Mucho antes de que nuestros ancestros comenzaran a cazar grandes mamíferos para obtener carne, una dieta rica en grasas les proporcionó los nutrientes necesarios para desarrollar cerebros más grandes, sugiere un nuevo artículo publicado en Current Anthropology.
Según conjeturan los antropólogos de la Universidad de Yale, hace unos cuatro millones de años los primeros ancestros del hombre se aficionaron a comer grasa al ingerir la médula extraída de restos de animales grandes que habían sido cazados y devorados por depredadores, lo que pudo traducirse en una ventaja, al compensar la grasa el déficit de calorías, informa Phys.org.
De esta forma, los investigadores ponen en tela de juicio la opinión general de sus colegas acerca de que el consumo de carne fue el factor decisivo en el desarrollo del Homo sapiens.
“Es probable que nuestros antepasados comenzaran a adquirir gusto por la grasa hace cuatro millones de años, lo que explica por qué nos gusta hoy”, señala Jessica Thompson, autora principal del artículo y antropóloga de Yale.
Mecanismo del proceso
“Los reservorios de grasa en los huesos largos de los canales [de animales muertos por depredadores] eran una enorme fuente de calorías en un paisaje pobre en calorías. Eso podría haber sido lo que aportó a la población ancestral la ventaja que necesitaba para desencadenar la cadena de la evolución humana”, explica.
Los autores presuponen que el deseo por acceder a la médula podría haber repercutido no solo en el tamaño del cerebro en crecimiento, sino que habrían empujado a aquellos homínidos a ir más allá de la mera ruptura de huesos con piedras, es decir hacer herramientas más sofisticadas y cazar animales grandes.
“Así es como se originó toda la tecnología: tomar una cosa y usarla para alterar otra”, dice Thompson.