Pablo Emilio Escobar Gaviria tardó 406 días en fugarse de la cárcel que mandó construir él mismo para sortear la extradición a Estados Unidos. Fue el 22 de julio de 1992, hace 26 años. La Catedral, así se llamaba la prisión de lujo, se asienta en las montañas de Envigado, a unos 25 minutos en auto del sur de Medellín. Aquella no era una cárcel al uso. Canchas de fútbol, gimnasio, cascadas naturales, ventanales amplios con vistas de ensueño, cuadros decorando las paredes…
Según recogió El Tiempo hace un cuarto de siglo, Escobar se fugó vestido de mujer pateando un muro de yeso junto a su hermano y 9 lugartenientes. El narcotraficante utilizó cuatro funcionarios judiciales como rehenes para completar el motín que aprovechó para escaparse. Así fue la fuga completa.
En aquella cárcel, Pablo Escobar estaba como en casa. Lo controlaba absolutamente todo. Incluso llegó a perpetrar varios crímenes dentro del recinto. Las canchas de fútbol, excusa para visitas de ilustres como René Huguita, fueron el escenario para aterrizajes de helicópteros, pero también sirvieron como plaza general en la que llevar a cabo juicios. De hecho, sus socios Kico Moncada y el Negro Galeano fueron dos de las víctimas asesinadas en el interior del centro penitenciario tras uno de esos juicios. Además, el narco controlaba la entrada de camiones con doble fondo que abastecían a La Catedral de alcohol, drogas y donde se escondían los visitantes del capo . Desde su celda tenía una vista privilegiada del Valle de Aburrá, una región situada en el medio de la Cordillera Central de los Andes junto al río Medellín. Entre otros beneficios, Pablo también tenía en su poder armas, casas de muñecas para la hija predilecta de Escobar, centrales con equipos para encontrar personas, fax y teléfonos.
La celda de Pablo Escobar recibía numerosas visitas. El criminal vivía en una cámara poco común. Más bien parecía una habitación de hotel: cama de matrimonio, televisor, mesa de luz, cuadros en las paredes y una estantería equipada con libros de todo tipo. Cerca de su celda había una cascada de agua natural que utilizaban para bañarse, lavar ropa e incluso borrar huellas de sangre de las armas, según una descripción de un medio digital con sede en Bogotá.
El paraje natural sobre el que descansa La Catedral está formado por diversos caminos estrechos, empinados y difíciles de recorrer. La complexión de ese espacio era propicia para preparar una fuga y obstaculizar las labores de búsqueda una vez fuera de la prisión. Además, dentro del centro penitenciario, los hombres de Escobar contaban con vías de comunicación con el mundo exterior. Una de las fases de aquel escape consistió en utilizar dichos canales para sembrar el pánico en Medellín ordenando la instalación de bombas en colegios. “Uno de sus hombres, al que llaman Popeye, tomó un radioteléfono y dio órdenes de poner bombas en los colegios y varios sitios de Medellín. ‘Va a llover dinamita sobre todos’, gritaba Popeye”. Así lo contó el viceministro de Justicia de acuerdo a la cobertura de El País desde el lugar de los hechos hace ya 26 años.
En la actualidad, La Catedral es un imán turístico en Antioquía, impulsado por la popularidad de la serie de Netflix, Narcos, que repasa la vida del narcotraficante e incluye momentos de la fuga.