Sergei Savitsky ya no toleraba más la situación. Al confinamiento en esa base antártica tenía que sumar su relación diaria con el científico Oleg Beloguzov. Ambos vivían juntos en una de las tantas casas que Rusia tiene en el observatorio Bellingshausen, fundado por la UniónSoviética en 1968, plena Guerra Fría.
Y un día, lo apuñaló.
Fue el pasado 9 de octubre cuando se desató la pelea donde el científico le clavó un cuchillo en el comedor a su colega. El hecho tomó estado público semanas después y Savitsky ya se encuentra en San Petesburgo donde enfrentará cargos por intento de homicidio.
Savitsky -de 55 años- ostentará un raro pergamino. Se convirtió de esta manera en ser el primer hombre en intentar asesinar a alguien en la Antártida. Pero hasta hoy nadie conocía el absurdo motivo que lo llevó a cometer un delito que podría costarle varios años tras las rejas.
Es que a medida que pasan los días se van revelando detalles de la durísima convivencia en aquella base situada en la Isla King George, en la península antártica, muy cerca de la Argentina y Chile. De hecho su víctima -de 52 años- fue trasladado de urgencia a un hospital chileno.
Ambos científicos se convirtieron en voraces lectores de libros para pasar el tiempo muerto en aquella isla rodeada de hielo y rencores. Y Beloguzov habría tentado a su suerte con un extraño ritual: cada vez que su compañero de habitación comenzaba un texto y se entusiasmaba con él, le contaba el final.
El hecho se habría repetido la suficiente cantidad de veces como para que un día -harto de esta situación y con el suficiente alcohol para nublar su razón- Savitsky montara en cólera y atacara a puñaladas a su colega. La lectura era una de las pocas actividades de distracción y Beloguzov siempre se la arruinaba, de acuerdo al diario The Sun.
Beloguzov fue evacuado a Chile. Su corazón resultó herido en el ataque y fue ingresado en la unidad de cuidados intensivos de un hospital. El atacante fue deportado a San Petersburgo, donde fue arrestado de inmediato y se inició una investigación criminal.
La base Bellingshausen -nombrada en honor al primer expedicionario ruso del siglo XIX- funciona todo el año, a diferencia de otras estaciones ubicadas más cerca del Polo Sur. Para algunos exploradores polares es casi un “centro turístico“. Ahora, lo considerarán un destino cargado de sangre.