidó fue recibido como una estrella de rock.
El viernes por la noche, varios cientos de venezolanos se habían reunido en un lote baldío cerca del puente Las Tienditas, en Cúcuta, bajo una inmensa bandera que pendía de una grúa. Muchos durmieron al aire libre en un campamento improvisado, mientras activistas de la oposición organizaron círculos de oración y bailaron salsa mientras pedían la caída de Maduro.
“Sé que ha sido una noche larga, pero vamos para adelante”, dijo a la multitud Adolfo Marín, integrante de la oposición. “Recuerden que hay bloqueo, pero el poder del hombre es sobrenatural, créanme, con un grupo pequeño podemos mover esos contenedores”.
“Los soldados de las clases bajas y medias necesitan también esta ayuda humanitaria”, dijo Víctor Barboza, organizador en el campamento, sobre las fuerzas de seguridad al otro lado del puente. “Tienen hijos que comen solo una vez al día. Tienen hermanas que no pueden conseguir medicamentos para sus enfermedades”.
Muchos colombianos expresaron simpatía con la causa de Guaidó y solidaridad con aquellos del otro lado de la frontera. Pero muchos otros, como el sacerdote Bobadillo, lamentaron que la ayuda humanitaria se hubiera politizado tanto mientras escala el conflicto entre Maduro y Guaidó.
“Ambos lados la han usado y abusado”, dijo Bobadillo. “No soy un analista político pero temo que al final esto nos deje con un Maduro que se sienta más fuerte y más arrogante”.