Para mí fue raro apoyar desde Maiduguri la respuesta de la ONG Street Child ante las inundaciones en Sierra Leona.
Maiduguri, en el noreste de Nigeria, es el epicentro de la crisis de Boko Haram, y yo, como jefa de programas para África Occidental, suelo residir en Freetown (Sierra Leona), donde las inundaciones y las avalanchas de tierra mataron al menos a 500 personas en las primeras horas del lunes 14 de agosto, cuando toda la ladera de una montaña se derrumbó por las fuertes lluvias.
Al visitar uno de los cinco centros de distribución de alimentos de Street Child cercano al lugar de la catástrofe, en el barrio de Regent en Freetown, me quedé sorprendida por lo alta que es en realidad la montaña Sugar Loaf. En la cima, donde la montaña se había desprendido, se podían ver a las águilas sobrevolando el lugar.
Enormes peñascos, desprendidos por la lluvia, caían a toda velocidad, provocando una senda visible de destrucción a lo largo de tres kilómetros, como si fueran pelotas de jugar a los bolos gigantes arrasando casas de hormigón como si se tratara de chabolas de aluminio.
Por ahora, el barro se ha convertido en un cementerio improvisado; sólo se ven partes de cuerpos no identificables, que se llevan directamente a la fosa común que se construyó durante el ébola. El olor de los cuerpos descompuestos surge en lugares inesperados durante el viaje en coche a Regent.
Al llegar una semana después del desastre, veo que el Gobierno y el sistema de coordinación del sector terciario han tenido tiempo para ponerse en marcha. Hay carteles repartidos en los cinco centros de distribución en toda la zona de Regent.
Estoy orgullosa de que nuestro socio de Street Child en Sierra Leona entregue alimentos a diario a los supervivientes que han perdido sus casas. Estamos dando de comer a 4000 personas cada día con fondos de la respuesta generosa de la gente tras el llamamiento que lanzamos el lunes 14, y con fondos de UK AID.
Será porque soy británica, pero me da una vergüenza terrible cuando un representante de la comunidad me lleva a un edificio oscuro del refugio de Regent y organiza un agradecimiento público a Street Child y a nuestros colaboradores allí donde los supervivientes permanecen apretujados.
Un joven nos da las gracias por la comida que les proporcionamos cada día, todos los días, de la que dependen los supervivientes. Se le empañan los ojos, igual que a mí. No nos pide nada más, pero siento que lo que les damos les resulta imprescindible, y que además es insuficiente.
Con todas las agencias presentes en las reuniones de coordinación, puede que te dé la impresión de que los supervivientes se encuentran bien, de que sus necesidades están cubiertas. Pero la financiación y la acción llegan con mucha lentitud.